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Porque aunque nadie sabe lo que a nadie le digo,
la noche entera es corta para soñar contigo
y todo el día es poco para pensar en ti.

-José Ángel Buesa.

El cuerpo de Takemichi se mueve ágilmente por toda la cocina y mis ojos lo siguen con agilidad

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El cuerpo de Takemichi se mueve ágilmente por toda la cocina y mis ojos lo siguen con agilidad. Una vez más, puedo apreciar cada movimiento y cada detalle que su cuerpo realiza.

—¿Solo te quedarás viendo? —una risa se desprende de su boca y mis oídos se dan un deleite.

Guardo el sonido en mi mente y le contesto.

—Si —respondo —Soy muy malo en la cocina.

Otra risa sale de su boca y su cabeza se mueve. Sus hombros bajan un poco y sus piernas se abren ligeramente.

—Por cierto —divago —Me he encontrado con un chico en el elevador.

—¿Que te ha dicho? —la cabeza de Takemichi gira en mi dirección. Sus ojos azules me observan con detenimiento.

—Dijo que te manda saludos —menciono omitiendo el nombre.

Las cejas de Takemichi se unen y luego levanta una de ellas. Su boca hace una mueca y sus fosas nasales se expanden un poco. Se ve lindo con esa expresión.

—¿Te ha dicho su nombre? —sus tensados hombros me hacen dudar de si mencionar el nombre de aquel chico, sin embargo, la curiosidad del saber la relación que tienen es más grande.

—Takuya —suelto. Las manos de Takemichi dejan de manipular la estufa y su cuerpo se queda inmóvil. —¿Es tu amigo?

Lentamente recompone la compostura y se sacude un poco. Sus manos vuelven a ocuparse de la cocina y su cuerpo se aligera.

—No —declara. —No es mi amigo.

||

Después de una agridulce cena donde Takemichi y yo solo debatimos de temas triviales, me dirijo a casa.

Camino las abarrotadas calles de el Barrio Rojo y analizo a cada persona que sale de los burdeles.

Shibuya es bonito a estas horas. Sus luces y gente lo hacen sentir cálido, pero debajo de todo eso, el olor a suciedad y la oscuridad destacan. Realmente nunca me desagradó vivir en esta zona, sin embargo el cambio drástico entre el lujoso apartamento de Takemichi y mi cuarto del burdel me hace sentir incómodo.

—Has llegado algo tarde Kenny —menciona mi padre detrás del mostrador.

—Me entretuve —contesto. Sigo caminando en dirección a las escaleras, e ignoro los reclamos de Masaway.

Ágilmente subo los escalones de dos en dos tratando de ignorar los sonidos que se desprenden de las habitaciones de cada piso. Empujo la puerta de mi habitación y tanteo la pared en busca de el apagador; mis ojos se entrecierran tratado de acostumbrarse a la luz y pronto aprecian las fotografías que adornan la pared. Sonrió inconscientemente y analizo con cuidado cada una.

Leche sabor chocolateDonde viven las historias. Descúbrelo ahora