❝Hay una ciudad donde cada persona tiene un color especial y un significado propio.❞
Esta historia no me pertenece
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Donghyuck rió y cerró sus ojitos. Mark esperó con ansias los siguientes segundos y de repente, todo se detuvo a su alrededor. Las olas del mar, el movimiento de las nubes, las pocas personas que habían allí, todo estaba completamente quieto.
Donghyuck abrió sus ojos para mirar a Mark, el menor sonreía tan brillante que le era difícil resistirse las ganas de robarle un beso.
El chico de color dorado se levantó y dirigió sus pasos a la orilla del mar, tocó con sus manos el agua que se encontraba congelada en el tiempo.
Poco después volvió a un lado del rubio.
Se asustó cuando Donghyuck dejó salir un pequeño quejido, sujetando su cabeza entre sus manos, con claro dolor. Y el mundo volvió a tener movimiento, volvió a ser el mismo.
-¿E-estás bien? ¿Haechan?- Un preocupado Mark se acercó para mirar a Donghyuck un poquito más cerca, y sintió como su pecho dejaba de tener esa angustia cuando el chico de la paz le sonrió algo cansado.
-Si, es sólo que no estoy acostumbrado a detener el tiempo por un largo periodo. . . Duele un poco.
-Lo siento tanto. Es mi culpa. . .
-No digas eso, yo haría lo que fuera por ti. . .
Mark sintió sus mejillas arder y no tardó en darse cuenta de que su piel brillaba al sentirse tan querido, aunque quiso taparlo con su polo, Donghyuck veía el brillo que desprendía.
Ese mismo día, al caer la noche, ambos chicos se quedaron un ratito más en la playa, compartiendo cortos besitos y viendo las estrellas.
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