𝐃𝐞𝐥𝐢𝐫𝐢𝐨 (drakey)

𝟶𝟹

Ken

El día que el barco llegó a Guam, Manjiro y yo, junto con toda la tripulación estábamos ansiosos por unos días de libertad. Realmente no había nada como ponerte ropa paisana y dejar la mierda del barco después de un mes de largas horas, comida fea, y uniformes de prisioneros. ¿Cuándo llegabas a un puerto como Guam? Incluso mejor. Playas de arena blanca, palmeras y bebidas baratas pueden quitar el mal sabor de cualquier cosa que ocurre en un despliegue. Esta era mi primera visita, pero mis compañeros juraban que la isla era el mejor sitio secreto del Pacífico.

Manjiro y yo éramos E-5s en este viaje y rápidamente nos hicimos amigos desde el momento en que fui transferido al barco y a su taller meses atrás. Nuestro LPO ―contramaestre plomazo― fue un absoluto capullo, y si dos compañeros podían rápidamente establecer lazos de cualquier tipo, sentía pena por los idiotas a su cargo.

Entonces cuando fuimos desplegados, tuvimos que pasar casi todas las horas en el taller hablando, así que pasábamos el tiempo hablando de cualquier cosa y toando parte en las tareas torturadoras por las que el tío Sam nos pagaba.

Bueno, nosotros no hablábamos de todo.

Nunca mencioné el hecho de que había tenido problemas para respirar desde el momento en que pisé por primera vez el taller y lo vi sentado en la silla del LPO con sus botas en el escritorio y una pluma en su boca. Sus cabellos rubios perfectamente cortados, igual que el mío y que el de todos ahí, pero el brillo de sus ojos al instante me informó que el suboficial Sano era del tipo desafiante que probablemente dejaba crecer su cabello cuando estaba de permiso. Sólo porque podía.

Desde ese mismo momento, yo le quería, por supuesto, lo mantuve para mí mismo. "No preguntes", "no digas" y todas esas mentiras. Incluso si salir no hubiera acabado con mi carrera, era un punto discutible. Manjiro tenía una novia en su pueblo natal, y ella aparecía en suficientes conversaciones como para recordarme que él estaba, de todas las formas posibles, fuera de mi liga.

Lo cual, por supuesto, hizo todo mucho más doloroso cuando nosotros desembarcamos como marineros libres en Guam. Para todos a bordo, nosotros éramos tan cercanos en la nave, que debíamos ser inseparables. ¿Volver a bordo sin tu compañero de permiso? Jodido. En serio jodido. Manjiro y yo teníamos que estar a la vista del otro hasta que estuviéramos de vuelta a bordo.

No es que me importara. Manjiro realmente era agradable de mirar. Especialmente con una camisa hawaiana azul desabotonada sobre una camiseta blanca y un par de pantalones cortos de color caqui. Sin mencionar el oscuro cinturón de cuero, yo estaba seguro de que existía únicamente para llamar mi atención sobre su estrecha cintura, sus planos abdominales, y...

Sí. Esta escala en puerto fue frustrante como la mierda.

Ah, pero estaba mejorando. Desde que éramos suboficiales de segunda clase, nosotros teníamos el privilegio de estar libres durante la noche. Nuestro horario de servicio había impedido que ninguno de los dos tuviera las noches libres durante las dos últimas llegadas a puerto, ¿pero esta vez? Esta vez estábamos libres hasta mañana por la tarde. Todos los pilotos ―E-4s― e inferiores debían estar de vuelta en el barco antes de la medianoche o alguna otra hora estúpida, pero nosotros estábamos libres de servicio, Manjiro y yo nos quedamos tan lejos de la nave como fue humanamente posible.

Tal como, digamos, en la habitación del hotel que nosotros reservamos por internet antes de que el barco atracara.

―Una noche libre. Oh, dulce, dulce, codiciaba una noche de libertad―. Manjiro agitó la carta de libertad en las manos y la besó.

Me reí. ―Las ventajas de ser oficial de segunda, ¿me equívoco?

―Obvio―. Él hizo un gesto sobre su hombro hacia la nave. ―Porque no pienso volver a ese hijo de puta oxidado hasta que sea absolutamente necesario.