IX. HASTA MAÑANA

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— Está muy oscuro—susurraba Sebastián mientras su novia Kelly lo seguía durante ese oscuro pasillo inhóspito.

— Sebas ¿estás seguro que podemos salir?

— No. No podemos—tenía que estar calmado. La mano de su tierna y linda novia que tenía sujetada temblaba, la apretó con mucha suavidad y la puso en frente de su rostro, y la miró en ese instante, ese instante que hacía eterno—. Tranquila, yo te protegeré, boba. No tengas miedo.

Se sentaron en ese oscuro pasillo, los dos tomados de la mano.

— ¿Te sientes mejor?

La respiración de Kelly era un poco más calmada, más tranquila.

— ¿no nos meteremos en problemas, verdad?—lo abrazó y puso su rostro sobre el pecho de Sebastián—. Gracias.

Sebastián beso su cabeza con ternura.

El frío helado de  esa noche silenciosa y extraña. El pulso de Sebastián estaba en completa sincronía con ese ambiente.

— Sebas...—ella lo miraba, pero a pesar de que los latidos del chico eran acelerados tenía la cara muy tranquila. Sebastián la miró igual y sonrió en silencio—. Idiota.

— ¿por qué m-me estás insultando? ¿Soy un idiota?

— es un halago, bobo—sonrió dulcemente.

— ¿como "idiota" es un halago?

— olvidalo—frunció el ceño.

Sebastián era un chico que cursaba 1 año delgado, su pelo negro alborotado a veces no lo dejaba ver bien. Kelly siempre le miraba la cicatriz que tenía debajo del mentón preguntándose ¿como se habrá hecho eso? El rostro bien definido del chico con esos ojos pícaros como un gato, y esos labios rojos que siempre estaban húmedos.

Kelly Montes que cursaba el mismo año y en el mismo grupo de primero, era una chica muy linda y dulce, su pelo castaño le llegaba hasta los hombros, sus mejillas era suaves y coloridas. Sus labios eran aún más rojos y húmedos que los de su novio. Era una chica delgada muy hermosa, aunque sus senos aún no estaban bien desarrollados, era una colegiala muy preciosa. Su voz era muy aguda como una niña de 5to grado. Sus dedos tan suaves y delicados como la seda abrazaban a Sebastián.

— Me siento más segura contigo, Sebas.

Los dos jóvenes amantes siguieron mirando esa oscura noche, como si no hubieran sido secuestrados por esos hombres llamados "Llanto de niños"

El dulce frío de la noche los envolvía como una manta.

Feroces ragafas de viento chocaban en su cara, sus lentes casi caen, con su muñeca se lo coloco de una manera correcta, Freedy Zamora que era un profesor de entre 36 a 40 años, de estatura baja y complexión ancha, tenía bastante vello corporal, debido a eso sus estudiantes lo llamaban El viejo oso pardo. Donde se supone que debería tener pelo no tenía, parecía una bola de tenis.

¿Qué era lo que darían de comer en el almuerzo de hoy? Era lo único en que pensaba, sus colegas se burlaban a sus espaldas por su gordura, solamente tenía un amigo entre los profesores, el profesor Durán de segundo año.

En su adolescencia no tenía una masa muscular tan exagerada como hoy, de hecho, Freedy era un chico bien parecido y atlético en sus 17 y era un jugador de basquet muy prometedor. Fue en ese día, el 13 de junio de 1997 un cazatalenlos apodado La sanguijuela del Sur observó el campeonato de la secundaria María Suárez contra la secundaria María Tovar López, y ese día fue que cambió todo.

El número que portaba Freedy era el 7, se supone que ese el número de la suerte ¿no? Que irónico.

La multitud en las gradas, el jadeo continuó que mantenían ambos equipos—que sofocante—. Zamora miró por encima de su hombro y quien venía con el balón era nada mas ni nada menos que Juan Manuel.

Torturados Donde viven las historias. Descúbrelo ahora