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Todos estábamos cenando tranquilamente, poniéndonos al tanto de las vidas de la familia

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Todos estábamos cenando tranquilamente, poniéndonos al tanto de las vidas de la familia.

Estaba riendo de la anécdota de Rubí pero entonces sentí un jalón en mi falda.

—¿Por qué demonios tenemos que estar sentados en la mesa para niños? ¿Y con los niños? —Señaló indignado Inui.

Los hermanos de Luisa estaban comiendo sofisticadamente, ambos eran gemelos y tenían diez años. Y para su edad parecían muy maduros.

—Yua, hazme el favor de pasarme el Gerber. —Pidió amablemente Yio.

—Nana, no queremos estar aquí, somos muy pipirisnais para estar con estos niños. —Lloriqueó Kokonoi. —Ni siquiera están bien vestidos, solo mira sus arapos, parecen maestros de matemáticas.

—Que tú estés vestido con diamantina no es nuestro problema, eres muy femenino para ser un chico.

—Aparte de enanos y engreídos, son homofóbicos, o sea, cero linda su actitud eh. —Gruñó con molestia Rindo mientras los miraba de reojo, aún así siguió cortando su carne con su cuchillo para niños. —Estúpida carne de mercado, ¿Qué tu madre no podía comprar carne más fina? Pésimo servicio, oigan.

Ignoré las quejas de los chicos, y seguí hablando con mis tías.

Eso hasta que se escuchó algo raro afuera de la casa.

—¿Eso es...? —Mi tía miró confundida a todos.

—¿Un mariachi? —Cuestionó papá algo molesto. —¿Quién demonios viene a estás horas con sus estúpidas serenatas? ¿Qué no saben que eso es en la madrugada?

—¡Papá! —Exclamé viéndolo salir de la casa.

—¡Aaayyy, ayyyy, ayaaaayyyy, canta y no lloresssss...! —Todos salimos de la casa mirando a un Chifuyu bastante tomado. —¡Ésta... cancioonnnn, se la dedico a mi preciosa chiquibeibi! ¡Nana, ésta va pa' ti, miamor! ¡Échele mi compa!

Y pronto los mariachis comenzaron a tocar sus instrumentos, tras unos segundos noté que era la canción de Borracho de Amor.

—No puede ser. —Gruñí tapándome la cara con las manos.

—Iiihhhh, le llegó su mariachi a la Nana. —Za me codeó divertida. —Ya quisiera yo tener mariachi, pero mi ingeniero nomás no se las ingenia para darme algo bonito.

—¿Naoto no te da esos lujos? ¿Y el carro que te dió en tu cumpleaños qué? —Reprochó Rubí.

—Ay, cosas materiales, pero ésto está divis divis. —Sonrió soñada.

—¡De bar en bar me voy bebiendo tu recuerdooooo! —Seguía cantando Chifuyu.

—¡Eh, eh, eh! ¿¡Qué está pasando aquí!? —Chin.

Sanzu se bajó de su auto y miró todo.

—¿Chifuyu? ¿Qué demonios haces en ésta casa? —Exclamó Sanzu.

—P-Ps qui-quieresss que te diga... ¡Sigo amando a Nana! —Exclamó casi cayéndose, de no ser porque Wakasa lo sujetó. —¡Ya no puedo seguir con la farsa... Hazle lo que quieras a mi jefa... ella ya dejó de importarme hace mucho! ¡Quiero devuelta a mi cuchurrimina de ojos bonitos!

Mis padres y Wakasa giraron hacia mi, pero yo estaba haciéndome un millón de ideas.

¿De qué farsa están hablando? ¿Qué demonios sucede?

—¡Deja de hablar idioteces, Chifuyu Matsuno! —Exclamó Sanzu sujetando a Chifuyu por el cuello de la camisa, acorralandolo contra el auto. —Deja de decir mierdas, no sé de qué putas hablas, ¡Estás ebrio, no sabes lo que dices!

—Pues aquí entre nos... Dicen que los borrachos y los niños siempre dicen la verdad. —Dijo Luisa y Sanzu la miró con ganas de matarla. —Ya me callo.

—¡Tú me engañaste, dijiste que si yo me alejaba de mí Nanita... ayudarías a mi madre o de lo contrario la matarías! ¡Pero yo ya estoy hasta la madre de no poder estar con Nana!

Sanzu le soltó un puñetazo, haciendo que Chifuyu casi cayera al suelo.

—¡Ya basta, maldición! —Exclamó papá tratando de separar a Sanzu de Chifuyu.

Tanto mi tío como papá, sujetaron a ambos chicos.

—¿Qué estás diciendo, Chifuyu? —Le preguntó mamá, después de ver qué yo no parecía estar en este plano astral.

—Mi madre... esa incubadora con patas, es adicta... y se metió en problemas con el jefe de Sanzu... el jefe es un narco muy conocido... La cosa es que... Sanzu me dijo que podía ayudarme con mi madre, si me alejaba de Nana para....-

—¡Deja de decir estupideces! ¡Yo no te dije anda de eso!

—¡Cállate Haruchiyo, deja que hable! —Exclamó papá empujando a Sanzu contra el auto del menor.

—Que si me alejaba de Nana para que él pudiera tenerla.... él ayudaría a mi madre... —Dijo y todos se quedaron en silencio. —Cometí el error de dejarla.... y ahora me arrepiento mucho. Yo dije muchas cosas que eran mentira, perdón, en verdad lo siento.

Chifuyu comenzó a llorar, tanto que incluso me hizo sentir mal, parecía un niño pequeño perdido.

—Chale, que juerte. —Dijo Rubí sorprendida.

Sanzu se libró del agarre de papá, y se lanzó contra Chifuyu, maldiciendo y gruñendo.

Intentaron separarlos pero no sucedió la gran cosa, Chifuyu se defendía como podía, eso hasta que llegó la policía, y subieron a Sanzu a la patrulla policial.

—¡Nana, yo te amo! —Exclamaba. —¡Te juro que yo no haría nada de eso! ¡Yo voy a protegerte!

—Ay ajá, y yo soy el guardia de seguridad del presidente. —Dijo el policía, quién lo terminó de subir a la patrulla.

—¡Nana, no pueden hacerme ésto, van a arrepentirse!

La patrulla se fue, y tiempo después Wakasa llevó a Chifuyu a su casa.

Estaba muy en shock, nunca me hubiera imaginado algo así. Todo era tan confuso, y en verdad esperaba que ya no sucedieran cosas así.

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you right [Tokyo Revengers]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora