Matilda despertó por el estruendo que hizo un cubierto al caer al piso, el cual llegó, desde la cocina, hasta su habitación. Era un domingo por la mañana. El sol asomaba casi imperceptible a esa hora. Sólo su curiosidad la alentó a levantarse de la cama.
Se trasladó arrastrando los pies mientras corría el pelo de su cara y cubría un largo bostezo con sus dos manos. Al llegar hasta el lugar donde se había producido el ruido que la despertó, encontró a Alicia, su mamá, ordenando la vajilla que había quedado en el escurridor desde la noche anterior. No fue necesario que ella le explicara que el sonido se debió a que se le había caído una cuchara. Lo que sí necesitó Matilda fue que le explicara qué hacía levantada a esa hora de la mañana, un domingo.
Hablando con susurros para procurar no despertar a alguien más, Alicia invitó a su hija a tomar una taza de té y conversar. Matilda, que ya sentía los efectos del desvelo, aceptó sin más. Así que, sentadas a la mesa de la cocina, pretendiendo no hacer mucho bullicio, comenzaron conversando de temas irrelevantes.
De a poco, su madre fue llevando con suma sutileza a Matilda hacia los temas acerca de los cuales le interesaba informarse, ya que, Alicia, conociendo la buena relación que sus hijos tenían entre ellos, sabía que Matilda no revelaría ningún secreto de Julián. De todos modos, a ella no le interesaba que su hija le confesara nada en particular, sólo quería saber si él era feliz con su presente, si estaba enamorado, si había algo que lo tuviera preocupado o si necesitaba algún consejo que no se atreviera a pedirle a sus padres. Y, compartiendo su punto de vista, le dijo que hacía algún tiempo que lo notaba un poco más introvertido que de costumbre y que lo observaba sumergido en sus pensamientos, como si algo lo tuviera preocupado.
Matilda, que había prestado mucha atención a cada palabra que su mamá le dijo y que, además, había reparado en la gesticulación que acompañó a cada una de sus oraciones, masticó cada palabra antes de soltarla, intentando darle una respuesta que le devolviera la tranquilidad a su mamá, pero que, también, protegiera la intimidad que Julián tanto se esmeraba en preservar.
Algunos días antes, Matilda había encontrado y leído una carta en la que su hermano le declaraba todos sus sentimientos a Amelia. Así que, sabía el motivo por el cual su mamá lo notaba de ese modo. Pero no le pareció oportuno revelar algo que ella había descubierto por haber metido su nariz donde no debía, así que solamente se limitó a decirle que creía que él estaba muy enamorado, pero que no sabía de quién, o si estaba saliendo con esa chica o algo por el estilo.
Cuando dijo esas palabras, también, vino a la mente de Matilda el recuerdo de la conversación que había tenido con Amelia en la vereda de la farmacia, mientras su hermano la esperaba en el auto, una mañana que habían salido a hacer mandados. También, recordó que él había estado muy interesado en saber qué era de lo que habían hablado, haciendo preguntas indirectas que carecían de disimulo. Fue así como, en ese momento, sentada frente a la mesa de la cocina, sintió que todo cuadraba, que, por fin, entendía todo lo que su hermano escondía mientras divagaba por sus pensamientos, sumergido en sus propias cavilaciones.
Por un instante, pensó también en Amelia y en todo lo que ella le había ido soltando en cada una de las ocasiones en las que habían estado conversando a medida que fueron fortaleciendo su amistad. Fue así como concluyó en que ella, al contarle acerca de lo enamorada que estaba de alguien, podría ser que se refiriera a Julián. Pero llegar a una resolución como tal un domingo, pasada la madrugada, mientras tomaba una taza de té con su mamá, le hacía creer que, tal vez, pudiera ser que fuera así y que, debido a eso, Amelia se hubiera acercado a ella desde un primer momento o que, contrario a eso, todo resultara ser sólo una conclusión errática, producto de su imaginación y de las pocas horas que había dormido.
Y, también, a Matilda le resultaba poco probable que estuvieran enamorados uno del otro, sin revelárselo entre ellos, y que, además, ella fuera la única en darse cuenta de eso. Al menos, ignoraba si alguien más lo sabía o se había percatado de lo mismo.
Con frases evasivas, fue desviando el tema de conversación, hasta que el asunto de su hermano quedó en el olvido, logrando así dejarlo a salvo de sus propias suposiciones, las cuales prefirió, de momento, guardar solo para ella misma.
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Una pausa más cercana
Fiksi Remaja2 | -No es necesario haber leído el primer libro- Julián y Amelia emprenden juntos la búsqueda que comenzaron al final de la primera parte. Mientras tanto, van encontrando el momento para decir lo que siente uno por el otro, a pesar de la desespera...