A medida que atravesaban la plaza, con el sonido del golpeteo de sus talones contra el suelo como música de fondo, a marcha apresurada, Amelia no dejaba de mirar de reojo a Julián y pensar en lo bien que le había hecho su repentina aparición, tan impensada como real, justo en el momento en el que ella más había necesitado a alguien que la escuchara y la acompañara en ese estado de adversidad que estaba atravesando. Hizo un balance sobre la marcha, mientras ambos caminaban, imaginándose desde otro ángulo, como si fuera otra persona, y no pudo evitar sonreír al verse caminando con Julián, de quien estaba enamorada, aunque él no lo supiera aún, el día en que habían entrado en vigencia las restricciones que prohibían la circulación por las calles a personas que no cumplieran con labores esenciales, según las normas de aislamiento dispuestas para hacer frente a la pandemia a la cual se enfrentaba el mundo.
Amelia, también, pensó en lo irónico del destino, en toda la adversidad que tuvo que confluir para llegar a ese momento en el que, minutos atrás, había estado sentada en un banco de esa misma plaza por la que ahora caminaban, mientras Julián la consolaba con un cálido abrazo. Pensó, además, en su mejor amiga, que llevaba varios días desaparecida, en que la ciudad estaba vacía y, también, en el letargo y la incertidumbre que deambulaban de boca en boca.
En eso estaba sumida cuando oyó que Julián murmuraba una frase entre dientes y eso la hizo volver desde lo más hondo de su pensamiento. Aunque no alcanzó a descifrar lo que él dijo, le pareció entender algo acerca de hacer una pausa. Entonces, fingiendo no haber escuchado sus palabras, le propuso que se detuvieran y consideraran si, realmente, estaban haciendo lo correcto. Él la miró sonriente, a los ojos, con un brillo fresco en su mirada, como quien está a punto de dar una buena noticia. Pero no dijo nada, sólo sonrió, la tomó de la mano y le propuso seguir con lo que estaban haciendo, que era una buena idea ir tras los pasos de Olivia.
Luego de ese episodio en el que se tomaron de la mano, Amelia se sintió desinhibida a su lado, comprendió que podía confiar plenamente en él y, como si fuera necesario, reafirmó todo el amor que sentía. Así como iban, caminando juntos, le hubiera gustado detenerlo y decirle lo tanto que lo amaba, pero le pareció que no era el momento adecuado para abordar esas cuestiones, más allá de que su presencia la hiciera sentir a salvo del contexto que envolvía su angustioso presente. Y siguieron caminando como si nada, al paso ligero con el que habían comenzado, hasta llegar a la vereda de la cafetería, que estaba cerrada y, a través de su enorme ventanal, se vislumbraba tan oscura como silenciosa por dentro.
Aunque, fríamente, pudieran creer que encontrar el lugar cerrado había sido de esperarse, la desazón los invadió en ese instante en el que se toparon con la penumbra del local. Se sentaron en el escalón de la entrada, nuevamente, uno a la par del otro, y ambos suspiraron para expulsar el fastidio que les sonrojó las mejillas. Amelia quiso decir algo, proponer otra alternativa, pero no se le ocurrió nada, y se mantuvo en silencio.
Luego de mirar las baldosas grises de la vereda por unos segundos, giró la dirección de su mirada para encontrarse con los ojos de Julián y, tras una pausa, comenzó a agradecerle por haberlo intentado, por darle la esperanza de iniciar una búsqueda casi sin rastros, amparados en la pobre ilusión a la que se habían aferrado casi de un momento a otro, creyendo que recorrer los lugares donde había estado su amiga, según las fotos publicadas en las redes sociales, sería útil. Él asintió después de las palabras de Amelia, pero no dio por concluido el asunto, le dijo que intentaría entrar por la parte de atrás del lugar, ingresando por el callejón que había en uno de los flancos de la cafetería, por donde estaba la puerta por la que entraba y salía el personal que trabajaba ahí, por donde tantas veces había visto salir a su amigo Gabi, que era mozo en ese lugar.
Con una valentía con la que nunca había contado, Julián se acercó a la puerta trasera del local en busca de una manera de entrar en él. Aunque no pudo más que tantear el picaporte e intentar empujar, sin éxito, la puerta. Frustrado por no obtener el resultado que había imaginado en su heroica quimera, dio media vuelta para volver a la vereda donde Amelia se había quedado esperándolo.
Mientras recorría los pocos metros que separaban esa puerta que había intentado abrir de la vereda del lugar, yendo por ese sombrío callejón, su celular sonó, interrumpiendo el silencio con el que convivían en ese extraño día. Al mirar la pantalla, Julián se encontró con la foto de Gabi, que era quien estaba llamándolo. Atendió con un saludo breve y suave, que pareció una mezcla de suspiro y susurro, como si hubiera temido despertar a alguien. Mientras hizo eso, ya casi llegando adonde lo esperaba Amelia, miró hacia el frente y se encontró con la mirada de ella, que tenía en el rostro un gesto de intriga. Para que ella supiera de quien se trataba el llamado, Julián dijo el nombre de su amigo.
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Una pausa más cercana
Teen Fiction2 | -No es necesario haber leído el primer libro- Julián y Amelia emprenden juntos la búsqueda que comenzaron al final de la primera parte. Mientras tanto, van encontrando el momento para decir lo que siente uno por el otro, a pesar de la desespera...