Yo te protegeré

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Kaiser caminaba con su brazo sobre los hombros de uno de sus gemelos, Dmitri. El lobo se parecía más a su madre, que a él. Más bien sus dos hijos tenían el carácter de la madre. Ninguno había sacado su temperamento juguetón. Tal vez fue porque sus primeros cinco años se habían criado solos con ella, hasta que él los encontró de casualidad. Si no hubiera pasado ese día, no tuviera a sus adoradas bendiciones con él.

Su esposa Aralia, era la loba más fuerte que había conocido, lo había entrenado y enseñado casi el 90% de todo lo que sabía. En tiempos de guerra habían terminado incluso y siendo ambos enemigos de fracciones diferentes. Pero ella fue capaz de proteger a sus cachorros de todo daño. La amaba y respetaba por eso, más de lo que la loba se imaginaba.

Ambos dos se encontraron con su madre y hermano conversando delante de la puerta de su cuarto. Por el aspecto de la piel en cicatrización del alfa, sobre todo del cuello, se dieron cuenta que había tenido un momento demasiado intenso. Las marcas de su espalda eran todavía muy visibles.

-Alfa, madre, la manada ha sido evacuada con éxito- Dmitri les dijo de forma educada.

-Gracias hermano- Dante sintió alivio sabiendo que podía confiar plenamente en él.

-Pero tenemos un problema- Kaiser se acercó a su esposa –Hay cuatro cachorros rebeldes que no se irán allá abajo hasta que su madre esté junto a ellos y a salvo-

Dante suspiró, sabía que no todo podía ser tan fácil. Si ellos eran hijos de Lukyan, estaba claro que se opondrían a irse sin él. Tendría que ponerse duro con ellos. Ya después buscaría como ganárselos nuevamente. Sobre todo, a los dos mayores que eran los más tercos y difíciles de tratar.

Lukyan en el interior del cuarto escuchaba todo. Su oído era tan agudo que comenzaba a ser molesto. Las palabras de aquellos cuatro lobos eran dichas como si fuera a su lado. Abrió los ojos y se incorporó en la cama. Sentía que su cuerpo estaba lleno de vida. Como nunca antes. 

Su sangre corría con fuerza dentro de él y el cansancio era cosa del pasado. Miró a su alrededor y se tuvo que correr el cabello hacia atrás y se percató de algo nuevo. Este parecía más voluminoso y suave y había crecido pasándole los hombros en densas ondas rebeldes. Tan espeso y brillante que resultaba hermoso. Al parecer la sangre de aquellos alfas no solo había aumentado su poder sino revitalizando todo su cuerpo.

La mención de sus hijos le hizo mirar para la puerta. Levantándose de la cama se puso un conjunto de ropa adecuada con una rapidez que la sorprendió. Se sentía ligero, poderoso. Sonrió, era una buena sensación. Se giró hacia la puerta y la abrió viendo como los cuatro lobos seguían hablando pero le prestaron atención en cuanto se percataron de su presencia.

Dante estuvo rápidamente a su lado levantando la mano hacia su cuello, impresionado por como él se veía.

-¿Lukyan, qué pasó en los minutos que te dejé solo?-

Él le sonrió levemente y se puso de puntillas dejándole un beso en la mejilla. Después miró a los otros tres.

-Aralia, Kaiser- hizo una leve inclinación de la cabeza, aunque era reina y su estatus estaba por encima de ellos, aun le debía respeto tanto por juventud como por ser sus suegros.

-Te vez hermoso- Aralia inclinó la cabeza –Y poderoso- una sonrisa algo sádica salió de sus labios –Cuando todo esto se soluciones me gustaría pelear contigo, quisiera comprobar tus habilidades-

-Te recomiendo que no lo hagas- Kaiser la interrumpió recibiendo un gruñido por parte de su esposa y se apartó de ella consecuentemente- Dante, que no lo hagas sino quieres quedarte viudo, sabes cómo es tu madre-

5 cachorros para el Alfa #1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora