💌Epílogo

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Por primera vez en la vida, Yoongi había perdido algo. Estaba acostumbrado a tener siempre lo que quería, pero esta vez, el destino había decidido que no fuera así. ¿Por qué? Si Hoseok era lo que más había anhelado...

Sin importar cuánto corrió, no logró seguirle el paso al tren, que ya había desaparecido de su vista, allá en el horizonte. Sus piernas cedieron al cansancio, y sin poder evitarlo, cayó de rodillas sobre la nieve, junto a la vía. Y comenzó a llorar.

—Dijiste que nunca me dejarías... —sollozó dolorosamente, antes de finalmente quebrarse por completo.

Mientras tanto, Hoseok se había resignado. El tren ya había partido. La despedida que deseaba, ya no podía ser. Se sentó de nuevo, sintiéndose impotente, y agachó la cabeza para comenzar a llorar bajito.

Y fue entonces cuando algo en el corazón del señor Jung le apretó fuerte, como si fuera un recordatorio desde el cielo. Es verdad, él también había luchado por un amor hace muchos años atrás. Y había triunfado y formado una hermosa familia, que le había hecho muy feliz. ¿No merecía acaso su hijo la misma felicidad? Por supuesto que sí. Y no iba a ser él quien se la arrebatara.

Se levantó de su asiento y, captando la atención de todos quienes estaban en el vagón, jaló con todas sus fuerzas el freno de emergencia, haciendo que la velocidad bajara paulatinamente hasta finalmente detener el tren por completo.

Hoseok le miró con los ojos como platos.

—¿Padre? ¿Qué estás haciendo? —se secó las mejillas rápidamente y se puso de pie.

—Hoseok... —se acercó y le abrazó con fuerza. —Perdóname, hijo. —suplicó, genuinamente arrepentido. —Estaba intentando tanto protegerte de todo y de todos que... no me di cuenta de que me estaba llevando también tu felicidad. —le acarició suavemente la cabeza, de la misma forma que su esposa solía hacer.

Hoseok era lo que le quedaba de ella. Por supuesto que quería protegerlo con todas sus fuerzas pero ¿protegerlo de un amor que lo hacía tan feliz? ¿Solo porque no estaba acostumbrado a ver a dos chicos juntos? ¿Solo porque la gente hablaría? Ahora se sentía avergonzado de sí mismo.

—¿P-padre? —el menor aún no lograba comprender lo que estaba ocurriendo tan de repente. —¿Dices que puedo quedarme? —susurró, abrazándole también.

—Si eso te hace feliz... entonces está bien. —se separaron para verse. —Además, tu madre habría estado de acuerdo. —sonrió con un aire de tristeza.

Tenía muchas cosas que aprender aún, como padre y como persona, no cabía duda. Al igual que su hijo, tenía que aprender a dejarla ir, y seguir adelante aunque doliera un poco.

Y este era el primer paso.

—Gracias, padre. —Hoseok se despidió, y luego de una última sonrisa, se bajó del tren, a pesar de los llamados de atención del auxiliar que había llegado a inspeccionar. ¿Que el freno era solo para emergencias? Pues esta era una.

Había llegado su turno de correr. Corrió sin parar junto a la vía, y no se detuvo por nada. El cansancio no le importó, ni el dolor en las piernas, ni el hecho de que la nieve fresca lo hiciera aún más difícil. Nada más importaba ahora.

Ni siquiera supo cuánto tiempo corrió, o qué distancia, pero lo cierto es que logró distinguir una silueta arrodillada más adelante. Eso, y una brillante cabellera azul.

—¡¡Yoongi!! —gritó con las pocas fuerzas que le quedaban.

El peliazul levantó la vista rápidamente y secó sus ojos, aún llenos de lágrimas, para poder ver. ¿Estaba alucinando? La cabeza aún le dolía y el cansancio seguro le estaba pasando la cuenta.

Pero la silueta volvió a gritar su nombre.

—Hoseok... —susurró sin poder creerlo, y se puso rápidamente de pie para comenzar a correr de nuevo.

Las sonrisas volvieron a instalarse en sus rostros rosados por el frío y las lágrimas, y a pesar de la nieve y todas las veces que tropezaron en el camino, finalmente lograron reencontrarse.

—¡Yoongi! —el castañito se lanzó a sus brazos, llorando de alegría, haciendo que ambos cayeran a la nieve.

—Hoseok... ¿de verdad eres tú? —se abrazaron con fuerza para sentir el calor de sus cuerpos y cerciorarse de la realidad de aquel momento.

—Soy yo, Yoongi. Volví... —sollozó abrazándolo más. —Volví para quedarme contigo. —levantó la vista para encontrarse con sus ojos. —Perdóname... Perdo- —y los labios del peliazul le callaron a media frase, como tantas veces lo habían hecho antes.

Y con cuánta necesidad se besaron aquella vez, abrazados bajo la fina nieve que había empezado a caer de nuevo. Se besaron una y otra vez, riendo y sonriendo, y aún así besándose más.

El menor sujetó las mejillas pálidas de su amado, y entonces se separó.

—Estás helado... —le acarició el rostro suavemente, y entonces notó que el mayor no llevaba chaqueta.

Se quitó entonces la suya rápidamente, y lo envolvió con ella.

—Solo a ti se te ocurre salir sin abrigo en un día como este. —le regañó, tomándole las manos para ponerlas en sus mejillas tibias.

Yoongi se acercó y dejó un tierno besito en su nariz. —Solo quería llegar a despedirme a tiempo. —apoyó su frente en la del más pequeño.

—Es un alivio que ya no tengamos que despedirnos. —sus comisuras se alzaron mientras lo abrazaba de nuevo. —Por cierto, ¿leíste mi carta?

—Muchas veces. —rió bajito. —¿Tú leíste mi último post?

—¿Último? ¿El que aclaraba que no somos pareja?

—No, el que decía que me retiro del modelaje.

—Ah, no, no lo leí. —murmuró cerrando los ojos. —... ¡¿Que tú qué?! —se separó de golpe y lo miró con verdadera sorpresa y confusión.

—Ya no soy modelo. —repitió acomodando los mechones castaños que estaban sobre la frente del menor. —Mis padres estuvieron de acuerdo, así que ahora soy solo el hijo de los Min. Un civil común y corriente. —sonrió de lado.

—Pero... ¿por qué? Disfrutabas modelar... —hizo un mohín de decepción.

—Disfruto más estar contigo. —le apretó el labio inferior con los dedos, logrando hacerle reír. —Eso, claro, si tu padre me lo permite.

—Es gracias a él que estoy aquí. —sonrió el pequeño, bajando la vista. —Le dije la verdad, y creo que nos apoya. Después de todo, es mi padre. Solo quiere que sea feliz.

Yoongi lo abrazó. —Entonces no voy a decepcionarlo.

Se pusieron de pie, y luego de sacudirse la nieve de las ropas y cabello, se tomaron de la mano.

—Vamos a casa. —la voz aterciopelada del peliazul le hizo sonreír de nuevo.

Y ambas siluetas caminaron junto a la vía, dejando marcadas en la nieve las primeras huellas del largo camino que juntos tenían por delante.

Fin.

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Gracias por leer esta historia espero les haya gustado mucho igual que a mi.
Y ya saben si quieren leer más adaptaciones al Sope / Yoonseok se pueden pasar por mi perfil.

-Woonie🐻🌷

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