Capítulo III: Norman Mayer está de regreso

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Faltaban tres semanas y media para el comienzo de las clases. No era mucho tiempo, pero sí suficiente como para que comenzara a preocuparme. En casa todo estaba mal. Mamá y Ela no hablaban, Mika se escapaba cada vez más seguido, ya no hablaba con mamá y a Ela solo le dirigía la palabra para burlarse de ella, a mí ni siquiera me miraba. Cada vez que le preguntaba algo a Mika, ya sea sobre Carter, sobre algo de la casa o lo que fuera, ella rodaba los ojos y decía que no interesaba o que no era de mi incumbencia. Todo era un desastre y yo solo rogaba que se arreglara antes del inicio de las clases. No tenía ganas de ser la única persona en el salón que no hablara con nadie, porque incluso Mika tenía a Carter ahora.

Salí de mi cuarto con las manos llenas de ropa sucia y, un segundo antes de cerrar la puerta, observé la cama de Mika. Estaba vacía y desacomodada. Yo ni siquiera había notado cuándo se había ido. Ni quiera estaba segura de si anoche había regresado. Era temprano, bastante, debían ser cerca de las ocho u ocho y media. Tenía que ser silenciosa, no debía hacer ruido al bajar. Lo que menos deseaba era despertar a mamá o Ela o ambas, sería demasiado incómodo estar en medio de las dos.

Bajé las escaleras en silencio y me encaminé hacia el lavadero. Dejé la ropa en el suelo, frente al lavarropas y observé el cuarto con cansancio. Nadie había estado lavando en los últimos días, había una pila enorme, la mayoría de prendas mías. Con una mueca de fastidio adornando mis labios, metí toda mi ropa a la máquina que se encargaría de dejarla limpia, si mamá, Ela o Mika querían que su ropa fuera lavada, que se encargaran ellas mismas. Cerré el lavarropas y, antes de arrancarlo, me tomé un segundo para recordar en qué programa debía ir. Mamá me lo había enseñado, mas no podía rememorar lo que me había dicho, la verdad era que no le había prestado mucha atención. Ella había hablado y hablado sobre ser responsables, autosuficientes y no sé qué cosas más y yo la había dejado de escuchar a los pocos segundos, había estado más preocupada por asentir para que se callara de una vez que interesada en prestarle atención a su discurso infinito.

El timbre sonó y maldije en voz baja. No tenía ni idea de quién podría ser a esa hora de la mañana, pero por su culpa mamá y Ela iban a despertarse. Estuve a punto de salir del cuarto de lavado, hasta que escuché pisadas saliendo de la cocina acercándose a la puerta principal. Mientras esta se abría, oí los pasos apresurados de Ela bajando las escaleras.

Entonces ellas ya estaban despiertas, ¿eh? Y esperaban a alguien, en secreto, porque si era un invitado del que Mika y yo debíamos saber mamá nos habría despertado temprano para ordenar y alistarnos, para estar «presentables», como decía ella.

Me arrimé a la puerta del lavadero, mas no me asomé para ver quien era. No podía arriesgarme a que me descubrieran. Así que agudicé mi oído y me centré en las voces que comenzaban a susurrar entre sí.

—Norman... yo... Que bueno es verte de nuevo —susurró mi mamá, impactada por la presencia del hombre—. No... no creí que... no sabía que ibas a regresar a Lontford, no me habías avisado nada —musitó con reproche.

La última tormentaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora