Capítulo 2

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Narra Nat:

Es imposible que de ser la sirena más hermosa de los siete mares, ahora soy un hombre y lo peor es que mi tía le está echando la culpa a mi humano. Estaba quejándome por ese cambio tan drástico, haciendo pucheros y demás, cuando pasé frente al espejo y pude contemplar mejor mi nuevo cuerpo.

- ¿Esta soy ahora? ¡Soy hermosa, aún con cuerpo plano!

PLAF (Golpe)

- Guapo... ¡GUAPO! G-U-A-P-O... Me permito recordarte que eres hombre, así que no te refieras a ti mismo como mujer.

- Pero el golpe fue innecesario. - Me quejé sobando mi cabeza. - Está bien, soy muy guapo.

- Bueno, lo importante es que salgas del océano, pronto tu cuerpo se convertirá por completo y los humanos no respiran bajo el agua.

Raya me pide que me sujete de él y con su rapidez para nadar, me llevó a la misma playa donde dejé a aquel precioso hombre. Jamás había usado piernas, toda mi vida fue impulsarme con mi cola, así que cuando traté de pararme, mi torpeza se hizo presente, haciéndome tropezar en varias ocasiones.

- ¡Cuidado! - Una voz varonil muy hermosa gritó y caí en los brazos de esta persona.

- ¡Eres tú! - Fueron mis palabras cuando lo vi abrazándome, pero desvió su mirada hacia abajo.

- ¡Estás desnudo! - Sorprendido, me suelta y se dio vuelta.

- ¿Desnudo? ¿Qué es eso?

- ¿Acaso no conoces el concepto de usar ropa? ¡Esta no es una playa nudista!

- ¿Ropa? ¿Nudista?

- ¿Nat? - Me llama Bel desde el aire y le supliqué por ayuda, ya que no entendí nada. - Los humanos usan ropa, estúpida.

Entonces se va volando hasta mi humano y le quita algo largo que tenía sobre su hombro, después vuela de regreso a mí y me lo entrega. Solo una vez me asomé entre las olas y vi que los humanos le dan muchos usos a esta cosa y ni siquiera sé que es, pero traté de colocarla como creí que iba.

- ¿Así está bien?

- Jajajaja, no va en la cabeza, déjalo te ayudaré. - Se acerca y enreda aquella cosa en mi cintura.

- ¿Cómo se llama esto?

- Mmm... Es una toalla.

- Es bastante cómoda.

Empecé a caminar tratando de probar mis piernas, pero es tan difícil dar más de dos pasos, no entiendo cómo pueden hacerlo los humanos. Preferí sentarme sobre una roca para ver si estas cosas respondían mejor a otro tipo de estímulo y él extendió su mano cerca de mí rostro.

- Puedo ayudarte a caminar, sujétate de mi brazo.

Esa propuesta me hizo tan feliz, que más tardó él en decirme eso, que en que yo saltara de la roca, llegara a su lado y me sujetara con fuerza de su brazo. Caminamos por un rato bastante largo y aunque me dolió, descubrí que solo necesitaba práctica; pero sus preguntas me pusieron nervioso.

- Me llamo Max, ¿y tú?

- Soy Nat.

- Parece que no me conoces, lo cual es muy extraño, ya que soy el príncipe y único soberano sobre esta isla.

- Si eres un príncipe, ¿por qué te abandonaron en un barco donde casi te comen los tiburones?

- ¿Y tú cómo sabes eso?

Supe que había metido la pata por su tono de voz y la forma en que me miraba cuando me hizo esa pregunta que más que inquietante fue incómoda. Durante unos segundos mi mente se quedó en blanco, hasta que logré ver unas casas a una distancia considerable y con eso obtuve una solución.

- Escuché que alguien del pueblo lo dijo mientras estaba escondido entre las rocas.

- Oh bueno, he estado recuperándome, así que no he podido visitar el pueblo.

- Te ves mucho mejor ahora.

- Gracias, solo salí a dar un paseo y te encontré... Por cierto, ¿dónde vives?

- En el océano. - Contesté sin pensar.

- ¿Ah sí? ¡Eso es nuevo! Jamás supe de un visitante que viviera en el océano.

Aunque traté de aclarar, ya me había equivocado de nuevo, pero es mucho más extraño referirme a mí como si fuera un hombre. Quisiera volver y decirle a mi tía que me convierta de nuevo en sirena; pero al ver a Max riéndose de mis palabras, hace que todo esto que hice por él, valga la pena.

Después me dijo que como no vivo en la tierra como los humanos normales, me invitaba a quedarme en su palacio el tiempo que necesitara. Llegamos al lugar que estaba lleno de personas con uniformes, recorriendo el palacio de arriba a abajo con mucha rapidez y eficiencia.

Entonces le dijo a una de ellas que me llevara a una habitación y buscaran ropa de mi talla para que pueda vestir. Pero cuando me entregaron la ropa, no sabía cómo debía usarla y en lugar de pedir ayuda a cualquiera, les pedí que fueran por Max con gran urgencia.

- ¿Qué pasa? ¿Estás bien? - Invade como loco la habitación.

- Emmm...

No pude decir nada cuando vi su ropa desordenada, sus mejillas ruborizadas y la forma en que entró, casi se me cae la baba de la boca y mordí mi labio inferior. Solté la toalla por la impresión que me causó, él miró hacia abajo y me sentí tímido por la manera en que se comió mi cuerpo con sus ojos.

- ¡Nat! - De pronto se dio la vuelta. - ¿Otra vez desnudo? ¿Acaso no te mandé ropa?

- Es que yo... - Mi lengua se sentía enredada. - No... No sé en qué orden debo ponerla.

- Levanta la toalla y cúbrete, te ayudaré. - Hice lo que me pidió.

- Ya me cubrí.

Lentamente giró, dejando al descubierto ante mis ojos su rostro sonrojado y me gustó verlo así, sentí que fue por mí que él se puso de esa forma. Se acerca a la cama, agarra una prenda pequeña y la pregunta que recorrió mi mente, es si solo eso voy a ponerme; pero él me interrumpió al inclinarse.

- Levanta un pie.

- ¿Mis piernas deben entrar por allí? ¿Eso es todo lo que vestiré?

- Sí, una pierna en cada agujero y por supuesto que no, no permitiré que nadie más te vea.

- ¿Qué dijiste? - Me emocioné al escuchar sus palabras.

- Que ya es tarde, debemos bajar a cenar, por favor colabora.

Me puso esa primera prenda mientras se burlaba diciendo que soy como un niño y que es la primera vez que ayuda a otra persona a vestirse. Me ayudó a ponerme unas cosas llamadas pantalones y otra llamada camisa, me explicó cómo colocar los botones y me dijo que sólo eso, porque hacía calor.

Colocó unas camisas pequeñas en mis pies, que no pregunté sus nombres y después unos zapatos; terminamos en un tocador cerca del baño, donde me aplicó cosas que estaban en frascos con aromas deliciosos, pasó algo sobre mi cabello, él lo llamó peine y me miró fijamente.

- Te ves muy bien, puedo decir que hice un buen trabajo.

Me levanté de la silla, me acerqué a él, puse mis manos sobre su pecho y fui testigo de como su cuerpo se tensó al instante de sentirme. Empecé a colocar los botones de su camisa como me había enseñado y me agarró de la cintura, logrando que esa parte en mi entrepierna se sintiera extraña.

- Debemos irnos, la cena está lista.

Fueron sus únicas palabras casi en un susurro cerca de mi oído izquierdo, antes de soltarme y guiarme hasta el inmenso comedor...

Amor De Sirena "MaxNat"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora