Capítulo XVII: Falta poco

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Me quedé en esa misma posición

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Me quedé en esa misma posición. Ni siquiera intenté moverme. Mis ojos no se despegaron de las grietas del techo, ni siquiera cuando se anegaron de lágrimas, ni siquiera cuando el aire gélido de la noche me provocó punzadas en las mejillas por culpa de la humedad. Estaba completamente paralizada, pero de manera voluntaria. Dedicaba todas mis fuerzas a no fruncir el ceño, a no hacer un puchero, a no sollozar en voz alta. Estaba tan agotada que todo lo que deseaba era que mis lágrimas fluyeran en silencio, adormeciendo cualquier emoción que quisiera presentarse.

Quería, por lo menos por unos minutos, dejar de sentir ese vacío, ese cansancio, esa presión insoportable en mi pecho, esa presión que me dificultaba respirar, levantarme, o sentir algo más allá de esa sensación tan extraña y destructiva. Ya ni siquiera sabía que pensar; no tenía ni la menor idea de qué me estaba sucediendo. No lo entendía. Nunca antes me había sentido así, jamás me había sentido tan agotada que la sola idea de levantarme o mover un músculo me tiraba para abajo. Y quería que ya se acabara. Tenía que acabarse. Pero nada de eso iba a pasar.

Pasaron varias horas hasta que por fin pude tener la fuerza suficiente como para voltearme de lado. Las lágrimas ya se me habían acabado, estaba seca. Y mi mente comenzaba a llenarse de pensamientos. Sin embargo, seguía sin saber cómo continuar o qué se suponía que quería hacer para continuar. Estaba tan perdida. Y lo que había descubierto en esa pesadilla no ayudaba en lo absoluto. Porque ya me había quedado claro que de verdad Carter me había arrebatado todo, no importaba la manera, lo había hecho. Él, en cierta forma, ya había ganado. Porque no importaba qué hiciera para acabar con él, al final terminaría sola. Porque ni siquiera estaba segura de que mi relación con mi prima fuera recuperable, no sabiendo quién era mi progenitor. La sola idea de acercarme a Ela, la idea de que Carter la arrastrara una vez más a todo eso, que todo su progreso y recuperación se fuera a la basura por culpa de esa estúpida criatura... Pensar en eso solo me hacía sentir como una mierda, a pesar de que era bastante consciente de que nada de eso era mi culpa.

Y ya no estaba segura de qué de todo lo que había pasado me resultaba más devastador. Me dolía el pecho de tan solo pensar en Mika y en mamá. Me dolía muchísimo. Me llevaba doliendo desde hacía días, solo que no había querido admitirlo. Porque las había perdido. Ya no volverían. Eran todo lo que tenía y ya no las iba a ver más. Ya no podría festejar mi cumpleaños con mi gemela, ya no podría pedirle consejos a mamá, ya no podría contar con ella cuando todo a mi alrededor se terminara de derrumbar.

Un sollozo se escapó entre mis labios y mi cuerpo se sacudió de forma violenta. Me llevé una mano a la boca y la presioné con fuerza, mientras que con las otras limpiaba las nuevas lágrimas que volvían a manchar mi piel. Quería gritar, quería patalear, quería golpear algo con todas mis fuerzas. Pero no podía, no podía. Me sentía tan impotente, tan inútil... y culpable, me sentía tan culpable. Podría haber evitado todo esto, podría haberlo hecho... si tan solo hubiera seguido mi instinto, si hubiera logrado hacer que Mika se alejara de Carter, si le hubiera hecho caso a mamá a la hora de irnos del pueblo... Las había perdido porque no había hecho nada, porque me había quedado de brazos cruzados sabiendo lo que tenía que hacer.

La última tormentaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora