Reinos

11

Narra Lev:

Todos los invitados de la fiesta están complacidos, conocen el rostro y nombre de mi compañera de sangre, nadie sospecha que proviene de otro reino.

En la mañana todos estarán felices y comentando sobre la maravillosa celebración que se llevó a cabo en el palacio.

—¿Cómo estás? —Circe parece algo incómoda con tanta gente alrededor.

—Me duelen los pies —río por su comentario.

Cuando la vi entrar en la sala quede petrificado, luce demasiado hermosa. Mara ha hecho un buen trabajo.

—No veo sillas vacías, pero allá hay un muro, puedes descansar los pies un rato, está apartado y nadie te notará —piensas por unos de minutos.

—Está muy lejos, y aún no soy demasiado buena en esto de caminar sobre tacones —se observa los pies.

—No te preocupes, te sostendré —asiente.

Nunca antes había conocido a una chica que admitiera su torpeza, todas intentan lucir femeninas y perfectas la mayor parte del tiempo, nunca antes había conocido a nadie como Circe.

Comenzamos a caminar, teniéndonos que detener en algunas ocasiones que alguien se acercaba a saludarme o conocer a mi compañera de sangre.

—El camino ha sido más largo de lo que imaginé —menciona dejando caer sus glúteos contra la superficie del muro al llegar y moviendo sus pies para que los tacones caigan al suelo.

—¿Duelen mucho?

—Solo espero que nunca tengas que usar uno de esos, son horribles —sonrío, no demasiado alto para no llamar la atención de nadie.

Me arrodillo y extiendo una mano.

—Dame tu pie, puedo ayudar —duda, mientras acaricia con sus dedos la tela del vestido. Teme que en mi posición pueda ver lo que hay abajo.

Me retiró el saco que llevó y se lo colocó sobre las piernas, luego regreso a la misma posición de antes y ella al final coloca su pie sobre mi mano.

Comienzo a masajear la planta.

—No es raro que su alteza, hijo de Isa, el rey inmortal y Ashira la reina malvada, príncipe de Baruch, se encuentre arrodillado dándole un masaje a los pies de una ex prisionera, niña maldita del reino oscuro.

—¿Acabas de llamar a mi mamá malvada? O no, no permitiré eso —finjo molestia y donde estaba masajeando ahora rozó mis dedos ocasionando cosquillas. 

Evito su pregunta, pero la respuesta seria que hay arbustos rodeándonos, nadie nos ve, y de hacerlo a menos que este demasiado cerca no sabría que somos nosotros.

Circe ríe descontrolada y me patea instintivamente para qué me alejé, no esperaba es que el golpe fuera tan fuerte.

La patada no duele, pero si hace que pueda el equilibrio cayendo sobre uno de los arbustos y raspando mis brazos.

—Dios —se asusta y corre descalza hacia mí— ¿Estás bien? Lo siento no era mi intención, no quería...

—Tranquila no es nada, solo unos arañazos —me incorporó, elevo las mangas de mi camisa para ver que tan grave es el daño.

—Mierda —es la primera vez que la escuchó decir una mala palabra, parece preocupada— cuando tu mamá te vea pensara que lo hice a propósito.

—No te preocupes por mi mamá.

—Como no hacerlo, ya me odia, si te ve así, no puedo ni pensarlo, me matara.

—Ella no se enterará, cubriré las heridas con él sacó, en la mañana iré con la sanadora, no sabrá que esto ocurrió, es nuestro secreto.

—Nuestro secreto —repite después de mí.

—Sí, ahora respira y pásame él sacó para cubrir mis brazos.

Hace lo que le digo.

Toma el saco del suelo, salió volando cuando corrió para comprobar que yo estaba bien y me lo extiende. Lo tomó.

No puedo evitar hacer un gesto de dolor al intentar ponérmelo. Las heridas arden.

—¿Seguro que estás bien? —se ve tan apenada.

—Sí, solo que escuecen un poco.

—¿Puedo ver? —le muestro los brazos.

Ella los toma con ambas manos, cierra los ojos y comienza a inhalar la mayor cantidad de aire que puede, espero a que bote el aire, no lo hace, aguanta la respiración.

Cuando estoy a punto de preguntarle que hace, unas venas negras aparecen en sus pálidos brazos. Las venas se mueven, un olor a niebla se apodera de mi nariz y mi dolor desaparece.

—¿Qué ha sido eso?

—Te he quitado el dolor —me informa.

Y me doy cuenta, nunca le pregunte que poder tenía.