Chico tímido 💌SOPE 💌

💌Tiempo para hablar

—Hey, Hoseok... sobre mi... comportamiento antes de la sesión... —Yoongi empezó a hablar, cuando iban de regreso a casa.

—¿Hm? Ah, eso. —dejó de ver por la ventana para prestarle atención. —Tranquilo. No me molestó. —le sonrió de forma sincera, alzando sus comisuras levemente.

—¿De verdad? Aún así quiero hablar contigo. —tomó su mano. —¿Te quedarás? —pidió con voz suave, de una forma bastante tierna.

Una sonrisa se le escapó al menor. —Claro. Me quedaré hasta la noche si así lo quieres. —apretó suavemente su mano, haciendo más cálido el agarre.

Llegaron a la casa de Min, y subieron hasta la habitación, tomando algunos bocadillos del refrigerador de paso. Sin embargo, dejaron aquello de lado para después y se tendieron en la cama, viéndose de frente.

Yoongi entonces acarició el cabello castaño de su chico, soltando un suspiro que le ayudó a buscar las mejores palabras para comenzar.

—Llevamos casi tres semanas juntos... y siento que el tiempo nunca es suficiente para hacer todas las cosas que quiero hacer contigo. —murmuró con la mirada perdida en los lunares del menor.

—Yoon, tendremos muchísimo tiempo para hacer de todo, no seas tan impaciente. —soltó una risita, sonrojándose cuando el tacto bajó hasta su cuello, dejando pequeñas caricias.

—Lo sé, es solo que... creo que nunca nos hemos sentado a conversar tranquilamente. Hay muchas cosas que no sabemos el uno del otro.

—Es verdad... Pero ahora estamos hablando. Puedes preguntarme lo que sea. —tomó la mano del mayor y la entrelazó con la suya.

—¿Me das un beso?

—No esa clase de preguntas... —su corazón se sacudió al ver sus labios involuntariamente.

—¿Entonces no me lo das?

—Sabes que me sonrojo mucho cuando te beso yo, y luego no puedo verte a la cara. —sus mejillas se encendieron.

—Seokie... —suplicó con un pequeño puchero.

—Ah... Está bien. —murmuró desviando la vista. —Pero cierra los ojos.

—De acuerdo. —asintió sonriente y bajó los párpados con rapidez.

Pronto unos suaves labios se posaron sobre los suyos.

Y no pudo evitar abrir los ojos para admirar aquellas hermosas pestañas, que descansaban con calma sobre las mejillas sonrojadas del menor.