【SI PIENSAS TANTO, ENTONCES ES UN AVANCE】

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Resopló, echando la silla hacia atrás, todo su peso cayendo en el respaldar y haciéndolo crujir levemente

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Resopló, echando la silla hacia atrás, todo su peso cayendo en el respaldar y haciéndolo crujir levemente. Debería de cambiarla, ya ha comenzado a deshilacharla, perdiendo con el tiempo ese tapizado negro de segunda mano, una de las ruedas se salió hace ya tanto que ya ni lo recuerda y ese rechinido le estaba volviendo loco.

Pero, ¿era sólo la silla lo que le tenía así? Ojalá y fuera sólo eso y no la bruja de su madre con su putos reclamos. Ni siquiera ella era capaz de acordar una puta fecha pero venía a reclamarle a él. Maravilloso.

Al otro lado de la puerta se escuchan gritos, quejidos y el ruido sordo de algo pesado que cae. Los idiotas habían llegado. Otro quejido, quitándose los lentes y masajeándose el puente de la nariz. No le molesta el ruido que hacían, aunque su creciente migraña dijera lo contrario, le molesta es la mierda de su madre, aquel puto trabajo que estaba obligado a hacer.

Por mucho que dijera, que gritara, que gruñera que su madre sería una molestia, le debía tanto a la mujer como para simplemente negarse a un mero trabajo. Era un completo fastidio, pero no puede negarse, nunca le negaría nada a su madre.

Piensa que ya es hora cuando su dolor de cabeza va creciendo y los gritos al otro lado no cesan, al contrario, parecen elevarse con cada segundo.

Se levanta de su asiento, la silla vuelve a chirriar, las tres ruedas que quedan se intentan mover y otro pedazo de cuero cae. Debe cambiarlo.

—... en sí sería más sencillo hacerse un piercing que un tatuaje –dice Denki cuando sale por la puerta, están todos reunidos cerca de la cafetera que les tomó tres meses de trabajo comprar.

Es un local pequeño, teniendo sólo dos habitaciones –la oficina de Katsuki y la sala de computadoras de Denki y Mina- y el recibidor/comedor. El poco mobiliario que tenían era de segunda mano y un sofá que encontraron un día en la calle, y que con esfuerzo y mucho tapiz marrón lograron parecer como nuevo, acomodados de manera que no abarcara todo el espacio. Las paredes de un blanco impoluto, franjas y cuadrados de distintos tamaños y colores que Katsuki permitió por idea de Eijiro y un animado Hanta. La cafetera está en un rincón, junto al dispensador de agua.

Katsuki recuerda, con vaguedad, que prometieron comprar una cocina eléctrica. No recuerda qué gastos hicieron, pero ya la cocina había sido pospuesta por más de tres años.

—Pero los tatuajes también son geniales –rebate Mina, señalándolo. Kaminari asiente, comprendiendo su punto.

—Sí, pero son más difíciles de eliminar, en cambio los piercing tú te lo quitas y, si no te lo pones más, la carne se va cerrando sola. En cambio, si te quieres eliminar un tatuaje es con láser.

—Yo vi un video que te lo podías quitar con agua oxigenada y otro químico –aporta Hanta.

—Yo también lo vi, pero no sirve, Denki y yo lo probamos y es mentira –habla Eijiro.

𝒜 𝓉𝓇𝒶𝓋é𝓈 𝒹𝑒 𝓉𝓊𝓈 𝑜𝒿𝑜𝓈 [Hiatus hasta que salve el semestre]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora