((UN PAR DE MESES ATRÁS))
El ambiente entre la Resistencia no era el mejor de todos. La cantidad de soldados heridos era abrumadora, la pelea interminable contra la Comisión Tenryou era exhaustiva y, más allá de eso, la moral de todos estaba por los suelos.
—Maldición, cómo hemos llegado a esto... ¿cuánto más durará la guerra? —murmuró un soldado con agobio, reposando en el suelo.
A su lado, varios compañeros suyos emitieron un sonido con la garganta, dejando en claro que pensaban igual que él.
—Lo único que queda es resistir... por mi familia, por la Resistencia. Por Inazuma.
Algunos tenían la suficiente luz y energía para levantar el ánimo de la gente a su alrededor, otros simplemente se quedaban engullidos en su propia nube gris de pesimismo, pues una guerra no era ningún juego. Uno podía morir y su muerte no tendría tanta importancia, sólo sería un soldado caído más que con el tiempo sería reemplazado. O eso decían las mentes más negativas.
Gorou intentaba honrar su título de comandante cuidando de sus soldados, por lo que cada que podía (y no tenía tanta vergüenza) iba con ellos y les preguntaba cosas personales, como cuál era la bebida favorita de alguno, cuál estación les parecía mejor, qué naciones les interesaría visitar, etcétera.
Siempre conseguía unas respuestas positivas, pues la gente confiaba en él. Creaban una conversación lo suficientemente larga como para que Gorou tuviera que excusarse la mayoría del tiempo por haberse entretenido demasiado en un solo grupo de personas, y eso decepcionaba a sus soldados, pero le sonreían cada vez que Gorou se disculpaba por ello.
Ser parte de la Resistencia era duro y agotador, pero era un papel que alguien debía desempeñar, y a Gorou le honraba ser parte de ello.
Gorou estaba de patrullaje cuando uno de sus soldados vino trotando hacia él, diciendo que tenían un nuevo refugiado.
—No es cualquier refugiado, no fue víctima de la guerra —dijo después de ver la expresión confundida de su comandante ante la conmoción por otro refugiado más—. Según rumores, escapó de la ciudad después de un duelo con la propia Shogun Raiden.
Gorou siguió inmediatamente a su informante hacia donde estaba aquel fugitivo.
Kokomi a veces rondaba entre los soldados y aquellos refugiados que permanecían en el Santuario Sangonomiya precisamente para hablar con ellos, escuchar sus penas y brindarles esperanza, así que no se sorprendió cuando la vio junto a varios soldados reunidos alrededor de algo que Gorou no alcanzaba a ver.
—Su Excelencia, ¿escuchó los rumores? —le preguntó Gorou después de saludarla.
—Sí, el fugitivo del duelo —asintió—. Por eso estoy aquí, vine a ver sus heridas.
—¿Está aquí? —Las orejas de Gorou se alzaron con sorpresa al caer en cuenta que lo que miraban los soldados era, probablemente, el fugitivo—. ¿Cómo se encuentra?
Kokomi asintió con la cabeza para dar a entender que físicamente estaba bien, pero luego bajó la mirada y su expresión de pesadez preocupó lo suficiente a Gorou como para utilizar su rango de autoridad para espantar a sus soldados para que le dejaran pasar y ver al fugitivo.
No estaba del todo seguro de qué estaba esperando encontrarse, pero definitivamente no esperaba eso.
Cuando escuchó que se trataba de alguien que había huido de un duelo contra la Arconte Electro, lo primero que se le vino a la cabeza fue algún hombre engreído que se había creído con la suficiente fuerza como para ir a un duelo contra la Shogun, el cual al final había huido como cobarde ante el evidente desequilibrio de habilidades. O tal vez un guerrero que se había retractado de su decisión en el último minuto y había decidido conservar su vida.
Pero no esperó que se tratara de un joven tan...
No estaba seguro de cómo describirlo, Gorou no era tan bueno con las palabras a la hora de describir algo tan... así.
El joven que yacía recostado en el suelo tenía un rostro encantador, grácil y fino, el tipo de rostro que había visto en el clan Kamisato anteriormente, y cuyas manos igual de delicadas parecían hechas para sostener un instrumento, no un arma.
Fue un choque tan desconcertante para Gorou que no se dio cuenta el muchacho, que tenía las manos entrecruzadas (una de ellas vendada) sobre su vientre, parecía aferrarse a algo entre ellas.
—No ha querido soltar lo que sea que lleve consigo —escuchó decir a Kokomi—. Intenté convencerlo, pero... parece como si no estuviera aquí.
Gorou se acercó cuidadosamente, evitando hacer movimientos bruscos o rápidos que pudieran despertar algún reflejo de combate (ya que eso solía suceder con otros refugiados de guerra), y cuando se encontró al lado del joven de cabello blanco, utilizó su voz más gentil.
—Hola, ¿cómo te llamas? —Sabía que ese era un inicio incómodo y brusco, por lo que siguió hablando—. Parece que has pasado por muchas cosas, ¿no es así? Pero ahora estás a salvo. Nada te hará daño mientras estés aquí, me aseguraré de eso.
Evitó cualquier contacto físico, pues a veces podía darse algún caso de alguien con un trauma con eso, y quería que el recién llegado estuviera lo más relajado que pudiera y entrara en confianza, no solo con él, sino con toda la Resistencia.
Sin embargo, el muchacho apenas reaccionó. Su mirada se encontraba pérdida, mirando hacia el cielo, y no sé movía casi nada, excepto cuando respiraba, parpadeaba y tragaba saliva.
Gorou se mordió el labio, sintiendo un poco de vergüenza e incomodidad por sentir que había sido ignorado, pero se tragó la sensación de ardor en su rostro y permaneció al lado del fugitivo, aferrándose al comentario que Kokomi había hecho una vez: "A veces la compañía silenciosa es suficiente para sentirse seguro. Algunas personas solo necesitan sentir la presencia de alguien, no escuchar ni ser escuchados."
Y después de un par de minutos, el fugitivo se movió. Giró ligeramente la cabeza y luego sus ojos hasta que miró directamente a Gorou. Este irguió la espalda, atento, y se quedó completamente quieto; intento no demostrar lo sorprendido que estaba en su expresión, sin estar del todo seguro de si lo había conseguido. Pero cuando el muchacho le dedicó una de las miradas más tristes y desoladas que Gorou hubiera visto, el comandante se sintió sin aire y no pudo esconder las emociones de su rostro.
—Yo me encargaré de él, necesito estar a solas —musitó Kokomi, llamando la atención de los soldados para que abandonaran la habitación. Luego, se volvió a Gorou—. ¿Podrías cubrirme la espalda por unos minutos?
—Por supuesto —le sonrió con amabilidad, feliz de poder ayudar a Su Excelencia.
Antes de retirarse, miró por última vez al fugitivo. Vio que Kokomi le hablaba con voz baja y suave, y la expresión del chico se rompía más y más. Sus manos dejaron de aferrarse a lo que llevaba consigo y Gorou pudo ver la carcasa de una visión, completamente vacía.
Con eso, se marchó, dándole la privacidad que quería a Kokomi.
__________
Esta es una prueba de un nuevo fic que quiero hacer. Por el momento está susceptible a tener errores, así que lo corregiré después.
ESTÁS LEYENDO
Hojas de Arce | Gorou x Kazuha [Genshin Impact)
Fanfiction-Cuando te conocí, estabas... completamente roto. Kazuha asintió lentamente, mirando el suelo. No parecía que le gustara escuchar sobre su pasada debilidad. -Pero cuando volví a verte, cuando apareciste en el campo de batalla... -continuó Gorou, hun...