Capítulo I: Es hora de madurar

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Capítulo dedicado a SM_Ana_M porque hoy es su cumple. Igual ella ya lo leyó hace semanas, pero bueno, aún no pude avanzar más de los 4 caps que ya llevo escritos.

Por cierto, les recuerdo que esto es una secuela, por lo tanto, contiene spoilers del primer libro titulado Noche de tormenta.

Por cierto, les recuerdo que esto es una secuela, por lo tanto, contiene spoilers del primer libro titulado Noche de tormenta

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Mika era un dolor de cabeza. Uno muy grande. Demasiado. Ya no la aguantaba. Estaba cansada de que me castigaran por su culpa, por sus juegos infantiles, por sus bromas, por su falta de límites. Estaba harta de que me arrastrara con ella.

Ya no éramos niñas, no quería seguir actuando como antes. Pero Mika no lo entendía, no cambiaba, no maduraba. Siempre hacía lo mismo, espiaba a mamá y a Ela, se escapaba por las noches, veía documentales extraños y siniestros, molestaba a nuestros vecinos y compañeros de la escuela.

Por su culpa no tenía amigos, nadie se quería acercar a nosotras. Incluso había escuchado a varias personas susurrar a nuestras espaldas que estábamos locas, que no entendían cómo podíamos ser hijas de Ludovica, que no comprendían cómo era posible que estuviéramos emparentadas con Ela, o con Ada, porque, a pesar de que había muerto hacía tres años, la seguían mencionando, siempre que Ela no estuviera cerca.

Y Mika sabía todo esto, sabía muy bien que yo quería conocer a más personas, hacer más amigos. Y no le importaba, ni un poco. Cada vez que conseguía acercarme a alguien, ella hacía algo para arruinarlo. La última vez que había conseguido hacer una amiga, Mika había comprado una araña enorme en el veterinario, se había hecho pasar por mí y la había escondido en la cama de la chica. Claro está que ella no me volvió a hablar más, también es evidente que Mika lo disfrutó, como siempre. Estaba loca.

Quizás en el pasado a mí me había gustado molestar a las personas, ver cómo el pánico, provocado por una buena actuación, se filtraba en sus rostros, pero ya no más. No podía, no lo soportaba. Ya no quería ser así, hacía tiempo que había decidido cambiar. Pero ella no me dejaba, se negaba a aceptarlo y me obligaba a acompañarla, me hacía sentir culpable cuando la dejaba sola, cuando se escapaba por la noche y yo me preocupaba, recordando cómo había muerto nuestra prima.

Solo quería que Mika lo entendiera de una vez, que se diera cuenta de que era hora de madurar.

—¿A dónde vas? —le pregunté a mi gemela cuando comenzó a meter comida y abrigo en una mochila. Faltaba menos de una hora para que anocheciera.

—¿Qué te importa? —escupió y sus ojos verdes me observaron con fastidio—. No te lo voy a decir, bastante tengo ya con que me delataste con mamá, traidora —gruñó.

Rodé los ojos. Seguía molesta por lo que había hecho hacía una semana.

—Ya te vengaste —repliqué y me asomé por arriba de la mochila para ver mejor lo que estaba guardando.

La última tormentaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora