CAPÍTULO XIII

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Tumbado de costado sobre la cama, Xiao Zhan se despertó pero mantuvo los ojos cerrados. Era de noche. El pelinegro no lo veía a través de los párpados cerrados, pero lo sentía. Lo notaba por los sonidos apagados que le llegaban desde el pasillo, a través de la puerta de su habitación del hospital.

    No habría sido necesario que se quedara ingresado aquella noche, por supuesto.
    Pero sus amigos del hospital habían insistido en que lo hiciera, y él estaba tan preocupado por otras cosas que no había protestado.

    Había perdido a su bebé.

    Al pensarlo de nuevo, automáticamente se llevó las rodillas hasta el pecho, como si quisiera proteger la vida que estaba creciendo dentro de él. Pero ya era demasiado tarde.

    —¿Zhan? —le dijo una voz femenina con suavidad—. ¿Estás despierto?

    Era una enfermera que había entrado a tomarle la presión sanguínea, pensó. Y
    abrió los ojos.

    En vez de una compañera de trabajo, la persona que estaba frente a él era Wang Lia, sentada en una silla junto a Yibo.

    —Sí, estoy despierto —respondió el pelinegro, hablándoles a los dos—. ¿Qué hora es?

    Lia miró la hora en su reloj de muñeca.

    —Casi las once. Debería irme, pero quería hablar contigo antes de marcharme.

    Zhan parpadeó.

    —¿Necesitas algo?

    Lia sacudió la cabeza.

    —No, no. Sólo quería decirte que mi esposo y yo sentimos mucho lo que ha ocurrido, y preguntarte si tú necesitas algo —le dijo, y los ojos se le llenaron de lágrimas.

    Entonces, miró a Yibo con culpabilidad. No me voy a poner a llorar. Yibo odia los llorones.

    —No necesito nada, Lia —respondió Zhan. «Salvo recuperar a mi bebé»—.
    Pero gracias por preguntar.

    Lia alargó el brazo para darle unos golpecitos en la mano a Zhan.

    —Yo. . —dijo, y se interrumpió con un pequeño sollozo.

    —Di adiós, Lia —le dijo Yibo, con la voz calmada pero con un tono implacable
    —. No queremos vernos obligados a llamar a los servicios de emergencias para que contengan la inundación.

    Su hermana asintió.

    —Adiós, Lia —le dijo Zhan—. Y gracias de nuevo.

    Cuando Lia salió de la habitación, Xiao Zhan se quedó a solas con Yibo. Inspiró profundamente y después espiró.

    —No me esperaba que estuvieras aquí.

    —¿Y dónde esperabas que estuviera? —le preguntó Yibo.

    Yibo se inclinó hacia delante. Apoyó los codos sobre las rodillas y la cabeza en las manos.

    Xiao Zhan se encogió de hombros, con la vista fija en sus dedos. Por primera vez, se dio cuenta de que tenía pequeñas cicatrices en los nudillos de la mano derecha.

    Xiao Zhan le tocó una con la punta del dedo índice.

    —¿Cómo te hiciste eso?

    Yibo no se molestó en mirarlas.

    —Le di un puñetazo a la pared.

    —¿Tú?

    Darle puñetazos a las pareces parecía algo muy vehemente para Wang Yibo, el controlado e invulnerable hombre de negocios.

Algo Inesperado - YizhanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora