Capítulo 13 - A solas

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Mientras Neal y Cassandra iban por otro café y algunas golosinas para Heather al pueblo de Hogsmade, Remus miraba silenciosamente a su hija desde una silla a la derecha de su cama. Las palabras de Cassandra seguían rebotándole en la mente "solo imaginaba lo hermoso que hubiera sido que en vez de darte el título de 'mejor profesor del mundo' te hubiese dado el de 'mejor padre del mundo'" ¿Cómo hubiera sido todo si nunca hubiese dejado a Cassandra? ¿Cómo habría sido como padre? ¿Estaría en aquella situación si no hubiese tomado aquella drástica decisión doce años atrás? Inmediatamente dio un sacudón de cabeza.



-    ... tantas cosas hubiesen sido distintas si cambiásemos muchos hechos del pasado — dijo recostando su espalda en la silla.


Las imágenes de Sirius, James y Peter se le vinieron a la mente. Aquel recuerdo le fue muy doloroso. Luego de haber perdido a sus mejores amigos, Cassandra era lo único que le quedaba... y también la había dejado ir.

-    Te buscaste estar solo, Remus — susurró — Por idiota, te mereces estar solo.


En aquel instante, Heather se removió en su cama, mascullo algo inentendible y volvió a quedarse plácidamente dormida. Él volvió a observarla en silencio y tras unos segundos, hizo aquello que deseaba desde que se enteró que aquella simpática y risueña niña era su hija. Poniéndose de pie se acercó a ella y le dio un suave beso en la frente mientras le acariciaba el cabello.


-    Te quiero. Y no te das una idea cuanto — le susurró.


Inmediatamente tomó asiento y sujetó a Heather de la mano. Sabía que era feliz con Cassandra y Alphard, pero no podía dejar de imaginar cómo hubiese sido todo si él nunca se hubiese marchado. En medio de esos momentos felices creados por su mente, Neal se le apareció como un cachetazo a sus sentimientos. Aunque le doliese, quería saber más sobre él. Necesitaba saber más sobre él. Le intrigaba saber la relación que tenía con Heather y como era que ahora Cassandra descansaba en sus brazos todas las noches. Aquella imagen lo partió. Saber que otro hombre poseía el cuerpo que una vez fue solo suyo lo llenaba de ira y celos. Pero nada podía hacer. Era tarde. Ya era muy tarde.

Unas gruesas lágrimas comenzaron a surcar su mejilla y no pudo evitar apretar con fuerza la mano de su hija. Queria pensar positivamente, pero en aquel momento no podía hacerlo. Jamas en su vida luego de perder a la única mujer que amó pudo hacerlo. Con el corazón hecho pedazos y los sentimientos revueltos, apoyó suavemente la cabeza en la mano de Heather y comenzó a quedarse dormido. 

La Hija de RemusDonde viven las historias. Descúbrelo ahora