Capítulo 2-Fuerte Terror

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Desperté en un carruaje desconocido, sin saber dónde estaba. Al recordar lo que había sucedido, las lágrimas cayeron por mi rostro. Me las limpié al instante.

—Debo ser fuerte y estar preparada para lo que vaya a pasar ahora—me dije a mí misma.

Las puertas del carruaje se abrieron y Roose Bolton apareció ante mi.

—¿Dónde estamos?—pregunté ansiosa.

—De camino a Fuerte Terror—respondió tranquilamente.

Mi cuerpo tembló al oír ese nombre. Era el castillo de los Bolton, lo que significaba que...

—Me voy a casar con vuestro hijo, ¿verdad?

—Sí, Rhoslyn, y lo harás mañana.

Estas palabras me hicieron sentirme más desgraciada todavía. Había oído todo tipo de rumores sobre Ramsay Nieve y todos eran desagradables.

Me trajeron comida pero no probé bocado ninguno aunque corriese el riesgo de morirme de hambre. Prefería eso a casarme con él. Más tarde, llegamos a Fuerte Terror y Roose me acompañó hasta el comedor principal. Allí estaba Ramsay, era apuesto, con unos ojos fríos como el hielo y el cabello castaño. Pero su forma de mirarme me dieron ganas de matarle allí mismo: me miraba atentamente y con una sonrisa ladeada.

——Buenos días, milady—frunció el ceño—¿cómo debería llamaros? ¿Lady Stark o Lady Manderly?

En ese instante comprendí que se estaba burlando de mí, pero yo no me iba a dejar intimidar.

—Lord Nieve—recalqué y vi como toda burla de su rostro desaparecía rápidamente—me llamo Rhoslyn Manderly pero tengo entendido que mañana me casaré con vos. ¿Es eso cierto?

Él volvió a sonreír y no tardó en responder:

—Sí, es cierto. Podéis retiraros a vuestras habitaciones. Martha, acompáñala.

Martha me guió hasta mi habitación que estaba peligrosamente cerca de la de Ramsay.

La habitación era grande y de color verde. Había una cama de madera sin colchón alguno.

—¿Dónde está Ramsay?

—En su habitación, os podría acompa—

—Se dónde esta—dije en un tono decidido cogiendo un cuchillo y ocultándolo bajo mi corsé. Caminé hasta la puerta y la golpeé bruscamente.

—Pase, Lady Manderly—¿Cómo sabía que era yo?

Abrí la puerta y me encontré a Ramsay tumbado en la cama semidesnudo. No pude evitar fijarme en sus abdominales y me sonrojé.

—¿A qué ha venido, milady?—me preguntó.

Al oír eso, me di cuenta de que había estado mirando su torso durante varios minutos. Levanté la mirada y se la sostuve.

—Mi cama no tiene colchón.

—¿Y qué? —preguntó con indiferencia.

Avancé velozmente mientras que cogía el pequeño cuchillo. Ramsay se percató de mis intenciones, me empujó, lo que me hizo soltar el cuchillo y se acercó a mí poniendo el arma en mi garganta.

—No te atrevas a volver a intentarlo—me amenazó.

Sentía el frío filo del arma en mi cuello pero aún así no sentí miedo alguno.

—¿No sientes miedo? —me dirigió una mirada perpleja e impresionada a la vez.

Le di una patada en la rodilla, me giré y le tiré en la cama. Recuperé el arma y le dirigí una sonrisa burlona.

—No te atrevas a volver a intentarlo —repetí las palabras dichas por él.

Me dirigía a la puerta cuando me agarró del brazo y me giró. Nuestras miradas se encontraron y la suya estaba llena de ¿deseo?

—Ya que tu cama no tiene colchón, dormirás conmigo.

—¿Es una broma?—solté de repente.

—¿Es que te pone nerviosa la idea, Rhoslyn?—me preguntó alzando una ceja.

—Pues claro que no.

La sola idea de dormir con él me ponía la piel de gallina.

—Ya puedes marcharte, futura esposa.

Mi piel se erizó, ¿acaso le gustaba recordarme aquello? Quise devolverle la jugada y así lo hice:

—Adiós, Ramsay Nieve—su usual mueca burlona se transformó a una de enfado.

Sonreí y me dirigí al patio de entrenamiento. Hacía mucho tiempo que no practicaba con el arco ni la espada. Empecé a apuntar con el arco varias veces y en todas di al centro de la diana. Cuando pasaron varias horas, Martha me regañó porque quedaban unos pocos minutos para la cena y todavía no estaba lista. Al llegar al comedor, dije:

—Siento mucho la tardanza, Lord Bolton—dije haciendo una reverencia.

—No pasa nada, Lady Manderly—aseguró con un tono serio—Por cierto, tengo una nueva noticia. Mi esposa, Walda está embarazada.

Miré rápidamente a Ramsay y él tenía una expresión molesta. Se levantó y se fue sin haber probado bocado alguno.

Me levanté enseguida y recibí miradas extrañadas de Roose y Walda. Me marché de allí sin decir nada.

Subí las escaleras y llegué a la habitación de Ramsay. Me detuve frente a su puerta y dudé pero finalmente golpeé la puerta. Enseguida se abrió y pude ver a Ramsay frente a mí. Me fijé en que no llevaba camiseta y mordí mí labio suavemente.

—Sé que no quieres dormir conmigo. Mandaré que lleven un colchón a tus aposentos.

—No, no quiero molestar a los criados tan tarde.

—Es su trabajo.

Me tumbé en su cama y le dejé un hueco para que se tumbara a mí lado. Lo hizo pero se quedó mirando la pared. Estaba rabioso porque Lady Walda podía tener un hijo legítimo. Me armé de valor y le dije:

—¿Por qué te has girado?¿Estás enfadado porque tu padre va a tener otro hijo, que será legítimo mientras que tú no?

Se giró, esta vez mirándome a mí.

—Mañana nos casaremos, eso reforzará el poder de mi padre sobre el Norte. Pero ya no soy un bastardo, Tommen Baratheon me legitimizó.

—Eso no lo sabía, Lord Bolton—dije mordiéndome el labio.

Él me agarró la cintura y me acercó a él. Me giró de manera que mi espalda tocaba su pecho.

—¿Qué haces? —pregunté nerviosa.

Él se río y me susurró al oído:

—Sé que no deberíamos hacer esto hasta la noche de bodas pero no puedo esperar más. He deseado esto desde que te vi.

Me giré y le abofeteé.

—Eres asqueroso, jamás me acostaré con vos—dije con desprecio mientras me dirigía hacia la puerta.

—Puede que te repitas eso cada vez que me ves para convencerte pero yo sé la verdad.

—¿Qué verdad?

—Que me deseas.

Me fui rabiosa y enfadada de su habitación. Me dirigí a las mazmorras, estaban oscuras pero prefería dormir allí. Cogí una antorcha y me adentré en la oscuridad. Oí gemidos de dolor y susurros. No entendía que decía, aunque la voz me sonaba de algo. Entré en esa celda y vi a un chico de mi edad tirado en el suelo con heridas. Al oír mis pasos, sé giró y se congeló al verme. Yo también me congelé al caer en la cuenta de quién era. 

—¿Theon?

Se acerca el inviernoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora