Ni las mariposas de sus sueños. Ni en los amaneceres que lo habían encontrado desvelado, pensando en ese momento. Ni bajo el rumor de una lluvia torrencial. Ni a la sombra que pudiera resguardarlo del más crudo sol de verano. Ni abrumado por la desesperanza de que nunca sucediera. Ni contagiado por la más loca algarabía. Ni contemplando la primavera detrás del cristal. Ni despidiendo pájaros a lo lejos.
Julián jamás se había topado con tantas emociones invadiéndolo en un mismo momento. Y de pronto, sin esperarlo, sus labios, se encontraron con el suave contacto del beso de Amelia, mientras una calma sepulcral dominaba las calles de la ciudad. Enseguida su boca respondió al beso y fue tan perfecto que no parecía que fuera la primera vez que sus labios se chocaban.
Sus ojos se cerraron de repente, en ese breve instante en el que Amelia se abalanzó sobre él. Y así, durante esa porción de eternidad, Julián imaginó la escena como si la observara desde otra perspectiva, y no pudo evitar sentir que estaba viviendo el momento más surrealista de su vida. Lo que estaba sucediendo no coincidía en nada con lo que había imaginado tantas veces, porque nunca lo hubiera creído tan perfecto.
El sonido ambiente se compuso por una mezcla de ecos vívidos que iban desde el suave murmullo de las copas de los árboles, agitadas por una leve brisa, hasta el agudo exhalo de sus narices tan cercanas. La fricción de una mano de Amelia sobre el cabello de Julián emitía un sonido casi imperceptible. Y sus bocas musicalizaban al ritmo imprevisto con el que esa situación los había encontrado.
Julián no supo qué hacer con sus manos. Se debatió entre tomar a Amelia por la cintura o buscar las manos de ella, que estaban ocupadas, una detrás de su cabeza y la otra sosteniendo el portarretratos con la fotografía de Olivia. Mientras estaba en eso, las mantenía hacia abajo confiriéndose a sí mismo el aspecto de sorprendido que tanto tenía que ver con lo que realmente le sucedía.
La cabeza de Julián, levemente inclinada hacia adelante desde el momento en que Amelia lo llevó hasta ella, hacía que su figura dibujara una curva imperfecta. Al amparo de su sombra, Amelia parecía la pieza que le faltaba a Julián para completar el rompecabezas de su corazón enamorado. Y ahí estaban los dos, respondiéndole con un beso a sus largas noches de desvelo, al aguardo de las palabras que no hicieron falta.
Más allá de haber pasado poco desde el mediodía, en uno de los últimos días de verano, la piel de Julián se estremeció tanto como él. Y, luego de ese primer escalofrío que le provocó la sorpresa, le siguió el calor que le provocaron sus latidos acelerados revolucionando todo su cuerpo. También, sintió cómo se humedecían las palmas de sus manos, que apenas se movían.
El sol dibujaba en el piso de la vereda sus sombras entrelazadas en ese beso único. Si un pintor hubiera retratado esa figura en un lienzo, no podría haber dejado de lado lo intangible de la escena, que, de algún modo, siempre se logra transmitir, por más imposible de explicar que parezca.
Y todo fue en ese beso que duró un par de segundos, que lo tuvo todo y que dejó algo más que un perfecto sabor en los labios y en el corazón. Un beso que significó el comienzo de algo que no tenía nombre ni etiqueta, que los dos sabían qué era, que no bastaba con dejarlo ahí, que seguiría con ellos por siempre y que había superado los límites de la imaginación de ambos.
Y las mariposas de sus sueños. Y los amaneceres que lo habían encontrado desvelado, pensando en ese momento. Y el rumor de una lluvia torrencial. Y la sombra que pudiera resguardarlo del más crudo sol de verano. Y la desesperanza de que nunca sucediera. Y la más loca algarabía. Y la primavera detrás del cristal. Y los pájaros a lo lejos. Todo cobró sentido.
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Una pausa más cercana
Roman pour Adolescents2 | -No es necesario haber leído el primer libro- Julián y Amelia emprenden juntos la búsqueda que comenzaron al final de la primera parte. Mientras tanto, van encontrando el momento para decir lo que siente uno por el otro, a pesar de la desespera...