IV

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El incubo no iba a rendirse tan fácilmente en lo que quería, no si Kageyama no se lo negaba rotundamente. La situación era que el incubo quería acompañar a Kageyama a su trabajo, permanecer tanto tiempo en la casa le comenzaba resultar muy aburrido, quería salir al menos un poco, mínimamente cambiar de aire, no iba a separarse de Kageyama y por eso quería acompañarlo.

-Por favor Kageyama, hice de todo y hoy cocinaré tu comida favorita -Insistió. No le gustaba rogar, pero ya había pasado demasiado tiempo encerrado en ese libro y también se esforzó en cumplir con lo que Kageyama quisiera solo para ganarse la oportunidad de salir.

-¿Para qué quieres venir?, solo te vas a aburrir.

-Casi nunca estas aquí, es como si siguiera encerrado en el libro solo que ahora tengo más espacio, pero a veces me llego a sentir igual de solo... -Su postura se suavizo y miró al suelo un poco triste. Ese sentimiento de soledad era algo que no le gustaba, saber que hay tantas personas con las que puede hablar, tantos lugares que visitar y tanta libertad que puede sentir, y simplemente no lo hace porque se lo impiden.

-¡Esta bien! -Accedió por fin. El incubo sonrió con emoción.

Salieron de la casa rumbo al trabajo del más alto, en el camino el incubo iba emocionado. La última vez que salió fue hace unos días en el centro comercial, esta vez irían por un lugar y camino diferente y quería ver tanto como pudiera.

Es así como es que ahora Kageyama tiene a un chico corriendo por toda su oficina, revisando coda pequeño detalle, meticulosamente y demostrando su aprobación con su rostro cambiante que pasaba de una cara disgustada a una maravillada. Como niño pequeño en juguetería.

-Tu oficina es un desastre -Comentó el incubo al aire mientras pasaba sus dedos por sobre una pequeña estantería repleta de libros y papeles importantes -¿Quieres que lo limpie?, no romperé ni perderé nada, lo prometo -Propuso el más bajo, mostrándole su meñique a Kageyama, esperando que entendiera. Pero Kageyama simplemente asistió y siguió con lo suyo.

El incubo suspiró, pero decidió no darle más vueltas al asunto. Prosiguió con su trabajo, sacando los libros y papeles de la estantería, comenzando a desempolvar y acomodar nuevamente pero esta vez de una forma más ordenada. Realmente no era alguien muy ordenado y tampoco le gustaba tener que preocuparse por esas cosas, pero no quería ser un inútil y quería ayudar a Kageyama de alguna forma. Después de todo accedió a traerlo y tenía que asegurarse de que no se arrepintiera de su decisión.

Mientras acomodaba se dio cuenta de cuanto material tenía que leer Kageyama, páginas y páginas de puro texto, hojas aburridas con, lo que para el incubo era, la letra más pequeña existente. Solo de verlas por encima sintió el aburrimiento en todo su ser, se compadecía de Kageyama. Miraba al azabache y podía darse cuenta de lo trabajador que era, supone que esta empresa debe ser importante para él si le pone tanto empeño.

Unas horas después la luz del sol se hizo más intensa pues el anochecer estaba cerca. El incubo seguía trabajando y Kageyama se detuvo un momento; siempre se tomaba un descanso a esa hora del día.

Mientras intentaba relajarse observó al incubo, quién seguía trabajando y Kageyama se quedó hipnotizado unos minutos pues la vista era indudablemente preciosa.

Incubo -Kagehina-Donde viven las historias. Descúbrelo ahora