V. LO QUE HACE FALTA

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Ese era el día que más odiaba.

Lo único que veía eran los puños de Félix impactando contra su cara, una, y otra, y otra y otra vez.

Sentía como su cuerpo estuviera siendo levantado por algo o alguien. Su pie derecho piso con fuerza. Jadeba. El daño de la paliza que le había dado Félix lo tenía casi inconsciente. Quería morir ya para poder descansar. Su cuerpo pequeño y delgado estaba cubierto de moretones y sangre. La mandíbula la tenía rota nisiquiera podía hablar. Alfredo tenía 12 años ese día. Su pelo negro le llegaba por los hombros, sus ojos marrones-aún no tenía esos ojos de colores tan llamativos que tenía en la adultez-. Miró por encima del hombro y vio a Humberto observándolo sólo a él. Los cuerpos inertes de los demás niños estaban siendo recogidos por los empleados de Humberto. La sangre era trapeada pero aún así quedaban esos manchones tan desagradables.

Ya quería morir y poder descansar.

Pero si lo hacía jamás podía agradecer lo que ese hombre había hecho por él.

Levantó sus puños temblando del dolor, ya nisiquiera debería estar vivo y se puso en guardia.

Los ojos de Félix se abrieron como platos.

Félix tenía 3 años más que Alfredo. Ambos había llegado el mismo día a las instalaciones de Humberto. Tenía el cuerpo bien definido se notaba que hacía ejercicio constantemente. Algo que siempre detesto Alfredo era esos molestos ojos naranja que tenía Félix. ¿Por que tenía los ojos naranja? ¿acaso quería verse genial? Se veía ridículo. Su corte de pelo lo tenía como Woody El pájaro loco.

— E-ey. Desnutrido. ¿POR QUÉ MIERDA TE SIGUES LEVANTANDO? MUERETE DE UNA MALDITA VEZ ¿ERES UN ZOMBIE O QUÉ?—gritó Félix desesperado.

«Sabes muy bien que no puedo hacer eso» en sus labios apareció una sonrisa. -«¿Cuántas veces me has dejado casi muerto?. Je, je, je. ¿Qué se sentirá matar a una mierda como tú? No sabes cuánto te odio.»

Pensó todo eso pero no podía pronunciar ni una sola palabra. Si Intentaba hablar seria como cuándo un bebé de 6 meses escupiera diciendo puras incoherencias,pero en vez de baba sería sangre.

El cuerpo inerte de Félix estaba boca arriba. Su cráneo estaba aplastado como un puré de uvas. La sangre, mi dios, estaba esparcida por todo el lugar, formando un enorme charco de sangre.

«No sentí nada. Ese mama vergas... Pensé que iba a sentir algo...» —se agacha y lo queda viendo sin mostrar ninguna expresión, como sino viera nada, como si no sintiera nada. Su codo se posa sobre su pierna y pone su cara sobre la palma derecha— «Te creias el mejor de este lugar. Ahora nisiquiera sabes si alguna vez exististe. Hmph. Yo soy el más fuerte.» —vuelve a sonreír— «¿sabes una cosa...? »

Le aplasta lo que la tráquea y la cabeza de Félix se separa de su cuerpo.

«siempre te he odiado. Mejor amigo»

7 meses después

— ¿Ya puedes hablar normalmente, verdad? -le preguntó Humberto. Estaba sentado en una silla en el balcón.

— ujum— los ojos de Alfredo mostraban mucha frialdad.

Había subido los 68 escalones para llegar hasta allí. El lugar dónde estaban era un laberinto. Cuando llegó allí se perdia con mucha facilidad.

— Me sorprendiste. Jamás pensé que pudieras matar a Félix. Toma un sorbo de su vaso de vino que tenía en su mano izquierda.

— ¿Enserio? Era obvio que lo iba a matar.

Torturados Donde viven las historias. Descúbrelo ahora