Capitulo 5 - Pesadillas

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Media hora paso meditando a solas en su habitación sobre todas las cosas que habían pasado en aquellas ultimas horas. Miles de imágenes de su pasado se le pasaban por la cabeza como rayos de luz. Exactamente las mismas por las cuales se recrimino durante los últimos doce años. Sentándose al fin en la cama, miro su reloj y se dio cuenta que era hora de bajar a cenar. Se puso de pie, se lavo la cara y se miro al espejo.

-    Esto te pasa por egoísta… - se dijo y, tratando de tranquilizarse, bajo hacia el gran comedor.

Luego de cenar en silencio, se puso de pie y fue en busca de Heather a la mesa de Gryffindor.

-   Disculpa, ¿Puedo hablar contigo un segundo?

Heather lo miro asustada, pero asintió con la cabeza y se puso de pie para seguirlo fuera del gran salón.

-    ¿Esta todo bien profesor? - le pregunto en voz baja.
-    Si, quédate tranquila. Solo quería devolverte esto. Lo dejaste olvidado en mi salón - dijo y saco la carta del bolsillo de su saco
-    Gracias profesor. Pensé que la había perdido. Revolví todo y… gracias - sonrió ampliamente.
-    Debo pedirte disculpas es que… la he leído - se sonrojo.
-    No se haga problema. Es de mi madre, ¿sabe? Guardo cada carta que me envía… en casa tengo todas las del año pasado en una caja debajo de la cama…
-     ¿Y eso porque? - indago Remus
-    Es que… mama y yo estamos solas. En realidad, vivimos juntas en la casa de mi abuelo. ¿Le puedo contar un secreto? - le pregunto casi en un susurro.
-    Si, claro, dime…
-    Yo jamás conocí a mi padre. Mamá no me habla mucho de el. Cuando era pequeña, cada vez que lo nombraba se le llenaban los ojos de lagrimas aunque siempre intentaba ocultarlo… Es por eso que he dejado de preguntarle acerca de él hace mucho tiempo.

Con cada palabra de Heather, Remus se sentía morir. ¿Por cuánto tiempo había llorado Cassandra? ¿Seria que lo odiaba con toda su alma luego de lo que hizo? Si lo hacia, no podía juzgarla. El se había comportado como un completo imbécil y todavía se arrepentía de la decisión que había tomado en aquel momento.

-    Profesor, ¿se encuentra bien? - le pregunto ella tomándolo del brazo.
-    Si, lo siento… y tu ¿que piensas acerca del tema de tu padre?
-    Es raro… mi abuelo me conto que mi padre era una excelente persona que solo había tomado una mala decisión. Me gustaría conocerlo pero… no quiero que mamá sufra. Vivo por ella y no quisiera verla llorar.
-    Yo tampoco - dijo Remus en voz baja.
-    ¿Disculpe? - le pregunto
-    No, nada. No es nada… Bueno, Heather, si algún día necesitas hablar con algún mayor, o necesitas algún tipo de consejo, no dudes en buscarme, ¿si?
-    Lo hare. Y de nuevo gracias por la carta - le sonrió y se marcho nuevamente con sus amigas.

Cuando llego junto a ellas, Gwen la miro asustada.

-    ¿Que hiciste esta vez? ¿Te ha castigado acaso?
-    ¿Que? No, claro que no. Es que la carta se me había caído en el aula del profesor Lupin. El la encontró y quería devolvérmela - sonrió.
-    Ah. Menos mal…
-    Me agrada, ¿sabes? No se porque, pero… me creerás loca, pero siento una gran conexión con el. Como si… no se. Siento como que puedo confiar en el, no importa lo que pase… Se que es rarísimo pero jamás me ha pasado eso con nadie…
-    Admite que te gusta - comento su amiga codeándola cómplicemente
-    Yo no soy como tu que se enamora de los profesores - contesto Heather un tanto enojada.
-    Bueno, no era para que te lo tomes de esa forma. Si dices que no te gusta, te creo… ¿ahora vamos? Tenemos cosas que hacer para mañana - dijo poniéndose de pie. Heather la imito y la siguió en silencio. 

Por su parte, Remus llego nuevamente a su habitación mas confundido de lo que había estado jamás. Todo lo que había sucedido, era demasiado para un día. Con la mente agotada, se dio un baño y se metió en la cama. Intento dormir, pero mil imágenes le rondaban la mente. La cara de Cassandra se le dibujaba recurrentemente y pensando en ella, logro conciliar el sueño.

-    Porque haces esto… ¿no era acaso con lo que soñamos apenas dejamos el colegio? - decía Cassandra inundada en lagrimas.
-Éramos dos chiquillos, Cass. No se como se me paso toda esta idea por la cabeza… No se como pude… y ahora no puedo…
-    No me digas todas estas cosas, Remus, por lo que mas quieras… ¿acaso no me amas? Mírame a los ojos y dime que no me amas… - Cassandra lloraba cada vez mas intensamente
-    Es porque te amo que debo hacerlo. ¿Es que no lo entiendes? - grito el - ¿Te parece que para mi es fácil esto? ¿Tu te das cuenta que si estamos juntos el mundo va a odiarte? Va a odiar a ese pequeño… no les puedo hacer esto…
-    No me importa que me odien, no me interesa - dijo tomándolo del brazo. Remus la miro y la abrazo con todas sus fuerzas.
-    No me busques. Ni siquiera lo intentes…
-    Remus, te amo… - decía aferrándose a el muy fuertemente.

-    Te necesito. El te necesita – dijo tocándose el vientre con ambas manos. El la miro fijamente a los ojos y la tomo de las mejillas para darle el beso mas intenso de toda su vida. El beso de despedida.
-    Adiós Cass - dijo y salió de la casa.
-   Por favor, Remus. No me hagas esto. ¡Te Amo! - grito Cassandra y cayó de rodillas al suelo.

 Remus despertó dando un salto de su cama. La voz de Cassandra todavía le resonaba en la cabeza. Tocándose las mejillas, noto que había llorado en sueños. Mirando su reloj, vio que solo había pasado una hora desde que el sueño lo venció, así que, tomando la fotografía que ahora descansaba sobre la mesa de noche, volvió a acostarse.

Cuando volvió a mirar su reloj, este marcaba las 7 de la mañana. Ya era hora de levantarse y casi no había dormido. No se sentía demasiado bien, pero por lo menos, tenia las cosas mas claras. Heather era su hija y haría lo que fuese para ayudarla.

-    No puedo decirle nada. No seria honesto con Cassandra… pero tampoco puedo quedarme con los brazos cruzados - se decía - ¿¡Dios que debo hacer!?

Durante el desayuno estuvo bastante callado y no dejo de mirar a Heather por un instante. Al verla sentada con sus amigos en la mesa de Gryffindor, recordó los momentos pasados junto a Cassandra en esa misma mesa. Las largas charlas que tenían, la forma en que se miraban, la sonrisa que le regalaba en cada momento, la forma en que lo cuidaba.

Siempre me entendió y actué como un estúpido egoísta, se dijo para sus adentros, totalmente enfadado consigo mismo. De repente, sintió un par de ojos clavados en el. Al girar a su derecha, noto que Dumbledore lo miraba con una débil sonrisa. Poniéndose de pie, paso por su lado y le palmeo el hombro. Sin entender aquella reacción, aunque intuyendo de que se podía tratar, se dirigió a su aula para comenzar con la primer clase del día.

La Hija de RemusDonde viven las historias. Descúbrelo ahora