Capítulo 9-Batalla de los Bastardos

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Estaba practicando con la espada cuando oí unos aplausos. Jon estaba a mi lado, sonriendo.

-Me recuerdas a mi hermana Arya-dijo orgulloso.

Sonreí y, de repente, su expresión se tornó algo seria.

-¿Te respondió tu padre acerca de la propuesta?

-No, todavía no me ha llegado nada-dije con una expresión triste.

En el tiempo que llevaba aquí, me había encariñado mucho con Jon Nieve. Era un hombre honorable y valiente; lo que le hacía ser digno de mi confianza.

Iba camino de mis aposentos con mucho cansancio cuando un mensajero me llamó a gritos:

-¡Señora! ¡Señora! ¡Tiene una carta!

Me acerqué a él lentamente y le di tres monedas de oro.

-No diga esto a nadie-le dije en voz baja pero amenazadora.

-De acuerdo.

Se alejó y yo entré en mi habitación con la carta en la mano. Cuando iba a abrirla, me di cuenta de que no estaba sola. Unos fríos ojos azules me miraban fijamente.

-Sansa, ¿qué haces aquí?-pregunté todavía sorprendida.

-Sé con quien te comunicas diariamente, sé que no es tu padre y sé que lo que nos contaste acerca de Ramsay Bolton y su ejército es mentira. El mensajero al que pagas no es tan leal como imaginabas.

La miré a los ojos y me acerqué a ella, desafiante.

-Luego me ocuparé de ese miserable-dije con todo el desprecio posible.

-No lo dudo, supongo que tú y Ramsay sois muy parecidos en ese aspecto, ¿verdad?-dijo alzando una ceja.

Se levantó intentando intimidarme pero saqué un puñal y la obligué a sentarse en la cama de nuevo.

-No se lo contarás a Jon.

Ella me miró extrañada.

-¿Por qué no?

-Porque tú también guardas un secreto, ¿o me equivoco?-la pregunté con una sonrisa burlona.

Noté como se tensó y me miró fríamente.

-Hagamos un trato-dijo ella profesionalmente-Tú te irás de aquí y podrás volver a Invernalia con la condición de no contarle que tengo el ejército del Valle a Ramsay.

-Me temo que eso no es posible. La carta ya ha sido enviada.

Me miró con incredulidad y temor al mismo tiempo.

-Pero entonces, ¿perderemos la guerra? ¿Cómo puedes querer apoyarle a él? Es un monstruo.

-Supongo que eso me hace ser también un monstruo-le dije.

-Márchate mañana al amanecer a Invernalia. Le diré a Jon que vas a visitar a tu padre para hablar con él. No te quiero aquí.

Yo asentí con la cabeza y ella se marchó.

Leí la carta que mi esposo me había enviado, y le envié una a mi padre pidiéndole que le entregara hombres a Ramsay para poder luchar. Sabía que él aceptaría.

A la mañana siguiente, después de recibir la carta de mi padre concediéndole 5.000 hombres a Ramsay, monté a caballo y cabalgué hasta Invernalia. Llegué dos días después y vi todo lleno de gente preparándose y poniéndose armaduras.

-¡La batalla va a comenzar ya!-gritaban los hombres de mi padre.

Subí corriendo a mi habitación a ponerme una armadura pero, cuando llegué, Ramsay estaba allí. Se giró y, en cuanto me vio, me abrazó fuertemente.

-Estos días sin ti se me han hecho insoportables-bromeó cuando se separó de mí para poder mirarme a la cara.

Me estaba quitando la ropa cuando él me miró estupefacto.

-¿Qué haces?

-Me estoy vistiendo.

Su expresión confusa pasó a ser seria y negó con la cabeza.

-No, no vas a luch-

-¿Es por qué soy una mujer y porque crees que no sé luchar?-pregunté mientras la ira en mí iba aumentando.

-Estoy seguro de que lucharías muy bien en la batalla, pero no me quiero arriesgar a perderte. No después de pasar días sin verte-explicó.

-No me pasará nada, te lo prometo-aseguré con una sonrisa cálida en el rostro.

-No vas a luchar. ¡Guardias! Encerradla en la habitación-ordenó saliendo de la habitación.

Los guardias se pusieron enfrente mía, impidiéndome salir. Yo forcejeé y pataleé cuando uno me cogió en brazos.

-¡Soltadme, desgraciados!-grité desesperada.

Le di un puñetazo al que me agarraba en la cara. Cogí el puñal que siempre llevaba conmigo y apuñalé a todos, que estaban sorprendidos. Salí de allí llevando la armadura y cogí mi arco y mi espada, que siempre utilizaba. Me monté en mi caballo, blanco como la nieve y después me peiné el pelo haciéndome un moño rápidamente.

Seguí a un hombre que iba algo borracho hasta la batalla. Allí pude divisar el cabello pelirrojo de Sansa. Avancé hasta donde se encontraba Ramsay, quien permanecía allí sereno y tranquilo, convencido de que iba a ganar. Al oírme, se giró y, al verme, me miró con una expresión que indicaba que estaba molesto.

Haciendo caso omiso, me situé a su lado, sintiéndome preparada para luchar por primera vez. Jon Nieve me miró perplejo cuando me vio posicionarme en el bando enemigo. Pensó que Ramsay me estaba obligando y dijo:

-Podemos liberarte del monstruo con el que estás casada. Solo tienes que luchar por nosotros.

Le miré con una mueca burlona y me miró con incertidumbre.

-¿Es qué Sansa no te lo ha contado? Todo era mentira, estaba actuando.

Él me miró y se dio cuenta de la verdad.

-Los dos os merecéis morir-sentenció con desprecio tras varios segundos.

Ramsay intervino.

-No lo haremos. Nuestro ejército es mayor que el vuestro, os triplicamos en número. No tenéis oportunidad de ganar esta batalla.

-¿Cómo sabemos que tenéis a Rickon?-preguntó Jon, escéptico.

Ramsay ordenó a sus guardias que le llevasen a su lado. Rickon estaba asustado, lo podía notar.

Después de eso, le ordenó que corriese hacia su hermano y, al hacerlo, lanzó varias flechas que no acertaron. Sabía cómo funcionaba su mente, quería fallar y cuando Rickon estuviera cerca de su hermano, le mataría. Eso fue exactamente lo que pasó. Después de eso, comenzó la batalla. e Después de lo que parecieron ser horas eternas, me encontraba rodeada de gente y me sentía abrumada. Utilicé más la espada ya que estaba demasiado cerca de mi objetivo. Corté a toda persona que vi alrededor mía. Jon también estaba rodeado de gente y no se podía mover. Ramsay, en cambio, estaba retirado observando todo desde una prudente distancia. Él estaba mirando algo a lo lejos y, cuando me giré en su dirección, pude ver a Sansa y a Petyr Baelish con el ejército del Valle. Aún así iban a perder. Los hombres de mi padre también entraron en ese momento y los mataron a todos. Sansa, al ver que todos sus hombres morían, supo que todo ya estaba perdido. Cuando quedaban una docena de los suyos, incluyendo a Sansa y a Jon, los llevamos prisioneros a las celdas de Invernalia. Allí, me acerqué a Ramsay y, en cuanto me vio, se iluminó su rostro y se acercó a mí dándome un apasionado beso.

-Lo has hecho muy bien, Rhoslyn-dijo acariciándome la mejilla-Somos señores de Invernalia gracias a ti.

-¿Es un cumplido?-dije con sarcasmo en mi voz.

De repente, un guardia se acercó a nosotros. Nos preguntó que debía hacer con los prisioneros y Ramsay me miró.

-Ella decide-dijo señalándome.

Estuve pensándolo durante unos segundos y al final dije:

-Quiero desollarlos-dije dándole la mano a Ramsay.

Se acerca el inviernoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora