Celo de alfa

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Lukyan retrocedió un paso para detenerse temblando violentamente. La imagen del alfa ante él lo aterraba, tanto como podía cautivarlo.

El oscuro cabello suelto y alborotado que enmarcaba su rostro perlado en pequeñas gotas de sudor. La camisa desabotonada que se pegaba como una segunda piel, dejando a la vista los músculos definidos de un lobo adulto en la mejor etapa de su vida. Los pantalones holgados que apenas hacían el esfuerzo de ocultar sus torneadas piernas y la ausencia total de zapatos; le daba un aspecto más salvaje de lo que usualmente mostraba. Aunque, Lukyan estaba más atento al brillo amenazador de sus plateados ojos, que podía definir incluso con su deteriorada vista.

Retrocedió otro paso solo para recibir un gruñido y su garganta se secó. Su cuerpo entero se retraía, queriendo huir e ir hacia él en partes iguales. Su mente dictaba que tenía que salir de allí, pero la naturaleza animal era fuerte y dictaba que debía unirse a ese alfa.

No quería. Le haría recordar el dolor que sentía cada vez que su cuerpo era invadido una y otra vez por aquel lobo que solo buscaba su propia satisfacción sin importarle la opinión de él. Siempre había sido así y nada dictaba que Dante no fuera igual.

Su olor lo decía, sus movimientos lo decían, y esa mirada lo hacía salir de toda duda.

Lo sintió acercarse y solo pudo caminar en la dirección contraria de espalda, lentamente. Cada célula de su cuerpo parecía querer ir en su contra. Su naturaleza omega era sumisa y se doblegaría ante la orden de aquel alfa muy superior a él. Solo pocos sabían el daño interno que se provocaba cada vez que lo enfrentaba, cada vez que ignoraba sucumbir a sus órdenes.

Dante no hablaba. Miraba al pequeño lobo indefenso listo para ser su platillo. Su olor dulce lo tenía embriagado. No reconocía quien era, entre la bruma del deseo que carcomía cada rincón de su cuerpo; solo sabía que delante de él había algo para aparearse y aliviar su deseo.

Se relamió los labios con gusto, ya saboreando su próximo banquete, se aseguraría de disfrutar cada momento y afirmaría su descendencia. Eso era lo que dictaba su sangre y así lo haría.

Lukyan no pudo soportarlo más y mordiéndose el labio hasta sangrar se giró y salió corriendo sin rumbo fijo, tenía que alejarse lo más posible, tenía que salir de aquel lugar. Para su desgracia su cuerpo fue golpeado fuertemente y cayó sobre el suelo golpeándose el pecho, perdiendo el aire y quedando aturdido por unos momentos.

Los pies de Dante se ubicaron a cada lado de su cadera y se arrodilló dejando sus manos sobre las muñecas de Lukyan, aprisionándolas forzosamente contra el suelo haciéndole soltar un gemido.

-Dante suéltame- se sacudió fuerte intentando quitarlo de arriba, pero fue inútil, no se movía, no hablaba solo sentía los latidos desenfrenados contra su espalda y el calor masculino atravesando la fina tela de su ropa.

Pataleó y movió la cadera negándose a ceder, si lo hacía las cosas no terminarían nada bien y presa del pánico como estaba no tenía cabeza para pensar con claridad. Pero, todos sus intentos parecían una perreta de lobezno ante aquel alfa que no retrocedía una pulgada, él gruño y él se petrificó.

Su piel se congeló y se volvió pálido, hasta sus temblores se detuvieron. El olor del celo lo envolvió nuevamente, asfixiándolo. Sus ojos se llenaron de lágrima ante la impotencia de no poder defenderse. Detestaba ser tan débil, detestaba ser un omega.

Dante volvió a lamerse los labios, extasiado y dejó sus dientes y colmillos a la vista agarrando el borde del cuello de la camisa, desgarrándolo para tener mejor acceso a la piel y llevó sus labios a la nuca, lamiendo la piel que había perdido toda calidez.

-Por favor, no lo hagas- la voz de Lukyan salía en pequeños sollozos delirantes mientras giraba su rostro hacia él- Dante no lo hagas, no así-suplicaba, intentando llegar al lejano lugar del cerebro donde la razón se escondía.

Pero sus palabras al parecer no le llegaron. El lobo solo pestañeó, su aliento salía en pequeñas bocanadas mostrando así su excitación y éxtasis. Cuando abrió la boca con sus caninos que se alargaron aún más para el momento de marcar a Lukyan , el omega cerró sus ojos con fuerza esperando el dolor que sabía le haría perder hasta el conocimiento. No fue así.

Dos gotas de algún líquido caliente cayeron sobre su mejilla. Lukyan abrió los ojos lentamente y entre la neblina logró divisar los ojos plateados entrecerrados y algo con forma indefinida de color carmín cerca de su boca. Dante apretó sus dientes contra la piel de su brazo mientras mantenía un hilo de cordura.

-Vete- logró articular al soltar su lastimado miembro y la sangre corría hasta el borde de su barbilla- Aléjate de mí. No quiero hacerte daño-ordenó ásperamente

Lukyan lo comprendió al momento y cuando sus manos fueron liberadas se movió de debajo del lobo y se incorporó tambaleándose.

-Dante- vaciló al tener que dejarlo en ese estado.

-SAL DE AQUÍ- le gritó este con los dientes apretado- O te haré mío sin estar consciente y no seré nada gentil -la orden no daba lugar a la desobediencia.

El omega retrocedió y apretando los labios en una línea comenzó a correr sin ningún rumbo fijo, tenía que alejarse ahora que podía.

Al momento en que su mente comenzaba a procesar todo se dio cuenta que no había sido marcado. En el último momento Dante se había mordido a sí mismo para no dañarlo. Una pulsada en su corazón la hizo estabilizarse un segundo y volvió a retomar la marcha, perdiendo la noción total de donde estaba hasta que chocó con algo o alguien. Se tambaleó hacia atrás, perdiendo totalmente el equilibrio.

Unas manos la agarraron de los brazos impidiéndole caer al suelo.

-Vaya, después no digan que no me la ponen fácil, y yo buscando una forma de encontrarme contigo y me apareces del cielo- el comentario sarcástico apenas lo molestó.

El lobo pelirrojo había sido el muro con quien había chocado en su huida y ahora la tenía bien sujeto, pero Lukyan no tenía fuerza para discutir. Su respiración era agitada, estaba alterado y temblaba irremediablemente.

Lucian lo acercó de golpe al ver el cuello de su vestido desgarrado dejando a la vista toda su clavícula, uno de sus hombros y parte del monte de su pecho, y olió contra su piel. Esbozó una sonrisa y buscó por detrás de su nuca para no encontrar nada. Con Dante fuera de juego todo era más fácil.

Enarcó una ceja al separarlo y encontrar que él lo miraba con el ceño fruncido.

-Sabes, me encanta esa mirada tuya, puede ser excitante, pero por ahora- levantó una mano y la puso ante sus ojos desplazándola- Dulces sueños, hermoso -dijo por lo bajo.

El cuerpo de Lukyan cayó inerte en sus brazos en un sueño profundo y con la respiración constante. Otra vez Lucian había utilizado uno de sus extrañas y ocultas habilidades. Esto sería un secreto entre ellos.

5 cachorros para el Alfa #1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora