Capítulo 10

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Cierto barullo estaba ocurriendo en la sala, lo cual provocó que Piscis se despertara de su tan querida siesta. Abrió sus ojos con demasiado cansancio, pero se armó de voluntad y se desperezó, para luego proceder a levantarse de la cama. No le importó que aún estuviese en pijama y que su cabello se hallara particularmente despeinado, pues de todas formas salió de su habitación y bajó con calma las escaleras que daban a la sala de estar.

Grande fue su sorpresa al ver que ya no había nadie en ella y solo se encontraba Aries, quien veía la televisión muy centradamente, recostado en el sillón. Precisamente que fuese Aries el que se hubiese quedado en casa y no otra persona fue lo que más le sorprendió.

Al oír cómo alguien caminaba en su dirección, el ariano se dio vuelta y se encontró con una cansada pisciana, que parecía verlo con cierta extrañeza.

El aspecto de su amiga provocó que soltara una carcajada, cuya acción hizo que Piscis frunciera el ceño y lo mirara con aún más extrañeza.

—¿Y tú de qué te ríes? —preguntó la chica.

—Solo me causa gracia tu apariencia. Tu pelo está realmente desordenado —respondió con diversión.

Piscis negó con la cabeza a la par que una sonrisa asomaba en su rostro. Luego, se sentó en el sofá y dijo:

—¿Dónde están los demás?

—Se fueron al centro comercial. Estábamos esperándote, pero como no te despertabas, les dije que yo me quedaría hasta que te levantaras y que ellos podían irse.

—Espera, espera. ¿Me estás diciendo que Aries, mi amigo de toda la vida, decidió esperar a alguien? Tengo que empezar a reforzar la casa porque se viene un tornado.

Ante aquel comentario, el signo de fuego rodó los ojos y su acompañante rio alegremente.

—Dios me está guiando a un mejor camino. ¿Algún problema con eso? —continuó el chico con el chiste.

—No, no, para nada. Estoy feliz que hayas decidido oír las Palabras del Señor.

—Ah, ya me parecía a mí —dramatizó, consiguiendo que su compañera riera con más fuerza.

Sin embargo, se quedó algo confuso cuando, de repente, su risa se detuvo y su tono de voz cambió por completo.

—Pero, ya en serio, ¿por qué te quedaste?

Se sentía algo avergonzado de su motivo, sin embargo, decidió que lo mejor era decirle. Un suspiro fue liberado de su boca y, con algo de tristeza, respondió:

—Era lo mínimo que podía hacer después de todo lo que pasó el otro día.

La pisciana amplió su sonrisa, verdaderamente conmovida. Se olvidaba que debajo de toda esa capa de energía e impulsividad había una persona que valoraba muchísimo a sus amigos, aunque no supiera cómo demostrarlo.

—¿Quién diría que a veces puedes ser tan dulce? —comentó la chica, tomando una de las mejillas de Aries como si de su abuela se tratase.

El signo de fuego rio por esta acción y Piscis lo siguió. Debía de admitir que su acompañante no era su mejor amiga por nada; realmente se sentía cómodo con su presencia. Era como el aire fresco que apaciguaba su continua flama.

Pasados unos segundos de silencio, donde lo único que se abstuvieron a hacer fue ver la televisión sin verdadero interés por lo que estaba pasando en la escena, Aries preguntó:

—En fin, ¿quieres que llame al resto y vayamos al centro comercial?

—No. Prefiero quedarme aquí. Hoy no tengo demasiadas ganas de salir. Pero tú puedes ir si quieres. Yo no tengo problema en estar sola.

The disaster squad (signos zodiacales)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora