Ceremonia lobuna

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Lukyan avanzó tomado de la mano de Dante, por la alfombra que terminaba a los pies de la pequeña tarima. A ambos lados los miembros de las dos manadas se fusionaban como una. Los rostros de los lobos del Consejo se alzaban alrededor de la tarima, mientras arriba esperaban dos personas que Lukyan no reconoció al primer momento, pues no recordaba haberlos visto antes, pero analizando a detalles había rasgos que le parecían familiares, como los ojos plateados del macho de la pareja y el cabello muy oscuro de la mujer menuda y hermosa a su lado.

-¿Ellos son tus padres?-le preguntó en voz baja.

Dante asintió con la cabeza y una sonrisa en sus labios orgulloso de a quien llevaba consigo. No podía negar que estaba extrañamente emocionado, pocas veces se sentía así. Sintió la mano de Lukyan apretar la suya y él le respondió el gesto dándole apoyo.

El omega miró a su alrededor con disimulo viendo a cuatro de sus hijos al lado del beta en el inicio de una de las filas. No era primerizo en ese tipo de celebraciones. En su boda con Sylas había estado tan nervioso que se le dificultaba caminar bien y tenía que recostarse a su antiguo esposo.

Recordaba las miradas de la mayoría de los integrantes de la manada como si lo acusaran o tuvieran lástima de que fuera atado a una pareja siendo tan joven. Ese día no había sido nada agradable para él. Los nervios le habían dejado la mente en blanco y apenas los sucesos de ese día le eran claros. Incluso cuando había consumado el matrimonio con Sylas, estaba difuso. La coraza que había creado ese día solo se había fortalecido con los años.

Pero ahora, por más ajetreado que hubiera sido este día, no estaba nerviosa. A lado de Dante era como si todo a su alrededor fuera correcto y él solo debía dejarse llevar por la corriente.

-Al menos puedes sonreír un poco, estás en tu boda, no en un funeral- el lobo se había inclinado ligeramente y le comentaba al oído.

Lukyan no había percibido que su expresión fácil estaba igual de fría que siempre. Dante tenía razón, no tenía razón para estar tan seria. Momentos más tarde su vida cambiaría de nuevo, tal vez para mejor, así que por un momento creyó adecuado despojarse de su armadura.

-Creo que tienes razón- sus fracciones se relajaron y una leve pero sincera sonrisa salió de sus labios que hizo detener a su pareja.

Dante pudo sentir como su corazón golpeó en su pecho de repente y un sonrojo reflejarse en sus mejillas. Si había considerado que él era hermoso, no tenía palabras para ahora. Le sonrió en respuesta.

-Deberías sonreír más a menudo, te asienta-

-Solo por hoy Dante, solo por hoy- Lukyan miró hacia adelante para retomar el paso para que el alfa no viera el brillo en sus ojos. Dejarse tan desprovisto de barreras, de vez en cuando era relajante.

Llegaron a los pies de la tarima fueron recibidos con una reverencia por los otros miembros del Consejo. Aunque muchos tacharan a los lobos como una raza salvaje que solo se dejaba llevar por sus instintos, la verdad era que ellos se regían por una severa etiqueta tanto en respeto como en subordinación. Así garantizaban el equilibro y la disciplina en todos los integrantes.

Dante lo ayudó a subir los dos escalones y se detuvieron delante de la pareja que los esperaba allí. Más de cerca Lukyan tuvo que aguantar un gemido de asombro. Ahora entendía de donde había salido la genética de los gemelos.

El padre era incluso más alto que ellos, no mucho, pero si marcaba la diferencia. Tenía el cuerpo duro y musculoso que se marcaba por encima de la camisa que podía asegurar que una talla más no le haría daño. Su cabello lo llevaba muy largo atado en su nuca y que caía por encima del hombro hasta la cadera, de un color que podía compararse con el cobrizo, y que contrastaba con sus ojos plateados. Su rostro, a pesar de parecer maduro era muy apuesto y varonil y a pesar de su fingida expresión algo serio mostraba su gran orgullo por cada poro de su ser.

A su lado, su pareja no se veía opacada, enfundada en un elegante y recatado vestido rojo que no hacía nada por ocultar sus esbeltas curvas. Lo primero que había visto Lukyan era su cabello. Era la copia exacta del de Dante, incluso el mismo largo, enmarcándole el rostro pálido y hermoso y aquellos dos enormes ojos también oscuros, que la recorrían de arriba abajo estudiándola, para después sonreír ligeramente con aprobación.

