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A Gabi lo inquietaban las palabras en la boca, las que se había guardado la noche anterior, cuando había ido a la casa de Julián para contarle acerca de la relación que había comenzado, unos pocos días antes, con Martín, su compañero de trabajo en la cafetería. Sucedió que, cuando al fin decidió que ya era momento de compartir su alegría con un amigo, llegó a la casa de Julián y, además de encontrarse con que estaba Isa con él, comprendió que la atención de todos estaba puesta en los acontecimientos que relataban los canales de noticias, acerca de las medidas que, inminentemente, anunciaría el presidente. Entonces Gabi dejó para otra ocasión sus intenciones de conversar con su amigo acerca de Martín y de todo lo que había sucedido entre ambos. Así que, esa noche, se unió a Isa y Julián sólo para compartir con ellos un momento de risas y conversaciones vanas, para disipar el aura de preocupación que les conferían las noticias desde el televisor.


Pero al día siguiente, con las restricciones de circulación ya establecidas, tumbado en el sillón en su casa, aburrido, la ansiedad por hablar con su amigo le surgió repentinamente, desde adentro, como un haz de luz brotando desde lo más hondo de sus entrañas, y tomó su celular para llamarlo y poder, finalmente, contarle las novedades, intuyendo que estaría en su casa, tan aburrido como él. Durante los segundos en que el aparato emitía el tono de espera, los dedos de la mano izquierda de Gabi golpeteaban contra sus rodillas, canalizando toda la impaciencia por estar ya hablando con él. Y, aunque esos pocos segundos le parecieron eternos, más interminable le sonó el tono de voz de su amigo que, además de sonar más aletargado que de costumbre, de arranque, tan sólo con su saludo, le demostró que su atención estaba puesta en otro asunto.

Perdón, ¿con quién?, preguntó Gabi cuando Julián le dijo que estaba con Amelia en la vereda de la cafetería. Enseguida comenzó a advertirle que estaba prohibida la circulación de personas que no cumplieran con determinadas funciones que eran consideradas esenciales, el cual era el único requisito para poder circular libremente, una vez completado un formulario con todos sus datos. Pero la respuesta de su amigo, además de sonar desesperada, lo dejó sin palabras: Julián le dijo que estaba ayudando a Amelia a reconstruir el último recorrido registrado por Olivia en las redes sociales, con el fin de poder encontrar algún dato que los pudiera llevar a ella.

Gabi quedó perplejo, atónito, intentando entender cómo un sinfín de emociones deambulaban por el ánimo de cada persona en un mismo momento. Su alegría, su enamoramiento, la preocupación de todos, el miedo Julián, la desesperación de Amelia, la resignación de Isa, el bienestar de Alex. Tantas emociones y tan pocas respuestas. La tristeza de todos, concluyó Gabi. Esa última oración fue lo que escuchó Julián, al otro lado del teléfono, luego de un largo silencio. Después de ofrecer su colaboración, aunque más no fuera para chequear las redes sociales de todas las personas a las que él seguía en busca de fotos en las que pudiera verse Olivia, y luego de que Julián le diera más detalles de los próximos lugares que recorrerían, Gabi se despidió de su amigo, deseándole suerte, pidiéndole que mantuviera la calma y que cuidara de Amelia.

En cuanto dejó el celular sobre el sillón, al lado de su pierna derecha, exhaló una bocanada de aire colmada de amargura y miró por la ventana, intentando aclarar su mente, mientras un delgado destello de sol le iluminaba la cara. No pudo evitar sentirse abatido por las circunstancias, y notó que el peso de los acontecimientos lo hundía aún más en el sillón, devorándolo de a poco. Hasta que, de repente, casi como si hubiera recibido un baldazo de agua helada, se sintió invadido por un coraje revitalizador que, haciéndolo dar un giro de ciento ochenta grados, lo puso manos a la obra, y tomó su celular para comenzar con la tarea que había propuesto realizar, motivado por el coraje que había notado en el trasfondo del tono de voz de Julián. Sin más demora que la de incorporarse en el mismo lugar en el que estaba, para adoptar una postura más alerta, comenzó a hurgar en las redes sociales en un intento por sumar algún dato a la pesquisa que habían comenzado Julián y Amelia.

Como ya habían pasado un par de días desde la última vez que Olivia se había comunicado con alguien, las chances de encontrarse con fotos de esa última noche se limitaban solamente a publicaciones, ya que, para las historias, que es donde podrían encontrarse fotos más azarosas, habían pasado más de veinticuatro horas y, por ese motivo, no encontraría nada en ellas. Así que, deslizando el dedo índice de su mano derecha por la pantalla del celular, de abajo hacia arriba, Gabi intentaba encontrar en algún rincón de la foto de cualquiera de sus contactos, aunque más no fuera, un mínimo rastro de Olivia.

Sin embargo, pasado cierto tiempo, y desganado por la falta de resultados, comenzó a sentir un resquemor interno que lo inquietaba cada vez más, y comprendió que se debía a la sensación de estar fracasando en su odisea digital. No había, ni siquiera, una mínima señal que lo acercara a lo que él pretendía encontrar, solamente fotos de chicos de su mismo colegio, el Santo Tomás, recostados sobre el sofá de sus casas, pidiendo que le recomendaran alguna Serie para mirar en tv, o de gente cocinando como nunca antes lo había hecho o haciendo ejercicios en un living amplio; todos aludiendo a la nueva realidad en la que se encontraban, la que había dejado a cada cual adentro de su casa, con miedo y con deseos de comunicarse con los demás.

Cuando ya se estaba dando por vencido, desilusionado por los nulos resultados, vio una foto de esa última noche en la que habían tenido novedades de Olivia, publicada por Matilda, la hermana de Julián, y se detuvo a hurgar en los detalles, por pocos que fueran, ya que no era más que una simple foto del libro El silencio más allá posado sobre una mesa de la cafetería, con el comentario: "En todos lados", y lo único que le llamó la atención de esa imagen fue que al fondo, fuera de foco, se podía distinguir la silueta de Martín, detrás de la barra, apuntando con su móvil, claramente, tomando una fotografía, entre algunos detalles más que aportaban muy poco. Gabi se quedó quieto durante un rato, evaluando la posibilidad de que esa fuera la punta de un hilo desde la cual comenzar a tirar, ya que, ante la poca evidencia que había encontrado en las redes sociales, podría intentar encontrar, en esa foto que había tomado Martín, algún detalle que se pudiera observar desde esa perspectiva opuesta a la del posteo de Matilda.

Una pausa más cercanaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora