CAPÍTULO FINAL

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   Desde la sala de estar, Xiao Zhan oyó cerrarse la puerta principal de la casa de Yibo y se asomó al vestíbulo. Yibo estaba allí. Desde la última vez que  lo había visto, Yibo se había quitado la chaqueta y la corbata. Estaba despeinado y se había remangado la camisa descuidadamente. Él nunca lo había visto tan desarreglado.

—Has vuelto.

—Sí.

—Bien, me alegro.

Yibo se quedó sorprendido.

—¿Te alegras?

—Necesito que me ayudes. Ven a la sala —le pidió Xiao Zhan.

Mientras entraban, el pelinegro tuvo unos segundos para parpadear y atajar las lágrimas que amenazaban con derramársele por las mejillas.

—¿Qué necesitas? —le preguntó Yibo.

«A ti. A nosotros. Todo como era antes, pero mejor». Sin embargo, aquello no podía ser, así que Xiao Zhan se lo quitó de la cabeza.

—El castillo de juguete es demasiado grande y no cabe por la puerta. Quizá entre los dos podamos oprimirlo un poco, o sacarlo inclinado, o algo así.

Yibo se metió las manos en los bolsillos y observó el castillo de cartón con la cabeza ladeada. Zhan también lo miró. Ya quedaba muy poco por hacer antes de que estuviera listo para la niña. Durante la semana anterior, los dos habían terminado la construcción y después Zhan había ido dando los toques finales durante sus ratos libres. Lo había pintado de verde, con ladrillos rojos alrededor de la puerta y las ventanas. El tejado y el puente levadizo eran azules. Había margaritas de colores en la hierba que crecía en la parte baja de los muros.

Xiao Zhan se inclinó para levantar el puente levadizo. Lo empujó por la parte de la puerta y notó que los parches de velero lo cerraban un poco. Aquello también había sido una brillante idea de Yibo. Después se agachó por la parte trasera y le dio un pequeño empujón que lo movió un par de centímetros.

—0 quizá si yo empujara y tú tiraras. .

Yibo tiró del castillo y lo deslizó hacia la entrada un par de metros.

—Es demasiado grande —le dijo a Zhan—. Nunca lo vamos a conseguir así.

—¡Pero tengo que llevármelo! —respondió el pelinegro. No podía dejar nada atrás. No podía—. Tiene que haber un modo de sacarlo.

Hubo otro momento de silencio. Entonces, Zhan oyó los pasos de Yibo en la cocina. Oyó que abría un cajón y después lo cerraba.

—Puedes utilizar esto —le dijo cuando volvió.

Xiao Zhan rodeó el castillo y lo miró. Llevaba un cortador en la mano.

Zhan se quedó observándolo y tragó saliva. Después alzó la mirada.

—¿Quieres que corte el castillo?

—Si quieres sacarlo de aquí, tendrás que hacerlo.

Zhan alargó la mano para tomar el cortador, pero los dedos le vacilaron antes de hacerlo. Respiró profundamente y se obligó a bajarlos.

Sin embargo, antes de que Xiao Zhan tomara el cortador, Yibo cerró el puño y bajó el brazo.

—No hagas eso, Zhan —le dijo—. No destruyas algo que hemos construido juntos.

—Pero no hay otra forma de hacerlo. Tú mismo lo has dicho.

Yibo apretó los labios.

—Podría quedarse donde está. Tú podrías quedarte donde estás.

Algo Inesperado - YizhanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora