10k parte uno

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Cuando llegaron a Venecia las cosas parecidas sacadas de contexto; no había ni siquiera un fotógrafo en la entrada del aeropuerto y todas las personas que les pasaban por al lado iban sumidas en su mundo, como si todo lo ajeno a ellos fuera un objeto de decoración del paisaje... Y eso le gustó. Era mejor que cualquier otra cosa en el mundo.

Un taxi las estaba esperando afuera y también le pareció raro, ¿desde cuándo se iban tan comúnmente en un taxi? Nadie preguntaba, nadie las miraba más de lo necesario y con el conductor fue exactamente lo mismo: a dónde iban. El resto era extra y tampoco le interesaba.

Así que, con total calma y naturalidad, tomó de la mano a Taylor y comenzaron a hablar del paisaje que se extendía a sus alrededores. Los canales a la distancia, las construcciones antiguas, el amor que brotaba de la ciudad como si fuese algo tan natural y a lo que todos estaban acostumbrados que no le prestaban más atención que la necesaria, se dedicaban a sentir ese amor pegotearse en todos lados al igual que la humedad. Transformar a la gente, causarle dolores y alegrías, momentos tan angustiantes que era imposible describirlos con palabras; tan sólo era amor, al fin y al cabo, y había que sentirlo.

Por un momento sintió la completa libertad de besarla si quería, en aquel lugar no existían las cadenas que las tiraban hacia atrás todo el tiempo. Nada las detenía: ni las amenazas de fotógrafos constantes, ni fanes que corrían detrás de los autos y tampoco gente que buscaba cualquier mal toma para incriminarlas de algo; aunque ese algo en realidad sí existía, pero no podían declararlo.

Algunas veces, cuando tenía las ganas y las fuerzas necesarias como para sufrir y soportar el dolor, pensaba en si podrían llegar a decirlo. Salir a los medios y aceptar que estaban juntas, felices, enamoradas. Sí, eran dos mujeres y sí, estaban en una relación. ¿Y qué? Su relación era más real que cualquier otra. Contenía, incluso, más amor del que jamás hubiese visto en cualquier pareja... ¿Por qué iban a juzgarlas? Sólo porque eran del mismo sexo, sólo porque decidieron amarse de una manera completamente diferente a la convencional y entonces eso, al corromper las normas más estrictas de la sociedad, era algo completamente repulsivo y asqueroso. Sólo por el simple y estúpido hecho de que nadie parecía poder aceptar que se querían con una locura que les volaba la cabeza.

Y odiaba al mundo como jamás pudo haber odiado algo.

Pero entonces, cuando todo ese odio se acumulaba en su pecho, cuando todo ese odio estaba a punto de reventarle las venas, aparecía Taylor, con su sonrisa angelical y su calma completamente natural; y le decía que todo iba a estar bien y que no tenía de qué preocuparse... No importaba cuántos lo supieran, ni quiénes, ni nada más, sólo importaba que eran ellas dos. Juntas.

Taylor la sorprendió, en un momento, diciéndole que tenían que bajarse porque ya habían llegado. Un viaje repleto de pensamientos y no le había prestado atención a la ciudad, estúpida. Pero en fin, se bajó del auto e ingresó al hotel detrás de ella; no le pareció extraño que estuviesen lejos del centro y, mucho menos, que fuese lo menos parecido a un hotel. Porque lo que buscaban era discreción y no podría haberse imaginado que aunque hubiesen llegado rodeadas de cámaras la gente no las habría mirado. No interesaba quiénes eran.

- ¡Al fin! — exclamó mientras se recostaba en la cama, con una sonrisa en el rostro, y la veía acomodar un poco las valijas.

- ¿Vamos a ir a caminar?

Tenía que ser una broma, no podía estar hablando en serio. ¿Ir a caminar? Después de casi un día entero de viaje. Podría haber dicho que podían quedarse viendo una película, dormir algo o más tarde ir a un restaurante y caminar un poco; pero no, ella quería ir a caminar ahora.

- ¿Ahora? ¿De verdad tiene que ser ahora? Taylor...

- Estoy bromeando, simplemente bromeando. Necesito dormir, las dos lo necesitamos. Vamos a tener todos los días que queramos para salir a dar vueltas enteras por la ciudad, o no salir...

- Taylor, no me provoques.

- Tus papás se lo tomaron bien, ¿no? Es decir, casi igual que los míos. 

