CAPÍTULO 17: EN SUS MANOS

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Me desperté para encontrarme con un par de ojos marrones y un enorme bigote. Charlie estaba a mi lado. Instintivamente llevé mi mano a mi pancita y ya no estaba ¡Mi bebe!

Ahora lo recordaba, habían tenido que intervenirme de emergencia por una pre eclampsia grave. Rememorar los horrores de aquella operación sólo es aplacada por el recuerdo de mi pequeña bebé. Mi Elizabeth. Mi Liz.

—Hola pequeña— saludó papá. ¿Es que nunca dejará de verme como a una niña? No, creo que no.

—Papá— le sonreí. —¿La has visto?— pregunté

—Es preciosa. Chiquita y arrugada— sonrió.

—Quiero verla— pedí.

—El doctor ha dicho que la verás más tarde. Debes descansar para recuperarte. Vuelve a dormir, quizás cuando despiertes nuevamente te la traigan.

Le hice caso y volví a dormir. Cuando abrí nuevamente los ojos ya era de mañana. Intenté levantarme y un dolor en mi vientre bajo me mantuvo postrada en la cama. Siento que me han partido en dos y me han vuelto a pegar.

Renata no tardó en llegar con su característica sonrisa.

—Buen día mamita. ¿Estás lista para levantarte?— preguntó.

—No lo sé— suspiré.

—Primero es lo primero. Va a venir una técnica a realizar el aseo. Obedece todo lo que te diga para que el doctor pueda revisarte y yo te llevaré a hacer una tour por todo el hospital— sonrió.

— ¿Y mi bebé?— pregunté preocupada.

—Ella está bien cuidada. Tú eres la que nos preocupa por ahora. Debemos hacerte chequeos para descartar alguna posible secuela de la pre eclampsia.

Obedecí a pesar que no me gusta tener que orinar en uno de esos recipientes de acero. Dejé que me aseen con gasas y apósitos vertiendo una solución en mis partes. Ahora tengo que usar pañales de adultos por un par de días, mientras el sangrado desaparece.

Renata llega a ayudar a levantarme por primera vez. Es doloroso. Puedo sentir claramente el lugar donde me han hecho el corte. El dolor me obliga a agacharme hacia adelante, no puedo estar recta.

—Vas a usar una silla de ruedas, tranquila— me da valor. Me quita la vía y me acomodo en aquella silla.

Salimos afuera y el primer lugar a donde llegamos es a oftalmología. Renata me deja allí a cargo de otra enfermera no sin antes explicarme todo lo que haremos esta mañana

—Vas a pasar varias consultas. Primero aquí para que revisen tu vista, muchas embarazadas con pre eclampsia quedan ciegas, necesitamos descartar cualquier anomalía. Luego te llevaré a cardiología, a medicina general y al final al laboratorio. Regreso en media hora Bella.

No sabía la cantidad de análisis y revisiones que debían hacerme, eso me decía que no vería a mi bebé esta mañana. Me resigné a lo que han mandado y esperé pacientemente.

Me hacen al menos cuatro pruebas en aquel consultorio oftalmológico. Al final el médico decide que mi vista está bien. Y que sólo necesito gotas para el cansancio de mis ojos.

Renata me regresó a mi habitación pasado el medio día para que comiera algo. Esta mañana me había dado cuenta que había otra cama al lado de la mía pero ahora me doy cuenta que está ocupada. Sonrío a la mujer que la está ocupando, no parece muy feliz. No es ninguna de mis compañeras de la psicoprofilaxis. Es más, no la había visto nunca en mi vida.

—Hola— saludé cuando me dejaron sola. Apenas puedo mantenerme sentada en la cama. Me dejo caer en la almohada. Tengo muchísimo sueño.

—Hola— responde triste. No me he equivocado, algo le pasa.

¿Quién llamó a la cigüeña?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora