9

1 0 0
                                    

Narra Lev

Tomó una ducha rápida.

El tiempo ha volado mientras me ponía al día con Latif, pero tenía que desahogarme con alguien sobre todo lo que viví el día de ayer. Incluso le dije como conté hasta cincuenta y cuatro Circes anoche, como la vi asesinar un conejo indefenso y al escuchar su explicación en lugar de sentirme aterrado lo vi demasiado tierno, como cuando me decía que las estrellas eran hermosas, moria por decirle que yo la veía más hermosa a ella, pero en lugar de eso solo afirme sus palabras.

Secó mi cuerpo.

Y comienzo a entrar en el traje que antes coloqué sobre la cama. Es negro. Buscando combinar con cualquier cosa que decida usas mi compañera hoy.

Salgo del dormitorio, encontrándome con Salma.

—¿Ya Circe ha acabado? —interrogó

—No sé, compruébalo por ti mismo —no le agrada mi compañera.

—Salma, se supone que debías ayudarla —la reprendo.

—Alégrate de que accedí a prestarle algo de mi ropa.

Pongo los ojos en blanco y sigo mi caminó.

Golpeó la puerta con mi puño.

—Hola, vine a comprobar que todo esté bien.

—Hola —habla sin abrir— si todo está bien, más menos, casi término.

—¿Necesitas ayuda? —por su voz sé que la necesita.

—Creo que si, pero prefiero que no me veas así —pienso por unos segundos— Lev, ¿sigues ahí?

—Sí, aquí estoy, me iré por unos minuto, regresaré con ayuda no te muevas de donde estas.

Salgo corriendo por los pasillos sin esperar la respuesta de la chica.

Dios como se le ocurre a Salma dejarla sola, Circe ha pasado media vida en una prisión, y la otra mitad con apariencias de niña, no tiene ni idea de como maquillarse, o que vestir.

Busco a Latif.

Me dijo que estaría esperándome en el salón junto a los otros invitados.

El lugar ya está llenándose de gente.

Papá y mamá me llaman para que salude a algunos de sus invitados, no tengo tiempo para esto, Circe necesita ayuda y esta noche tiene que ser perfecta.

Me acercó a donde están mis padres y saludos a todos cortésmente, mientras intento localizar a Latif con la vista, no lo veo por ningún lado.

—Hola Lev —me saluda Adana.

—Hola —Adana deposita un beso sobre mi mejilla, y por alguna razón desconocida siento que esto está mal.

—Tienes un minuto, me gustaría que habláramos.

—Lo siento Adana, no puedo —la desesperación se apodera de su rostro.

—Será solo un minuto, no te robaré mucho tiempo, sé que debes estar muy ocupado.

—Bien, pero solo un minuto —no, no tengo un minuto.

—Gracias, salgamos fuera, está más tranquilo.

Caminó con Adana hasta el balcón, esta preciosa, lleva un vestido que resalta sus curvas y tengo una buena vista de su trasero mientras avanza—mierda, debo dejar de mirarla y ayudar a Circe.

—¿De qué quieres hablar? —cuanto más rápido responda sus preguntas, más rápido podré regresar con ayuda para mi compañera.

—¿Quiero saber cómo estás llevándolo todo? —coloca sus dedos sobre los míos— ya sabes, con esa chica desconocida como compañera y todo lo que está pasando en el reino por la profecía.

—Estoy bien, gracias por preocuparte por mí —giro dispuesto a irme.

Adana endurece su agarré en mi mano, la miró.

—No me mientas como haces con todos Lev, dime la verdad.

Le he dicho la verdad, estoy bien, pero ella necesita verme débil para así poder consolarme y sentir que hace correctamente su papel de novia.

Bien, le daré lo que quiere.

Dejo escapar un largo suspiró intencional mientras miro hacía la punta de mis zapatos para que mis próximas palabras suenen más creíbles.

—Nunca he podido ocultarte nada, verdad, me conoces mejor que nadie. No estoy bien, siento que tengo demasiado peso sobre mis hombros. Todos esperan que los salve de ese mal que nadie sabe que es, pero no me siento preparado, nadie en mi situación lo haría — le repito el cuento, lo que una versión distinta de una conversación parecida que tuvimos una semana atrás.

Antes si me encontraba preocupado y todas esas palabras si eran verdad, en parte. La primera vez que se las dije sí que eran verdad, luego conocí a mi compañera de sangre y lo único que hay en mi cabeza es Circe.

Adana me abraza.

—Sabes que estoy aquí para cuando necesites hablar.

Besó su frente, una semana atrás este beso estaría en sus labios, hoy siento que si la beso estaría mal.

—Lo sé, y te lo agradezco muchísimo.

Adana se siente bien en mis brazos, sus senos presionan contra mi pecho, quiere hacerme feliz. Si llevo a mi habitación no duraría en hacer lo que yo quisiera solo con tal de que le regale una sonrisa, de sentir que nuestro noviazgo funciona, no lo hace. Es sexy, atenta, me atrae físicamente, pero no estoy enamorado de ella.

—¿Y dónde está esa sexy compañera tuya? —busco con la mirada al dueño de esas palabras, esa boca tan descarada nada más puede ser de una persona.

—Latif, te he buscado como loco ¿Dónde estabas? —Adana se separa de mi cuerpo y la incomodidad se apodera de su rostro.

Nunca le ha agradado mi mejor amigo.

—He tenido qué ir a buscar a Mara —miro la chica baja de pelo azul oscuro tras de él. Su compañera de sangre. Perfecto.

—Adana, podemos seguir con nuestra conversación más tarde, necesito atender algunas cosas con Latif —mi prometida asiente.

—Iré a saludar a Salma y a tu tía, nos vemos más tarde —da un fugaz beso en mis labios para luego alejarse.

Limpio mis labios con la mano, mi amigo me mira, pero no dice nada.

Tomo a Latif y a Mara por las manos arrastrándolos dentro de la casa.

—Que bueno que han aparecido, los necesitó, más bien a ti Mara, tenemos un pequeño problemilla que resolver.

Reinos Donde viven las historias. Descúbrelo ahora