Maratón del final del libro 2/8
Estaba cada vez más cerca de la cabaña. Carter aún no había aparecido. Pero no me preocupaba. Tampoco sentía temor. No. Todo eso había quedado atrás. Ni siquiera el frío mortecino ni el viento que me lastimaba la piel húmeda por la tormenta lograban acobardarme. Porque ya lo había decidido, hacía días lo había hecho. Estaba completamente segura de lo que haría. No titubearía, por muy horrible que fuera.
Por fin comencé a vislumbras las luces de la cabaña. No debía estar a más de doscientos metros en una subida suave. Cada vez que avanzaba un paso hacía la estructura, parecía estar adentrándome en otra dimensión. El aire se volvía más gélido, las gotas de agua caían más rápido y eran más grandes, los relámpagos centellaban más seguido. Y todo se sumía en una especie de silencio ruidoso, como si todo rastro de vida hubiera desaparecido, como si no quedara nada salvo esa energía que emanaba Carter.
Me detuve por un momento cuando ya estaba a menos de sesenta metros de la cabaña. Podía ver con claridad las luces que escapaban de las ventanas, luces que salían de la nada, que creaba Carter para presumir de su poder y espantar aún más a sus víctimas. También podía sentir con más fuerza su presencia. Era altamente consciente de lo que me rodeaba, como si el aire se hubiera cargado de electricidad y mi cuerpo fuera capaz de sentirla y, de cierta forma, usarla como rastreador.
Pero no fue por nada de eso que me detuve. No. Frené en ese lugar porque escuché un sonido de golpe en el interior de la cabaña. Y unos pasos apresurados. Alguien estaba desesperado por salir. Alguien estaba muy apresurado, como si ya no quedara tiempo. Pero Carter se podía... ¿teletransportar? Daba igual el término que utilizara, Carter podía aparecer donde quisiera cuando quisiera. Él no era quien trataba de escapar de la cabaña. Era otra persona. Una persona que podía tirar a la basura todo mi plan.
Presioné mis manos en forma de puños y me escondí detrás del árbol más grueso que encontré. Me incliné a un lado y entrecerré mis ojos para que nadie pudiera verlos brillar desde lejos. Porque sí, sabía que estaban brillando, lo había notado al ver mi reflejo en un charco de agua. Por eso podía ver bien, por eso sabía que todo iba a funcionar. Porque tenía la certeza de que poseía la misma ventaja que Carter. Lo vencería en su propio juego, de alguna manera lo haría.
La puerta de la cabaña se abrió de golpe y una silueta negra quedó parada frente a la luz que salía del interior del edificio. Y, aunque el contraste de la luz no me permitía ver su rostro, podría reconocer ese cuerpo donde fuera, no importaba que ahora se encontrara mucho más delgado. Abrí mis ojos, como impactada, y me quedé quieta en mi lugar, paralizada. Pero la figura no tardó en girar su cabeza hacia mí. Mis ojos funcionaron como farol, lo supe porque ese brillo verde se posó justo en mi dirección, como si pudiera verme perfectamente.
Entonces, Mika comenzó a correr en mi dirección. Y yo corrí hacia ella. A medida que la distancia que nos separaba se acortaba, pude detallarla mejor. Estaba muy delgada, demasiado como para estar bien, toda ella estaba sucia con barro, barro no tan seco. Y su rostro estaba teñido de dolor.
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La última tormenta
ParanormalTres años después de la muerte de Ada, el demonio regresó para acabar lo que había dejado inconcluso y Luz era la única dispuesta a enfrentarlo. *** Pasaron tres años desde que Ada, la prima de Mika y de Luz, murió, tres años desde que Ela casi fue...