Al lado de aquel lobo que olía a alfa, ella se mostraba como digna de haber sido una reina y que no era inferior, aun con sus años de edad. Y a pesar de todo, sus expresiones corporales y sus olores daban a indicar que se amaban como almas gemelas.

Por un momento el omega pensó que si Dante y él se verían así, en algunos años y la idea no le repugnó como lo había sido con Sylas.

-Padre, Madre- Dante se inclinó arrodillándose en el suelo ante ellos llevándose consigo a su pareja- Como hijo y lobo les muestro a la persona que compartirá el resto de sus días conmigo-

Lukyan conocía la ceremonia completa. Los hijos debían mostrar respeto hacia sus padres y el consentimiento de estos para seguir la ceremonia era crucial. Sobre todo, si era la pareja del alfa y la futura reina. En su caso, al no tener padres su parte se omitiría pues él estaba excomulgado de esta acción, solo quedaba ver que opinaban sus futuros suegros.

-Él complementa mi existencia, y es el apropiada para ejercer la tarea de reina a mi lado. Padres, denme su bendición- la cabeza de Dante estaba agachada y sus ojos cerrados.

Lukyan lo miraba con disimulo. A los únicos lobos que un alfa le mostraba tal respeto era a sus padres y a su pareja. Eso lo sabía, pero nunca se esperó una imagen tan solemne de aquel lobo. El silencio que le siguió a sus palabras fue eterno. Ambos sintieron el peso de la mirada tanto del Consejo como de la pareja mayor.

-Yo, Kaiser, progenitor de tu ser, te doy mis bendiciones por tu boda- la voz de su padre salió dulce en contraste con su aspecto.

-Yo, Aralia, progenitora de tu ser, te doy mis bendiciones por tu boda- seguidamente una voz más aguda, pero con un tono autoritario.

Dante sonrió recibiendo la aceptación por parte de ambos. Ellos no conocían exactamente la situación de la manada hasta que llegaron en la tarde, y ahora que conocían a su futura pareja. Se incorporó y ayudó a Lukyan a erguirse. Dieron una reverencia y se giraron uno frente a otro. Bastian se acercó a ellos con un pañuelo rojo bordado con dos manillas en el medio.

Ambos tomaron aquel que estaba tejida tanto por cordeles carmines como por un mechón de su pelo que había sido cortado días antes. Los cordeles al igual que toda la decoración y el vestido denotaban la unión y la fidelidad de la sangre, lo más importante en la manada. El cabello era seleccionado minuciosamente y las hebras entrelazados junto a estos, creando una pieza que no solo marcaba como propiedad a quien la tuviera sino también dejaba su olor por todo su cuerpo.

Dante levantó la cabeza y buscó los hermosos orbes violáceos de Lukyan.

-Yo seré tu compañero, y te seré fiel por el resto de mis días- pronunció esas palabras de forma cálida que envolvió a el omega mientras le ponía su manilla y la ajustaba a su muñeca derecha.

-Yo seré tu compañero, y te seré fiel por el resto de mis días- él le respondió con una leve sonrisa y sintiéndose gratificante ponerle la pulsera que lo marcaba como suyo.

Matías se acercó por detrás de ellos y les ofreció una bandeja con una pequeña copa de color bronce y que por los detalles desgastados indicaba lo antigua que era. Esa era la copa de unión. Dante y Lukyan cortaron una pequeña línea en sus respectivas muñecas y dejaron que algunas gotas de sangre se mezclaran con el líquido del recipiente.

Dante se la ofreció primero a su pareja. El omega bebió un pequeño sorbo para después copiarlo el lobo. Acto seguido, él le tomó la mano y haciéndose una pequeña reverencia entre ambos se giraron hacia la manada.

-Desde hoy, el nombre de su nueva reina, es Lukyan, mi compañero y el lobo que realizará un lazo de unión conmigo- pronunció Dante antes de que todo estallaron en gritos y ovaciones rompiendo la disciplina que hasta el momento tenían.

El omega miró como el rostro de sus antiguos miembros se iluminaba y gritaban junto con los demás. Se notaban felices, más él no tanto. Los nervios comenzaron a atormentarlo.

Ahora venían dos partes muy complicadas, convertirse en lobo para la corrida bajo la luna llena y la consumación del matrimonio.

Por primera vez no se sintió capaz de afrontar aquello solo.

Se sintió vulnerable.

5 cachorros para el Alfa #1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora