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Pasaron un par de horas desde que Hernán y Alicia, los padres de Julián y Matilda, vieron partir al mayor de sus hijos rumbo al supermercado. De a poco, los comenzó a invadir la sensación de que habría algún motivo para que se demorara tanto. No se lo decían uno al otro, pero se conocían tan bien que, con solo mirarse, sabían que por sus mentes transitaban los mismos pensamientos.

Intentando no preocupar a Matilda, Hernán fue hasta la cocina, improvisando una excusa que le permitiera tomar su celular con cierto apremio, pero sin que ella lo notara y, así, poder enviarle un mensaje a su hijo preguntándole si se encontraba bien.

Una vez que envió el mensaje, dejó su celular sobre la mesada y, con los codos apoyados en la misma, comenzó a golpetear con sus dedos mientras esperaba una respuesta de su hijo, sin dejar de sentir ese resquemor por dentro que le provocaban los nervios de no recibir una contestación de forma inmediata, dadas las circunstancias especiales que se daban ese día.

Hernán miró el cielo, a través de la ventana de la cocina, y encontró el mismo celeste interminable que estaba mirando su hijo en ese mismo momento, mientras conducía rumbo al próximo destino al cual iría a investigar junto con Amelia. Pero, a diferencia de su hijo, Hernán no se percató del color del cielo ni de las pocas nubes que podría haber a lo lejos. Sólo pensaba en Julián y se reprochaba no haberse mantenido firme y haber ido él mismo a realizar las compras. De todos modos, enseguida se decía a sí mismo que no debía preocuparse tanto, que no había nada diferente al resto de los días en la ciudad, solamente una ola de miedo creciente que iba arrasándolo todo a su paso, pero que no había nada concreto a lo que temer hasta ese momento.

Así estaba, sumergido en su impaciencia, cuando sintió la mano de Alicia recorriendo su espalda, conteniéndolo. Ella le dijo que le había enviado un mensaje a Julián, que estaba esperando la respuesta. Estamos en la mismo, dijo Hernán sin poder ocultar su cara de temor. Y permanecieron en silencia, uno al lado del otro, ambos conteniendo el impulso de llamarlo. Eran dos mirando el cielo a través de la ventana de la cocina, sin siquiera percatarse del mismo.


Matilda estaba sentada en el sillón, frente a un televisor que no paraba de machacar con noticias acerca de la pandemia alrededor del mundo. Más allá de que ella no le prestaba atención, ya que estaba inmersa en una conversación intensa a través de mensajes en una red social, cada vez que despegaba la vista del móvil, se topaba con la imagen de esos hombres, vestidos tipo astronauta, que iban desinfectando todo a su paso en alguna ciudad asiática o europea.

Giró la cabeza hacia la cocina y vio a sus padres mirando a la nada a través de la ventana, mientras un cielo celeste, resplandeciente, se asomaba inmenso. No fue necesario nada más que eso para que Matilda se diera cuenta de que estaban preocupados, pendientes del regreso de su hijo. Esa imagen la abstrajo de lo que estaba haciendo hasta ese momento. Sintió la necesidad de hacer algo al respecto.

Con una voz rasposa y levantando su celular con una mano, mientras lo agitaba, Matilda les dijo a sus padres que Julián le había escrito un mensaje diciendo que se encontraba algo demorado en el supermercado porque había una fila interminable de gente y sólo dejaban entrar de a cinco personas a la vez al lugar.

En otra circunstancia, sus padres podrían haber notado que la voz con la que Matilda dijo esas palabras era la que le salía cada vez que decía alguna mentira. Pero, en esa ocasión, quizá aferrándose a ese motivo tan simple por el cual su hijo no había regresado aún, ambos suspiraron de alivio al mismo tiempo, intentando un gesto despreocupado que no le salió a ninguno de los dos.

Matilda notó que su cometido había funcionado tal como ella lo había esperado, pero prefirió no demorarse en enviarle un mensaje a su hermano preguntándole si estaba bien, si había pasado algo.


Pocos minutos después de esa escena, llegó un mensaje que les devolvió la sonrisa a los tres. "Todo bien. Estoy ayudando a Amelia con algo", decía el breve texto que Julián envió al grupo de chat de la familia, el cual permitió que los tres que lo esperaban en la casa se sintieran aliviados.

Una pausa más cercanaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora