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Lisa empezó a respirar con dificultad, quería quitarse aquella estúpida bolsa de tela que tapaba su cabeza, pero sus manos estaban amarradas a los antebrazos de la silla en la cual estaba sentada

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Lisa empezó a respirar con dificultad, quería quitarse aquella estúpida bolsa de tela que tapaba su cabeza, pero sus manos estaban amarradas a los antebrazos de la silla en la cual estaba sentada.

—¿Hola? ¡Hey! —se sacudió—. ¡¿Hay alguien ahí?!

La bolsa fue bruscamente sacada de su cabeza, frunció el entrecejo cuando sus ojos chocaron con mucha iluminación dentro de la gran sala.

—¡¿Quién es usted?!

—Yo haré las preguntas, tú no —afirmó con dureza—. ¿Dónde diablos está el Wonseog?

—No lo sé —se exasperó con miedo—. Por favor déjeme ir.

Una navaja se clavó cerca de una de sus manos pero sin llegar a tocarla, esta solo pudo gritar con temor.

—Gwon —se inclinó hacia la chica—. Yo soy Gwon MinHo.

Lisa guardó profundo silencio. Ahí estaba la razón de toda la peligrosa travesía a la que se metió por casualidad.

Gwon mostró el diamante y lo tiró sobre la pequeña mesa.

—¿Cómo conseguiste eso?

—La pregunta no es cómo, sino el porqué obtuve esta miserable cosa —cogió un martillo y golpeó la joya, partiéndola en miles de pedazos

—¡Si usted lo quería! ¿Por qué lo rompió? —exclamó incrédula.

—¿Dónde está el verdadero Wonseog? —su mirada era fría y controladora.

—¿Ese era falso?

—El verdadero Wonseog habría destrozado el martillo.

—Ella pasó mucho tiempo con Jennie —Seung hizo acto de presencia.

—¿Bak Seung? —preguntó la pelinegra—. ¿Qué hace usted aquí?

—Nos volvemos a ver, Lalisa.

—¿Tú trabajas con él? —se sorprendió aún más—. Se los juro, yo no tengo el diamante. No sé dónde está el verdadero.

—Shh. ¡Silencio! —Bak tomó a Lisa del cuello y acercó una jeringa a su rostro—. O de lo contrario... —apuntó hacia su mejilla, punzando levemente—... ¿Comprendes? —la tailandesa
asintió con lentitud—. Eso es, buena chica.

Seung se alejó de ella para inyectarle el líquido en uno de los brazos. Lisa gimió de dolor.

—Bien, ya no habrá más mentiras de tu parte.

Tan pronto como dijo aquello, la cabeza de la pelinegra empezó a dar vueltas, se sentía mareada y medio ido. Otra vez aquella sensación extraña que nublaba sus sentidos.

Malditos sedantes.

—Ahora muchachita —habló MinHo—, solo hablarás la verdad y nada más que la verdad. ¡Dime!

The wonseog | JenlisaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora