𝟶𝟾

247 31 12
                                    

Ken

Pasado

Mientras nuestro despliegue continuaba, Manjiro y yo mantuvimos nuestra relación en secreto. Todos sabían que éramos amigos, así que no cuestionaban nuestras bromas habituales ni ninguna otra cosa. Nada cambió en nuestro trabajo. Nadie sabía nada.

En algún lugar entre Corea del sur y Japón, estuvo más o menos ocupado como de costumbre. Nosotros habíamos tenido ejercicios de embarcación de combate temprano en la mañana. Esos ejercicios ocurrían todo el tiempo, enviando a toda la tripulación a través de los peores escenarios posibles, catástrofes, atentados, incendios. Todas las cosas que una nave podía sufrir, y así equipándonos con lo necesario para estar preparados. El ejercicio había ido bien, pero algo había ocurrido.

Al principio, no pensé que nada estuviera mal. Un compañero y yo nos habíamos ido a la parte trasera del barco para dejar algunos equipos a otro departamento, y cuando volví a nuestro talle, Manjiro estaba firme, su mandíbula apretada, con el jefe Kane y nuestro LPO gritándole en su cara. ¿Por qué?, no lo sabía. Debían haber estado en esto durante un tiempo, porque ambos hombres habían caído en los gritos sin sentido. El destinatario y todos los que le rodeaban no podían decir sobre que ellos estaban gritando, sólo que continuaban haciéndolo. 

El temblor en las mejillas de Manjiro y las venas destacándose en su cuello, sin mencionar sus puños apretados a los lados, dejaban poco a la imaginación sobre su estado de ánimo. Su piel y uniforme todavía empapados por el ejercicio y con la furia visible hirviendo bajo su piel, me sorprendió que las gotas de sudor deslizándose por su cuerpo no se convirtieran en vapor.

Finalmente, el jefe dejó de gritar y abandonó el taller. Nuestro LPO soltó unas últimas palabras y luego despidió a Manjiro. Manjiro comenzó a gritar, y todo el mundo empezó a mirar de uno a otro con la expresión―¿Qué coño ha pasado?― en sus ojos.

Cuando Manjiro no regresó después de media hora, fui a buscarle. Casualmente le dije al LPO que iba a comer con un par de tipos, pero tan pronto como estuvimos en los pasillos, me puse a buscar a Manjiro.

No tomó  mucho tiempo. Él no era un fumador empedernido, pero cuando estaba estresado, buscaba refugio en un paquete de Marlboro. No me sorprendí cuando lo encontré en la cubierta de fumadores. 

Un cigarrillo entre sus dedos, pero su mirada fija en la enorme extensión de océano ante él. Se había cambiado a un uniforme limpio y su pelo corto seguía ligeramente húmedo, tuvo que haberse duchado antes de venir aquí.

―Hola―. Dije.

Se dio la vuelta, y una sonrisa tenue tiraba de la esquina de su boca.―Hola.

 Mientras me acercaba, se enfrentó al océano una vez más, tomando una calada su cigarrillo acabado.

―¿Estas bien?― Pregunté.

Asintió. ―Necesitaba descansar durante un minuto.

―No te culpo. ¿Qué fue todo eso, de todos modos?

Manjiro sacudió la cabeza. ―Kane decidió saltar sobre mí con una mierda de papeleo mientras todavía estaba cuadrando el equipo después del ejercicio.

―Le gritaste, ¿verdad?― le pregunté con una risa cautelosa.

Él sonrío con tranquilidad y asintió, luego dio otra calada a su cigarrillo. ―Perdí la calma durante unos segundos, y a Kane no le gustó eso― Rodó sus ojos y soltó el humo. 

Pasos acercándose hicieron que giráramos nuestras cabezas, pero sólo lo suficiente para identificar al recién llegado como el contramaestre Stanton del taller vecino al nuestro. Nosotros habíamos aprendido a no saltar fuera de nuestra piel cada vez que alguien se acercaba a nosotros. Después de todo, no era como que hubiéramos sido capturados en un acto de cualquier otro tipo, sólo hablar como cualquier segunda clase hacia mientras se fumaba un cigarrillo. Una vez superamos el miedo de que nuestra proximidad platónica sacara a la luz nuestra secreta intimidad, nos relajamos. Mientras Stanton encendía su cigarrillo, Manjiro y yo volvimos a nuestra conversación.

𝐃𝐞𝐥𝐢𝐫𝐢𝐨 (drakey)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora