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Mientras Lev me observa parado junto a la cama, rozo la yema de mis dedos por todas las superficies que encuentro, sintiendo sus texturas.

—¿Qué viene ahora? —es la primera vez que inició una conversación entre nosotros, siempre es el príncipe quien tiene la iniciativa— hablo de la profecía, ¿ya encontraste a tu compañera de sangre y ahora qué?

—Bueno ahora deberíamos de comenzar en la escuela, es lo que hacen todos al encontrar a sus compañeros, pero mamá no permitirá que pongas un pie fuera del palacio, ya viste como se puso solo porque tomabas algo de sol.

Mi cárcel ha agrandado en algunos kilómetros, pero sigue manteniéndome cautiva.

—Me gusto tomar el sol, es cálido.

—Puedes hacerlo cuando quiera, junto a la piscina hay algunas tumbonas donde puedes acostaste incluso —sonrió ante la amabilidad del príncipe.

—¿Si no podemos comenzar la escuela como estaremos preparados? —Lev me mira asombrado.

—¿Por qué te preocupa la profecía?, si fuera tú, si hubiera vivido la mitad de lo que has vivido desearía ver este reinó hundirse más que nada en este mundo.

—Y lo hago, poco me importa este reino, si las llamas lo cubren o si su rey muere, pero a ti si te preocupa.

—¿Me quieres ayudar porque somos compañeros de sangre?

—No Lev, te quiero ayudar porque has sido bueno conmigo, hace mucho que había olvidado como se sentía recibir la amabilidad de una persona.

—Es raro como para mí mucho tiempo serían dos o tres años, mientras tu hablar de cientos de años y aun así luces más joven que yo. ¿Qué edad tienes exactamente?

—Cuatrocientos cincuenta y dos —Lev sonríe, me gusta su sonrisa.

—Solo aparentas dieciocho.

—Gracias por el cumplido —Al ser de reinos distintos nuestros tiempo de vida son distintos, aunque a pesar de mis años aun soy una adolecente. Miro rápido hacia la puerta.

Siento una presencia que nos vigila, en realidad la escuche desde que se acercaba por los pasillos, pero pensé que se trataba de alguien del servicio y que seguiría de largo, lleva unos minutos escuchando nuestra conversación.

Al ver que ha sido descubierta la chica intenta ocultarse rápidamente tras la puerta, es muy tarde.

—¿Quién es? —el príncipe también la ha visto.

—Entra, por favor —La chica aparece de atrás de la puerta, la reconozco.

Se trata de la prometida de Lev, Adana. Ahora que la observo de frente soy consciente su belleza.

Posee grandes senos, a los hombres de mi reino solían atraerlos demasiado las mujeres con grandes cualidades, y por las conversaciones que he escuchado de los guardias en estos años, sé que a los hombres de este reino también, al fin a al cabo que importa el reino, siguen siendo hombres.

Su cabello es lacio, negro y brilla, cae hasta la mitad de su espalda. Sus fracciones son delicadas, sus manos delgadas, sus cejas finas, sus ojos marrones y a pesar de estar a unos metros de distancia desde que caminaba por los pasillos pude sentir su olor. Es como una flor, una perfumada, rara y bella flor.

—Hola, te estaba buscando, veo que te encuentras ocupado en este momento. No quiero incomodar —La chica habla nerviosa, no tanto como la sirvienta. Su voz tiembla un poco, pero no tartamudea, aun así se escucha angelical.

—Solo estábamos hablando ¿Qué necesitas?

—Tu mamá me ha mandado a informarte que la comida estará servida en media hora, también venía a despedirme.

—La despediré, puedes irte aclimatando en el dormitorio mientras hablo con Adana —Asiento, mientras el príncipe se retira tras su prometida— ¡Ah!, y Circe, nos vemos en el comedor en media hora.

Me quedo sola y dejo caer mi cuerpo sobre la cama, el colchón se hunde con el escaso peso de mi cuerpo, las sabanas son de seda.

Permanezco inmóvil, con los ojos cerrados, exclusivamente centrándome en el sonido del aire al entrar y salir de mis fosas nasales.

Sabía que sería liberada, dos generaciones antes de nacer el rey Isa, su bisabuela llevó al profeta del reino a mi calabozo, un hombre en ese entonces. Ella necesitaba comprobar que yo no sería un peligro, como mismo hicieron de distintas maneras algunos de los reyes anteriores.

No todos se tomaban el trabajo de ir a hablar conmigo, ella si lo hizo. El profeta no vio nada malo, eso tranquilizó a la mujer y antes de irse me informó con la mirada pérdida:

En unos años podrás salir de estas mazmorras, aunque no culminara tu cautiverio.
En unos años serás necesaria, aunque no querrán admitirlo.
En unos años tendrás suficiente poder para acabar con todo, aunque no está claro lo que vayas a hacer.

Repito cada palabra que me dijo el hombre aquel día antes de ponerme de pie y salir de la habitación.

Ahora cada una de sus frases tiene un sentido para mí.

Bajo por unas escaleras, me pierdo por algunos pasillos, pero al encuentro el comedor, mientras me acercó escucho las voces de los comensales.

—Deja de esperar por ella, ha pasado más de una hora, no llegará. Esa rata al menos conoce su lugar y no se atrevió a sentarse en la misma mesa que nosotros —esa es claramente la voz de Ashira. Aprietos los puños

—Iré a buscarla — mis dedos se aflojan, es Lev quien le responde.

—No te apartarás de esta mesa hasta que todos los platos estén vacíos, ¿dónde están los modales que te hemos enseñado? —nuevamente la voz de la reina.

—Pero, ¿Qué hay de Circe?

—No debe tener tanta hambre cuando no se ha presentado —habla una voz suave que no he escuchado antes.

—Puede comer más tarde con la servidumbre —otra voz femenina que no reconozco.

—Así que Circe es el nombre de tu compañera —Isa pronuncia.

Apresuró el paso para estar dentro de la habitación antes de que alguien más se atreva a hablar de mí a mis espaldas.

—Has venido —los ojos de Lev brillan.

Junto a él se encuentra una silla vacía en la que me siento.

Una empleada se apresura a servir un plato para mí y colocarlo frente a mi asiento.

—Se ha atrevido a venir, y vestida como una indigente —no aparto los ojos de la reina mientras esta escupe esa frase, no sé que tiene de malo mi ropa, es lo más decente que visto en año, al parecer no es suficiente para su realeza.

—Mamá, ella no tiene más ropa, mañana me encargaré de traer a un sastre.

—Piensas comprarle cosas con nuestro dinero, el dinero del reino.

Suspiro cansada, al principio creía que si ignoraba las palabras de la reina esta se daría por vencida y me dejaría ser, ahora veo que no, esta mujer necesita ser puesta en su lugar al menos una vez en su vida.

—No se preocupe por mí, —todos me miran al ver que puedo hablar Barych con total fluidez, como si de mi idioma materno se tratará— no tengo ningún inconveniente en andar sin ropa por el palacio, después de todo Baruch es una tierra calurosa.

Los ojos de Ashira parecen querer salir de su órbita y el rey lucha por evitar sonreír.

No le presto atención a la reacción de nadie más en la mesa.

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