- Sí, eso me pone feliz, ¿sabes? Porque pensé que todo iba a ser una catástrofe, que iban a echarme... Bueno, creo que debe ser algo común pensar lo peor y suponer que van a terminar odiándote. Sobre todo con noticias como estas... y dadas de Ese modo, Pero incluso fue lindo lo que dijeron y sus caras al enterarse. Y más cuando te miraron sin poder creerlo, esa fue la mejor parte.

- Creo que lo que la prensa siempre dice sobre mí no es algo que concordara con que estemos saliendo, ¿no? Es decir, yo soy la que tuvo decenas de novios. Y si, el mensaje no fue una gran manera de contarlo... Al menos aqui estamos a salvo. 

- Pero eso ya no importa. Porque ahora no existe ningún novio y solamente estoy yo. Y juro que puedo amarte de la manera que sea y siempre será mucho más de lo que pueden hacerlo ellos.

- Ya lo sé. Y por eso te amo.

La besó y pretendía seguir en algo más pero los ojos se le iban cerrando poco a poco sin darle la oportunidad de poner algún empeño en acariciarle el rostro, siquiera. Tan sólo fue cayendo y su almohada tiró su rostro hacia atrás, no le dio la oportunidad de decir algo. Se durmió como si nada y tuvo algún que otro momento en el cual distinguía en donde estaba, se despertaba por segundos y volvía a dormirse; pero lo único que sentía era a Taylor a su lado moviéndose, la tele sonando en un idioma que no entendía y el ruido lejano del agua que era lo que volvía a dormirla.

Por la noche fue cuando recién se despertó. Todo estaba a oscuras y tuvo que esperar a que los ojos se le adaptaran como para poder entender en dónde estaba y quién era la persona que estaba en un balcón observando la ciudad. Luego, cuando cayó que había dormido tanto por un vuelo de casi un día, recordó que era Taylor quien podría estar allí... Y no la culpaba tampoco. No sabía cuánto había dormido y el balcón tenía una vista hermosa.

- Dormí demasiado, ¿verdad?

- Son las diez de la noche, no es mucho teniendo en cuenta nuestro cansancio. Además, siempre duermes demasiado.

Eso la hizo sonreír. No sólo por la broma sino por cómo la conocía tan bien, por cómo dio a entender que tenía en cuenta cada momento en el que ella dormía para llegar al resultado de que sí, estaba más tiempo en una cama que afuera haciendo algo. Y de todas formas eso era perfecto.

La abrazó por la espalda y dejó un beso en el hombro desnudo mientras apreciaban la ciudad y su cercanía sin interrupción. El poder mostrarse libres era lo que terminaba de calificar aquellas vacaciones como las mejores de su vida, soltarse, sonreír y sonreírse. Y luego de un rato, cuando cayó en que no habían hecho nada, propuso salir a dar uno de esos paseos en botes con alguien que remaba por ellas mientras se dedicaban a abrazarse y contemplar. O contemplarse. Pero para la ocasión daba lo mismo.

Salieron después de una ducha juntas, corrieron por lugares que desconocían y pedían indicaciones que no respetaban, básicamente, porque no lograban entenderlas. Sí, ajá, claro, era hacia allá o podía ser hacia la otra punta de la ciudad, pero la noche recién comenzaba y tenían vida, juventud, energía, así que no les interesaba pasar despiertas la noche entera hasta poder encontrar los benditos botes; o no encontrarlos.

Y el tema era que sí los habían encontrado y estaban paseando ahora mismo, con las manos entrelazadas y  brindándose besos que eran más necesarios que respirar. Un hombre detrás de ellas remaba y no cuestionaba ninguna de sus acciones, el amor no discrimina en Venecia.

Allí por fin se sintió viva.

Tal vez era por estar viéndola contenta, deslizando sus dedos por el agua y luego salpicándola un poco, riendo como una niña pequeña que necesita esos juegos para sentirse viva. Necesitaba mantener la niñez que siempre la había caracterizado y encender un fuego que no tenía por qué extinguirse jamás en la vida... Porque eso también encendía su relación y su amor por ella. Reía al igual que lo hacía el mundo, sonreía y no se privaba de hacer nada porque sabía que no volvería a repetirse por un largo tiempo; aquellas demostraciones a otros ojos sólo existirían en Venecia y, lo que pasa en Venecia, se queda en Venecia, ¿no?

La noche corrió y las obligó a seguirlas hasta el hotel, donde los besos subieron de tono y las caricias traspasaron la ropa. Incendiaron el país. Y la noche seguía igual de joven y ellas igual de vivas.

En Venecia nunca se muere.

Karlie loves TaylorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora