Observé como la tierra caía sobre los féretros. Mi rostro permaneció impasible, así como lo había estado desde hacía una semana. Los empleados del cementerio terminaron de llenar los hoyos con tierra y cubrieron cada una de las tumbas con los trozos de pasto.
Poco a poco, las personas comenzaron a irse. Poco a poco, me quedé sola en frente de las tres tumbas, cuatro en realidad, o más. Estaban una al lado de la otra. En la punta a mi izquierda estaba mamá, a su lado, Mika, y, a un lado de ella, la de Ela. Y detrás de la de Ela estaba la de Ada, o la que había sido de ella hasta antes de que Carter se robara su cuerpo. Junto a la de Ada estaba las de los amigos de Ela.
Allí, frente a mí, estaban los restos de las víctimas de los rituales del demonio.
Suspiré.
Me sentía vacía. Ni siquiera podía sentir ese dolor, ese duelo por el que debería estar pasando. Desde que había terminado todo, parecía haber perdido cualquier rastro de emoción. La psicóloga a la que me habían llevado decía que era normal, que era por culpa del trauma de ver como Carter asesinaba a Mika y a Ela. Porque sí, todos pensaban que Carter había sido quien había asesinado a mi gemela. Aún nadie se había dado cuenta de que había sido yo, y nunca lo notarían, porque nadie sabía quién era en realidad, qué era en realidad. Y eso estaba bien.
Escuché dos pares de pasos acercarse y me giré hacia las personas que se acercaban. Mi vestido negro se sacudió con el viento, pero ni siquiera el aire gélido logró que sintiera algo más allá de un frío que me era indiferente.
Mis ojos verdes se clavaron en la pareja que se estaba acercando a mí con rostro lastimero. Ellos eran mi nueva familia. Un juez se había encargado de mi caso hacía un par de días, casi al instante que todo había acabado. Como ya no tenía familia y aún era menor de edad, encontraron a una pareja dispuesta a adoptarme, una pareja de otro pueblo.
Pero eso tampoco me importaba. Después de todo, mi plan desde un inicio había sido abandonar el lugar. Y lo menos relevante era con quién lo hiciera. De todas formas, ya no tenía a nadie más a quien recurrir. Me conformaba con saber que no viviría en la calle, que nadie en el otro pueblo conocería mi verdadera historia, que podría irme de aquí y no volver jamás.
Y que todo, absolutamente todo, quedaría atrás.
Porque había ganado, me había vengado y ya no quedaba absolutamente nada de Carter. Ya nunca podría volver a fastidiar.
Ahora sí, oficialmente este es el final de todo.
Y la verdad soy muy mala con esto, pero quiero volver a agradecerles por todo el apoyo que le dieron a la historia, de verdad. Ver sus votos, leer sus teorías y demás comentarios me llena de felicidad 💚💚💚💚. También les agradezco que hayan llegado hasta acá y que hayan esperado con paciencia las actualizaciones.
En fin... Gracias 💚💚💚💚 (por si no quedó claro las veces anteriores).
Como ya puse en la nota anterior, no van a haber más continuaciones (por obvias razones).
Espero que hayan disfrutado del libro tanto como yo disfruté escribiéndolo.
Si a alguno le quedó una duda con respecto a la trama o sobre algo que no haya desarrollado mucho, con gusto les puedo explicar. Lo digo más que nada porque en la parte de preguntas y respuestas puse que Carter en realidad no es un demonio y entiendo que no quieran leer mis otros libros para poder comprender de lo que hablo.
Y esto ya se me está haciendo muy largo.
De vuelta, gracias.
Ah, y después de la temporada de exámenes voy a subir el extra de Ela con su abuela para que sufran un poco más.
ESTÁS LEYENDO
La última tormenta
ParanormalTres años después de la muerte de Ada, el demonio regresó para acabar lo que había dejado inconcluso y Luz era la única dispuesta a enfrentarlo. *** Pasaron tres años desde que Ada, la prima de Mika y de Luz, murió, tres años desde que Ela casi fue...