19. Los dedos entrelazados v3

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Las lágrimas recorrían mi rostro, no podía ver nada ante las espesas lágrimas en mis ojos, aunque tratara de quitarlas no dejaban de salir, no podía controlarme. Estaba solo en esa habitación, recopilando de todo lo que ocasioné para llegar a ese miserable punto.

¿Por donde empezar? Por el principio, eso es obvio.

Día tras día las pesadillas llegaron al cerrar los ojos, aunque lo intentara era inevitable, no tenía la capacidad de controlar mis sueños, de ser así ya hubiera destruido ese casete que solo se repite en mi mente. Es lo malo de mis sueños, mientras algunos pueden decidir que hacer, yo era parte del otro porcentaje donde era solo un esclavo, que era condenado a solo ver lo que mi mente reproducía.

«Sabes que estás mal»

«Dices haberme olvidado, pero sigues pensando en mi. Supera lo que pasó entre nosotros, solo fuiste un juguete»

«Él también te lo hará»

«Confías mucho en las personas, ¿por qué crees que caíste en primer lugar, pequeño?»

«¿Quieres vivir de esta manera toda tu vida? ¿Siendo de esa manera repugnante?»

«Todo se te ha salido de las manos, ¿no es así?»

«¿Y sabés por qué? Por tu culpa»

No podía culpar a Violet por lo que me sucedía, porque no era suya, sino mía y mi debilidad.

Ella hizo un movimiento y continuó insistiendo, pero fue mi decisión de ignorarla creyendo que así dejaría el tema, grave error porque al hacerlo los recuerdos fueron desbloqueándose poco a poco, reviviendo en mis sueños. Relacioné a ella con lo que me pasaba, tal vez si no hablaba con ella dejaría de verlo a él durante las noches, esa fue mi lógica que falló, porque solo ocasionó que recordara todo lo que me hizo y la basura que era. Aunque quisiera escapar de Violet, no se podía, debía conversar y encontrármela en la escuela, éramos compañeros y organizadores de la fiesta, no importaba como lo viera, su presencia me perseguía.

Dejé de dormir correctamente por tratar de cumplir, sin embargo la realidad no fue como imaginaba, era dormir o estudiar, si pasaba toda la noche tratando de hacer mis deberes al día siguiente me encontraba adormitado y por consecuencia no prestaba atención a las clases, pero si no hacia las tareas sería peor. ¿Y es que había otra manera de demostrarle a mi madre que era capaz? Desde el sábado para el concurso de matemáticas volvió a ser la misma de siempre.

El gran día del concurso llegó. No había estudiado como hubiera querido, y lo mas importante no me sentía preparado. Mi madre cambió un poco, y no deseaba perder el poco avance que tenía con ella, sin embargo eso no fue suficiente para ganar el primer lugar. Lo admitía, mis demás compañeros fueron excepcionales, se notó que estudiaron. Diana obtuvo el primer lugar, me sentí feliz por ella al saber que pudo ganar ese puesto, ella con orgullo me dijo que al fin me había vencido. La felicité, y agradecí verla una vez más después de meses.

Al terminar mi madre estaba disgustada, no pronunció alguna palabra en el salón, ni en los pasillos. En el auto solo podía escuchar su uña sonar contra el volante cada vez que se detenía en los semáforos. Podía entender su enojo, no le gustaba que perdiera, la ultima vez gané el primer lugar a duras penas, aun así me exigió que debí haberme esforzado más, pues era mi única obligación: estudiar.

—Madre... yo-

No quiero escucharte, Ryan. —ordenó. Vi como apretó sus manos al volante, al no tener nada más que decir solo me dediqué a ver mis manos sobre mis piernas.—No puedo creer que tu... ¿Qué estuviste haciendo? ¿Si quiera estudiaste?

Palabras al vientoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora