Leche y Perfume

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Descubrí que estaba enamorado de ti cuando aquella sustancia chocolatosa escurrió por tú nariz cuando uno de nuestros amigos te contó una broma.

La forma en que tus ojos se ensancharon al sentir aquel líquido descender, me hizo poder apreciar aún más el profundo tono azul de aquellos orbes tan lindos que tienes; y es que tus ojos son raros. Más en esta parte del mundo. Sin embargo, lo más raro en ellos es que, al verlos puedes ahogarte.
Es una sensación asfixiante.

A veces me pregunto si llegaste a notar la mirada intensa que postro sobre ti cada que tengo oportunidad. Me pregunto si disfrutaste aquel dulce que te obsequié cuando me ayudaste con mis tareas; Emma me ayudó a prepararlo. Me pregunto si te ruborizas cuando nuestros ojos se conectan un segundo y luego viajan rápidamente a otro sitio.

Me pregunto si tú sentirás lo mismo que yo.

Y es que es extraño.

Ya que no me gustas, no me atraes, no eres mi tipo, pero aquí estás tú, invadiendo mis pensamientos cada que tienes oportunidad. Acá estás tú en mis sueños, en mis ideas, en mi futuro. Acá estás tú, en mi vida.

¿Porqué eres tú? ¿No sería más fácil si fuera mi amigo de la infancia? ¿Su hermana? ¿o incluso aquel chico que me pidió mi número ayer en el mercado?

Cuando te veo pasearte de la mano de uno de nuestros amigos, la sangre comienza a subir a mi cabeza, sin embargo me mantengo calmado por que en el fondo se que tú piensas que soy yo aquel sujeto. ¿No es así? O al menos es lo que mi tonto corazón le dice a mi cerebro que crea.

Y es que tú y solo tú produces estas sensaciones tan desconocidas en mi cuerpo. Me provocas aquellos sentimientos que mucho tiempo pensé asquerosos.
Y sobre todo, me haces sentir estos celos tan iracundos cuando tocas a los demás.

¿Por qué tienes que ser así? Tan amable y atento con todos. Los cuidas como si vinieran de tu propio vientre, los velas como si tú vida dependiera de ello, les alimentas, les corriges, les amas.

Creo que eso es lo que más me agrada de ti.

Das todo de ti sin recibir nada a cambio con una gran sonrisa.

Eres una gran persona.

¿Algún día llegaré a ser digno de ti?

Ayer, mientras ayudaba a Emma con las compras, un chico de pelos castaños se acercó a mi. Sus manos temblaban mientras sostenía un pequeño trozo de papel arrugado.

"¿Podrías aceptar mi número?" preguntó.

Cuando me detuve a apreciar al chico, te pude ver a ti. Vi tu cuerpo, tus manos, tu esponjoso cabello y vi tu mirada, pero no eras tú.
Emma me dio un codazo y cuando regresé en mi, aquellos ojos azules como el cielo, pero profundos como el mar se habían ido.

"Tengo novia" le respondí. El chico se disculpó y se alejó.

Por un instante pensé que eras tú.

Quizá debí aceptar el papel.

No hubiera estado mal.

Pero cuando lo pienso, apareces tú de nuevo, como si tratases de decirme que debo serte fiel. Y es que lo soy, a pesar de que tú no me perteneces.

Y es que no quiero que lo hagas, no quiero que me pertenezcas. Quiero yo pertenecerte a ti.

Tener el privilegio de estar a tú lado siempre, de abrazarte, de llevarte al colegio, de acompañarte de a camino a casa, de invitarte a salir, de conocer a tus padres. Dios, quiero tener el privilegio de hacerte feliz, por que te lo mereces. Te mereces todo lo bueno qué hay en este planeta y yo, quiero dártelo.

¿Recuerdas aquel día en verano cuando Mitsuya empezó a salir con Hakkai? yo si.
Puedo recordar la forma en la que los miraste, como si tú quisieses tener una confesión así.

Pero tus ojos no me miraron a mi. Lo miraron a él.
Recuerdo perfectamente la forma en como tus ojos brillaron al entrar en contacto con él. Pude ver todo lo que anhelabas solo con eso.
Y es que duele.

¿Que tiene él que no tenga yo?

¿Que derecho tiene él de llamarte compañero?

¿Por qué tú le respondes con el mismo cariño?

¿Le aprecias? ¿Le quieres? ¿Le amas?

Me gusta torturame a mi mismo con estas preguntas. Me gusta torturarme a mi mismo pensado en aquellas veces en la que lo aferraste a tu cuerpo como si fuese lo más valioso que tienes.
Me gusta torturame pensando que tú y el comparten días juntos, que te recoge temprano y te lleva al colegio, que toman juntos el mismo camino y llegan a comer a tu casa. Tu madre los recibe con cariño y prepara el pastel que una vez me preparó a mi. Me lo imagino a el riendo con la novela que tu madre ve por las noches. Los veo a ti y a él durmiendo en tu habitación, deseándose las buenas noches.

Me veo a mi.

Afuera.

Esperando por ti.

Pero no llegas.

Estas lejos.

Dentro.

Te veo a ti.

Si tuviera que explicar todo esto que siento, probablemente no podría. Porque es confuso.
No me gustas, no me atraes, no eres mi tipo, pero aquí estás tú, invadiendo mis pensamientos cada que tienes oportunidad.

Eres como el perfume. Invades todos los sentidos como un roció y luego te desvaneces, no sin antes dejar impregnada tu esencia en todo lo que tocas.

Ayer le pregunté a Baji si el chico con el que pasabas todo el rato gustaba de alguien. El me miró raro y después recitó "Eso ya lo sabes".
Temí lo peor, mis sospechas habían sido confirmadas. Ese chico gustaba de ti y todos lo sabían.

Mis defensas cayeron y por un instante sentí que el mundo se venía abajo.

Ya estoy mejor.

Ahora puedo ver que que si el té hace feliz entonces está bien. No me interpondré y tampoco te diré lo que siento. Sin embargo estaré siempre detrás de ti, evitando que caigas.

Hanagaki Takemichi. Eres como el perfume que me coloco cada mañana, eres como aquellos espectaculares que asombran a uno por la mañana. Eres como el rocio de primavera que llega con el atardecer. Eres tú todo lo que quiero ver.

Y es que quiero gritárselo a todo el mundo, pero temo que tú no lo escuches.

Te amo y probablemente siempre lo haga.

Perdóname, perdóname por todo.

~ siempre tuyo, Ken.

Leche sabor chocolateDonde viven las historias. Descúbrelo ahora