XII. ESA COSA

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El sonido seco y estruendoso de una botella de whisky rompiéndose contra el suelo resonó a través de la lujosa sala, sacudiendo la mesa llena de copas y botellas de alcohol. El líquido dorado y espumoso se derramó por el suelo, mezclándose con los cristales rotos. Las copas tambalearon y el bullicio de la fiesta se interrumpió abruptamente. El ambiente festivo se transformó en uno de tensa expectación.

Tobey, que estaba en medio de una conversación trivial con un grupo de invitados, levantó la vista al escuchar el estrépito. Sus ojos se encontraron con su hermano menor, Thomas, que estaba de pie cerca de la mesa de bebidas. El rostro de Thomas estaba iluminado por una mezcla de luces doradas y sombras profundas, creando un contraste inquietante en su expresión furiosa. Sus ojos estaban llenos de una ira ardiente, casi sobrehumana, y el sudor perlaba su frente, reflejando las luces con cada gota.

—¿Cuánta de esa mierda inhalaste? —preguntó Tobey, su voz cargada de preocupación y miedo. Los nervios le temblaban en la garganta mientras intentaba mantenerse firme.

Thomas no respondió. Sus labios se curvaron en una mueca despectiva mientras miraba a su hermano, sus ojos chisporroteando con una rabia que parecía casi física. El ambiente se volvió opresivo. Los murmullos entre los invitados aumentaron, creando un zumbido constante de juicio y preocupación. Tomás sentía esos murmullos como un peso adicional, intensificando su sensación de aislamiento y rabia.

—¿Qué te pasa? Oye, cálmate —dijo Tobey, dando un paso hacia su hermano con la esperanza de calmar la situación. Su voz temblaba, y sus manos se apretaban en puños a sus lados.

Thomas lo miró, su rostro una mezcla de desprecio y furia contenida. Su respiración se volvió más rápida, como si intentara contener una explosión inminente.

—¿Por qué? —preguntó Thomas, su voz rasposa y cargada de resentimiento—. ¿Por qué mierda me avergüenzas de esta manera? ¿Por qué avergüenzas a papá y a mamá, y también a abuelo que te ha dado todo? —Su voz se alzó en intensidad—. ¿Tanto te gusta que te cojan por detrás?

Las palabras de Thomas eran como cuchillos afilados. Tobey bajó la mirada, sintiendo el peso de la humillación. El sentimiento de vergüenza era tan intenso que sentía como si se estuviera hundiendo en el suelo. La atmósfera se volvió aún más cargada, el aire denso con la tensión de la confrontación.

Thomas, incapaz de contener su ira, se lanzó hacia Tobey, su rostro enrojecido y sus ojos desorbitados. Su cuerpo temblaba con la intensidad de su rabia. Pero entonces, la explosión de su furia se volvió hacia la sala en general.

—¡TODOS Y CADA UNO DE USTEDES DEBERÍAN MORIR!

El grito de Thomas se cortó como un cuchillo en la atmósfera. El eco de su voz resonó en la sala, llenando el espacio con una sensación de terror palpable. En el fondo de la habitación, una risa burlona comenzó a surgir. Era una risa baja y despectiva, como si se estuviera escuchando el mejor chiste del mundo en medio de una tragedia.

Los invitados, paralizados por el horror, miraban a su alrededor tratando de entender qué estaba sucediendo. Entre ellos, un chico rubio, alto y con una actitud relajada, estaba riendo con una intensidad grotesca. Su risa era despectiva, y sus ojos brillaban con una mezcla de diversión y desprecio.

—¿Y a ti qué mierda te pasa? —explotó Thomas, su voz quebrada por la ira. Una vena prominente se marcó en su frente, como si fuera una herida abierta.

Uno de los invitados, un hombre con el rostro pálido y tembloroso, intentó intervenir con voz temblorosa.

—Por favor, cálmate, Thomas está drogado. Si sigues provocándolo, se va a volver más loco —imploró, su miedo palpable.

Los susurros de los demás invitados se convirtieron en una cacofonía de desesperación. Pero el chico rubio no se inmutaba. Su risa se hizo más intensa, su rostro transformándose de una diversión despreocupada a una expresión fría y distante.

