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Las semanas transcurrían y su extraña amistad también. Kageyama había comenzado a ser más tolerante con el incubo, a quien por cierto aun no le otorgaba un nombre y tampoco sabía como devolverlo de donde sea que lo haya traído, era una investigación en proceso. Por otro lado, el incubo se esforzaba más en ser útil para Kageyama, ya que este no le daba ordenes especificas intentaba no ser un estorbo y ayudarle con algunas tareas simples, que no requerían de muchos conocimientos y no inmiscuían en la privacidad del otro.

Terminaron forjando las bases de una extraña pero potente amistad, y aunque el incubo debía mostrarse más dócil debido a su posición, no dudaba en protestar cuando sin compasión alguna Kageyama le hacía dormir en el patio de la casa porque simplemente no lo quería cerca. Generalmente pasa cuando Kageyama se enojaba con él por alguna razón absurda que siempre involucraba su derrota en una de sus tantas competencias. Si que era un mal perdedor.

Las peleas entre ellos eran constantes. No eran peleas importantes, en realidad eran muy tontas y empezaban por sus naturalidades competitivas y el orgullo que no le permitía admitir la derrota cuando perdían por ver quién terminaba el desayuno más rápido. Tampoco podían enojarse por mucho tiempo con el otro.

Si algo había aprendido Kageyama era que aquel incubo era muy persistente y terco, tenía la certeza de que, si se lo negaba, buscaría todas las formas por todos los medios para poder lograr lo que quería. A Kageyama le resultaba en extremo molesto pero ver su persistencia también activaba su motivación para darle competencia y comenzaba a ser más rápido y productivo en el trabajo solo para demostrarle al incubo que era capaz de eso y más.

El incubo por su parte simplemente le esperaba, con la comida lista y dispuesto a lo que sea, aunque Kageyama parecía que realmente no tenía interés en hacer nada con él. A veces se preguntaba si debería irse, decirle a Kageyama como devolverle al libro y esperar por su verdadero dueño.

Pero la verdad es que no quería hacer eso.

El incubo sintió un temblor recorrer su cuerpo acompañado de una onda de calor que se extendió por cada célula, quemando cada parte de su ser, haciéndole sentir dolor en cadaa partícula diminuta que lo formaba. Debilitado, cayó al piso, con la respiración agitada, traspirando y temblando.

-Mierda... -Maldijo. Con toda la fuerza que le quedaba se arrastró por la casa hasta llegar a las escaleras -Malditas escaleras, ¿Por qué se tienen que interponer en mi camino justo ahora? -Lentamente comenzó a subirlas, tratando de no lastimarse en el proceso y no demorar mucho e llegar a una zona segura.

Afortunadamente llegó con bien al segundo piso, se dirigió a la puerta del baño y se encerró allí. Intentó calmarse un poco sin lograr a conseguirlo, se sacó toda la ropa, dejándola tirada por el piso a su paso y llegó a la bañera, entró en ella abriendo la llave del agua, dejando que su cuerpo caliente hiciera contacto con la fría agua para intentar aligerarlo del exceso de calor.

Lamentablemente no funcionó.

La bañera se llenó y tuvo que cerrar la llave. Dentro de ella, totalmente sumergido esperaba que el frío lograra ayudarlo con aquella bochornosa situación, pero no hizo nada, su cuerpo estaba decidido a permanecer así hasta que lo atendiera como le pedía.

-Maldito cuerpo -Maldijo a su estado físico y este pareció protestar haciendo más fuerte su problema -Ah... tengo suerte de que Kageyama no esté aquí -Suspiró, dejando ir un poco del agua de la bañera -Bien... hagámoslo de una vez.

Incubo -Kagehina-Donde viven las historias. Descúbrelo ahora