Narra Lev:
Siempre escuché historias de los ciudadanos de la región olvidada, desechos sociales, personas con bajo intelecto, mal educados, peligrosos.
Todo lo contrario a Circe, por los cuentos que he escuchado las personas del reino oscuro carecen de modales, mi compañera de sangre con respecto a modales no tiene nada que envidiarles a la realeza.
Observo como sabe que cubierto tomar entre los cientos que hay sobre la mesa y lo usa con total naturalidad, su postura es la correcta, no habla con la boca llena, tampoco es que hable mucho cuando no nos encontramos solos.
Termino mi plato apresurado nada más para deleitarme con su educación.
Después de Circe insinuar que andaría desnuda por el palacio mamá evita los comentarios hacía y sobre ella, mi tía y prima también se encuentran en la mesa, observar a mi compañera al igual que yo, lo que ellas dos no comparten la curiosidad de mi mirada, más bien son más como mamá, la detestan sin darle antes una oportunidad.
Ghaliga, Abnus y Tanit se encuentrsn en la esquina más apartada, los tres mirando fijos sus platos sin querer formar parte de la conversación.
La comida termina, me retiró cuando los platos estan vacios como ordeno mi madre, acompañado de Circe por los pasillos.
La chica inspecciona atenta todo a sus alrededores, muestra por el palacio la misma curiosidad que yo nuestro hacia ella. Me gusta como entrecierra sus ojos cuando le presta demasiada atencòn a algo o como juega con sus dedos cuando esta distraida o pensando.
Una vez llegamos a los dormitorios me despido entrando a mi cuarto.
Me desprendo de la ropa entrando al baño, dejo que el agua caliente me golpee, ha sido un día largo, complicado, con demasiados giros inesperado.
En la mañana todo parecía tan simple, llevarían a cabo mi ceremonia, con suerte tendría a Alana como compañera, luego iríamos todos al banquete y había un baile. Se anunciaría oficialmente el nombre mi de compañera al pueblo, había fiesta. Dentro de unos meses comenzaría en la escuela y estaría más que listo para cualquier calamidad que atravesará él reinó, pero apareció Circe y cambio todo esto.
Cuando entro a la habitación algo me decía que mirará hacia el techo y mientras no lo hacía mi pecho ardía, luego la vi, cubierta de tierra y suciedad, sigilosa, supe que era ella.
Comencé a hablar en un idioma que nunca estudie con ella.
Luego la vi después de bañarse, mi pene se comienza a endurecer —mierda— ya todos la odian demasiado por ser mi compañera de sangre, si descubren que me siento atraído por ella, niego con la cabeza, yo tengo a Alana.
Salgo de la ducha secándome en una toalla, visto un pantalón de dormir y me envuelvo entré las sabanas.
Mi cabello mojado gotea sobre la almohada, no me importa, mañana alguien se encargará de cambiarlo.
Cierro los ojos, relajo mi cuerpo, hasta intento contar ovejas, pero nada funciona, Circe no sale de mi cabeza, por lo que la comienzo a contar a ella.
—Una Circe, dos Circes, Tres circes... Cincuenta y cuatro Circes —no funciona, podría seguir contando números hasta llegar a su edad y seguiría despierto.
¿Ella podrá dormir?
Me levanto de la cama, un vaso de leche ayudará.
Me desplazo por los pasillos hasta llegar a la cocina, todo está en silencio, y oscuro.
Abro el refrígerador, agarró una jaròn lleno de leche fría y comienzo a verter el líquido blanco dentro de un vaso, la leche es blanca como el cabello de Circe —comenzaré a enloquecer si continuo así— pienso, cuando mis ojos captan una sombra que se mueve afuera de la ventana.
Me acerco al cristal con el vaso en la mano.
Es Circe, sí, es ella, está inclinada a unos metros de unos arbustos, parece estar llamado a algo, es un conejo, un diminuto y esponjoso conejo blanco. El animal se acerca con dificultad, algo le ha sucedido en una pata, la tiene rota.
La peliblanca acaricia al animal con sus dedos, este parece estar sufriendo, mi compañera en lugar de como pienso que hará, coger animal y entrarlo a la casa para curarlo, en un ágil y limpio movimiento tuerce su cuello dejándolo sin vida.
Mi mirada no se aparta de la escena.
Acaba de matar a un conejo con sus propias manos, ni siquiera ha pestañeado al hacerlo.
Veo como con sus dedos escarba en la tierra por unos minutos haciendo un hoyo donde introduce al animal y cubre con tierra su cadaver, para luego quedarse observando por unos cortos segundos antes de levantarse y mirar en mi dirección con los dedos aun cubiertos de tierra.
Mi vaso de leche cae al suelo, rompiéndose en mil pesados.

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Reinos
FantasíaHuesos rotos. Polvo. Cenizas. Oscuridad. La hora del rey inmortal se aproxima. El reino bendito caerá. Celeste perderá su brillo, el azul se teñirá de negro. El fin se acerca. No estamos preparados. Las sombras se aproximan, huelen a polvo y cenizas...