—Yo creía que los ricos no tenían este tipo de problemas —dijo el chico rubio, con una sonrisa sardónica—. Qué envidia. —Su tono se volvió nostálgico—. Ustedes no se preocupan por nada. —Bajó la mirada, ahora fría y distante—. Por eso los odio.

Thomas, impulsado por una furia desenfrenada, se lanzó hacia el chico rubio como un animal salvaje. Sus movimientos eran torpes y frenéticos, impulsados por una rabia ciega. Cuando su puño intentó impactar en la cara del chico, algo inimaginable sucedió. El brazo de Thomas estalló en una nube de sangre y tejido, como si hubiera sido exprimido desde adentro. El líquido carmesí salpicó por todas partes, incluyendo a Tobey, que se encontró cubierto de sangre caliente.

Los gritos de los invitados se mezclaron con el sonido de cuerpos moviéndose frenéticamente, tratando de escapar. La sala se convirtió en un caos absoluto. Las personas tropezaban y caían, sus gritos de pánico y desesperación llenaban el aire. Las puertas parecían haberse bloqueado, atrapándolos en ese infierno de horror.

El chico rubio observaba la escena con una indiferencia inquietante. Su risa se había transformado en una mueca de diversión macabra mientras observaba a Thomas, ahora tirado en el suelo, llorando en agonía. Su cuerpo estaba mutilado, su rostro cubierto de sangre y lágrimas.

—Parece que eres demasiado estúpido, ¿eh? —dijo el chico rubio, inclinándose sobre Thomas con una mezcla de desdén y diversión—. Mi "tortura" es la negación. Puedo negar cualquier ataque, cualquier daño. —Se agachó y miró las manchas de sangre con una expresión de desdén—. Qué rojo tan claro. Pensé que la sangre era más oscura. —Dijo, observando la sangre que cubría el suelo con una mezcla de aburrimiento y decepción.

Los gritos y sollozos de los demás invitados llenaban la sala, pero el chico rubio parecía completamente inmune a ellos. Se enderezó, su mirada recorriendo el caos con una frialdad helada. Sus palabras, aunque suaves, llevaban una carga de autoridad y poder que era innegable.

—Cállense —ordenó, su voz tomando un tono autoritario.

De repente, como si hubiera sido desencadenada por una señal, todos los presentes, excepto Tobey, estallaron en una explosión de sangre y vísceras. Sus cuerpos se desintegraron como globos llenos de sangre, lanzando fragmentos de carne y hueso por toda la habitación. Las paredes, que antes estaban decoradas con arte elegante y luces suaves, ahora estaban cubiertas de una capa espesa y repugnante de sangre y restos humanos.

Tobey, paralizado por el horror, quedó en medio del caos, temblando. Sus pensamientos eran un torbellino de confusión y terror mientras observaba el resultado de la masacre. Los cuerpos de sus amigos y conocidos habían sido reducidos a manchas grotescas en las paredes. El olor a sangre era abrumador, el aire estaba cargado con el hedor metálico y la desesperación palpable.

El chico rubio se acercó a Tobey, su rostro inexpresivo mientras lo observaba con una mezcla de lástima y entretenimiento. Su presencia era como una sombra oscura en medio del desolador panorama.

—¿Qué pasó? ¿No puedes hablar? —preguntó, su tono casi burlón.

Tobey, con la voz temblorosa y apenas audible, murmuró con dificultad.

—¿Qué... acaba de... pasar?

El chico rubio se inclinó ligeramente hacia él, sus ojos fríos y calculadores.

—Mi "tortura" es negar todo, hasta la vida misma. No sería correcto decir que negué sus vidas. Más bien, sus cuerpos negaron su propia existencia. —Su sonrisa se ensanchó con una mezcla de orgullo y diversión—. Por algo soy el más fuerte entre los Noche Carmesí.

Tobey, con el miedo estrangulando cada palabra, apenas pudo articular una pregunta temblorosa.

—¿Qué... eres?

El chico rubio dejó escapar una risa suave, casi divertida, y lo miró con una mezcla de lástima y entretenimiento.

—Tú podrías llamarme Srollad Field. O también... "Esa cosa".

La atmósfera en la sala era insoportable, cargada de muerte y desesperación. El silencio que siguió a la masacre era peor que cualquier grito. La escena

Torturados Donde viven las historias. Descúbrelo ahora