Capítulo 7

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Por primera vez en meses, había pasado algo increíble en la vida de Escorpio. Algo maravilloso; algo tan magnífico, estupendo e inigualable que no había manera de describir con precisión lo que estaba sintiendo.

Por fin, Escorpio se había quedado completamente solo en la casa.

Se hallaba tan feliz que incluso empezó a correr por la sala de estar y a bailar la canción de CAN'T STOP THE FEELING! de Justin Timberlake. No había nadie que pudiera verlo haciendo estas tonterías, así que simplemente se dejó llevar por la música.

En este momento se encontraba en el patio, sentado en el pasto y debajo de un árbol, apreciando la pequeña brisa primaveral que chocaba contra su rostro y el agradable confort que le proporcionaba la sombra de la planta. Todo era perfecto: paz y tranquilidad. Sin gritos, ni peleas, ni juegos. Nada. Solo estaban él y sus pensamientos.

—¿Escorpio? ¿Qué haces aquí?

Claro que eso era demasiado bueno para ser real.

Giró levemente su cabeza, encontrándose al lado suyo, a una distancia razonable, a Piscis. Era impresionante la cantidad de veces que se estaba topando con ella a solas en los últimos días.

La luz del sol se reflejaba en su cabello, dándole brillo, logrando que se viera con mayor claridad la tonalidad turquesa de su pelo tan largo y ondulado. Su expresión parecía la de un perrito regañado: su cabeza gacha; ojos que, por alguna razón, tenían una mezcla de sentimientos de culpa, tristeza y quizás algo de vergüenza; sus labios un tanto fruncidos; y jugueteaba con sus dedos, lo cual era un indicador bastante obvio de su nerviosismo.

La confusión se apoderó de él, al igual que, de algún modo, un sentimiento de pena que no sabía su razón u origen.

Lo único que atinó a hacer fue decirle:

—Podría preguntarte lo mismo. ¿No te habías ido con Aries a una feria?

Debido a su comentario, logró que Piscis se pusiera más nerviosa. Se pudo dar cuenta gracias a que ahora estaba mordiendo su labio inferior.

«Definitivamente pasó algo allí», pensó.

—Piscis, ¿quieres... —suspiró— hablar?

Realmente le había costado decir eso.

La pisciana frunció el ceño, confundida. Se notaba que de todas las cosas que se imaginaba que Escorpio le diría, esa no había sido una de ellas.

—¿Seguro? Te hallabas aquí tan relajado y yo ando molestándote. Ay, claro, quieres estar solo, ¿verdad? Lo siento, lo siento muchísimo. Ya me voy, no te preocupes —dijo Piscis aceleradamente, apresurándose por irse.

Si debía ser sincero, sí, quería estar solo, pero la chica se veía verdaderamente mal y, conociéndola, debía de hallarse deseando desahogarse con alguien. Además que sería muy estúpido de su parte dejarla que se fuera así sin más, toda desolada.

Rezongó, frustrado, teniendo una pequeña pelea mental y, finalmente, habiendo tomado su decisión, gritó:

—¡Piscis, espera!

La chica se dio vuelta apenas escuchó su nombre saliendo de la boca del escorpiano. Lo miró fijamente, tratando de averiguar qué era lo que pasaba por su cabeza. Pero, sencillamente, no pudo. La expresión de Escorpio era indescifrable. Siempre le había parecido que ponía un gran muro alrededor suyo para que nada ni nadie consiguiera invadir su espacio, el único rincón en el que era imposible entrometerse: su mente.

Si los ojos eran la ventana del alma, entonces Escorpio tenía una cortina puesta sobre ella.

—Deja de hacer eso —pidió repentinamente el signo de agua.

The disaster squad (signos zodiacales)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora