VI. NEGOCIACIONES II

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El calor que hacía era muy fatigante.

Habría jadeado si hubiera estado corriendo. Era difícil imaginar el abatimiento que se embargaba al tratar de ver que estaban haciendo "aquellos hombres".

Después de ser humillado en la cancha y sentir esa rabia, sentía que su saliva tenía un sabor amargo metálico.

— ¿Cuánto tiempo tenemos que esperar a estos cabrones? Coño qué ya tengo que dormir—protestó Babosa.

Tú no eres necesario por el momento. Después de descargar tu esperma en ese niño, te pones más idiota.—exhalo Alfredo mientras se sentaba en la silla dea rectora.

La boca de Babosa quiso abrirse para decir algo, pero no dijo nada. Ya Alfredo no supo lo que iba a decir ese gigante.

Había una silueta de una persona en la puerta.

Alfredo puso una carpeta en el escritorio de la rectora de la secundaria Tesla.

— ¿Y eso?—preguntó cobra.

Revisalo.

Los ojos de cobra se abrieron como platos al momento de abrir la carpeta como si fuese un libro.

—  ¿Este es el de está generación? Nisiquiera sabía cómo era.

Alfredo se encogió de hombros como si tuviera escalofríos.

— Parece inofensivo ¿verdad? Esta cosa nisiquiera debería vivir.

Alfredo levantó la vista.

Babosa. Ve buscando ácido sulfúrico.

Babosa giró la perilla de la puerta.

—Ah. Y trae a ese sapo que está en la puerta.

Los ojos de jeremy morgan se abrieron como los de un búho. Sus ojos vidriosos quedaron fijos ante la gran presencia de Babosa.

El teléfono comienza a sonar.

Babosa lo sujetó por el cuello de la. Camisa, parecía que estuviera alzando a un infante. La cara de ese gigante era una mueca excitada—¿Qué le pasa a ese hombre? ¿Lo único que piensa en en violar?— sus ojos daban vueltas como una licuadora.

— ¿Puedo follarmelo, verdad? Di que si Iblis. Uno menos no importa. Juan Pablo tenía el culo muy abierto, no pude eyacular como quisiera, pero este crío debe de tenerlo apretado. ¿Puedo follarmelo IBLIS?—jadeaba con la lengua afuera, la saliva se deslizaba por la comisura de la boca y bajaba por el mentón, como un animal muy hambriento.

Alfredo contesta la llamada y ve a Cobra.

Cobra era un hombre casi del mismo tamaño que Alfredo. Tenía el pelo corto como un militar. Sus ojos eran como dos brillosos zafiros, como los que tiene un ciego. En su cuello estaba tatuado en letras negras la palabra Féretro. Su piel era blanca como la masa para hacer pan. Tenía las cejas arqueadas. Era garboso y se notaba mucho.

Babosa, sueltalo. Si violas a ese chico, Morgan no se tentara la mano en matarnos.—comentó Cobra.

Los ojos de Jeremy mostraban verdadera angustia. Se le veían pequeños puntos en la piel, como un salpullido.

— ¿Y a mí que mierda me importa que es lo que haga una mierda como esa? Yo voy a follarmelo—sonríe—. Es que solo miralo. Está poniendo ojos de "follame".

— Bajalo.—ordenó Alfredo—. Y consigue la cosa que te pedí.

Babosa obedeció muy disgustado.

Torturados Donde viven las historias. Descúbrelo ahora