❝Hay una ciudad donde cada persona tiene un color especial y un significado propio.❞
Esta historia no me pertenece
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Eso fue lo que pensó Jeno cuando miró por primera vez y muy de cerca el color avellana del iris del de cabellos caramelos.
Jaemin era las hojas secas que caen anaranjadas para que el árbol pueda renacer. Jaemin era el color del cielo en un atardecer de pleno octubre.
Había tantas cosas que podía decir del chico de piel naranja, que probablemente, el mejor de los poetas se habría sentido ofendido.
Y no era que Jeno, el azulado Jeno, se hubiera enamorado hace tiempo de Jaemin. O a lo mejor nunca se había dado cuenta.
Hace años viviendo a su lado, creyéndolo el ser humano más irritable del mundo, sólo porque su risa inundaba cualquier espacio o porque sus innumerables flores hacían que el jardín a las afueras de la casa blanca de Jeno se viera fuera de lugar. Pero ahora. . . Ahora sólo quería intentar compartir cada momento con él, a quien estuvo a punto de perder por una estupidez.
Jaemin había hecho crecer más margaritas sobre su piano, pero sin duda, las margaritas favoritas de Jeno eran las que se encontraban a los lados de las mejillas del alto.
Ahora Jeno estaba intentando utilizar sus poderes más frecuentemente para darle alegrías a Jaemin, y a su vez, Jaemin estaba intentando ser más calmado para ahorrarle malos ratos a Jeno.
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