Capítulo 4.- Catástrofe.
Me despierto hasta el día siguiente, aún estando acostada recorro con la mirada la pared hasta que doy con el reloj viejo y polvoriento, son las 4:30.
Si quiero que mi padre me siga dejando estudiar química con chicos mayores tengo que comenzar a tomar el entrenamiento militar con chicos sólo un par de años mayores, tengo que lidiar con eso.
Me levanto de forma perezosa, los ojos me arden por las lágrimas que derramé anoche. Suelo ser muy débil, débil en cualquier sentido, y eso me molesta. Tomo la toalla vieja y deshilachada que tengo en mi pequeño buró y me voy directo a las regaderas, escojo la última en la hilera, cierro la cortina de plástico, me quito la ropa y la doblo para ponerla en una esquina. Lo bueno de bañarse temprano es que nadie apetece tomarse duchas a ésta hora de la madrugada, supongo que es por que sus labores comienzan hasta las 6:00, tanto de estudiantes como de trabajadores y militares ¿quién querría levantarse antes de la hora teniendo la opción de dormir más? Al parecer soy la única en la lista. Lo malo de bañarse a esta hora es que el agua está helada. Abro la regadera y me hago a un lado, la toco un poco con la mano y la verdad no sé para qué lo hago si su temperatura no cambiará, me meto completamente y suelto un par de jadeos cuando el agua se abre paso hacia mi pecho y siento como se me va el aire de los pulmones. Corro el jabón por todo mi cuerpo y aplico jabón líquido en mi cabello. Termino de bañarme y regreso a mi cuarto con el cabello estilando agua que de tan fría me pregunto cómo no se ha convertido ya en hielo. Me pongo un cambio de ropa interior, que para todas las chicas es igual, también para los chicos es igual entre ellos. Me pongo un pantalón marrón con bolsas en los costados, una blusa cuello V, unas botas militar y una sudadera negra con gorro, que es igual para todos los estudiantes pero distinta para los que no lo son, toda la ropa que tiene mi buró es igual.
Cepillo mi cabello y espero a que se seque mientras medio recojo mi habitación, hay personas encargadas de esos pero no me gusta que lo encuentren hecho todo un desastre.
Termino de hacer la cama y miro el reloj de la pared, 5:30. Es muy temprano, no tengo nada qué hacer. Tomo una liga y ato mi cabello en una coleta alta y salgo de mi cuarto. No sé a dónde voy hasta que me encuentro en la salida del Búnker, está resguardada por militares, la puerta es grande y hay dos militares en cada esquina y hacen como si no me miraran. La puerta está cerrada pero aún así puedo sentir una pequeña brisa de aire que viene de ella, no sé si sea mi imaginación.
-¿Aproximadamente cuántas veces abren la puerta al día?- pregunto al militar que está más cerca de mi.
-Lo siento señorita, ésa es información confidencial.- me responde él en tono monótono.
Es ridículo, ¿cómo se me ocurrió preguntar? Obviamente es información confidencial.
Doy otro paseo por enfrente de la puerta inhalando fuertemente para sentir el aire fresco que expide la puerta entrar a mis pulmones y después me voy al comedor. A esta hora aún está casi vacío, pero las cacerolas de comida ya están llenas con el desayuno. Tomo una charola, un plato plano, una taza y un vaso. Me paseo un par de veces enfrente de las charolas hasta que decirdo que comer: un par de panes tostados con huevo revuelto encima, un tazón de fruta picada, una taza de café a la que le agrego mantequilla y un vaso de leche. Tengo que comer bien, hoy si iré al entrenamiento y no me saltearé ninguna clase.
Desayuné en una mesa sola, y el en comedro sólo estaban las cocineras llevando más charolas de comida y uno que otro militar de seguridad que de seguro tomó el turno de la noche y ahora vienen a desayunar para luego irse a dormir. Termino de comer y me dirijo a la "Escuela" improvisada del Búnker, la materia de química y ciencias yo no la estudio como los demás chicos, yo la tomo en el laboratorio al que pocos tienen acceso. Hoy me toca a las 6:30 Lenguas, a las 8:30 Cultura, 9:00 Historia, de 10:30 a 2:30 me voy al Laboratorio y a las 3:00 tomo mi comida. Vago durante media hora por el Búnker con la cabeza gacha y sin hablar con nadie. 4:00 y tengo que ir a la sala de entrenamiento.
He llegado temprano, nisiquiera ha llegado el instructor, entrenador, señor... No sé cómo es que se supone que debo llamarlo. Reviso toda la sala con la vista y doy con un letrero que dice "Vestidores", automáticamente busco otro que diga "Vestidores de Chicas" pero no lo encuentro ¿aquí todos se cambian donde mismo?¿No hay privacidad? Digo, una cosa es que todas las del sexo femenino nos tengamos que bañar en un gran baño con muchas regaderas separadas por solo una cortina de plástico y los de sexo masculino en otro... pero, ¿aquí no les importa siquiera eso?. Entro en el Vestidor para comprobar mi hipótesis: Si, hay casilleros, los números pares para las chicas y los números impares para los chicos.
Ahora recuerdo que cuando comencé el curso mencionaron que mi número de casillero era 22, estoy parada justo enfrente de el. ¿Y ahora cómo lo abro? Frunzo el ceño y me paro en puntitas para ver por encima de él. Comienzo a palmear por encima de el casillero sólo sintiendo borra y tierra, mi mano está suicia, ahora me recargo con ambas manos para poder mirar qué hay encima del casillero pero un ruido de portazo me sobresalta y termino golpeándome en la frente.
-¡Mierda!- grito mientas me llevo una mano al golpe.
Un chico entra y me mira de arriba a abajo. Es alto (más alto que yo y mido 1.69) musculoso y de cabello castaño, no tan largo ni tampoco corto... tiene nariz bonita, labios carnosos y cejas abundates pero no tanto. Me quedo viéndolo de forma alarmada, mientras él me mira con una expresión de confusión.
-¿Tú qué haces aquí, pequeña? Es hora del entrenamiento de los chicos de 18- dice con voz ronca, que supongo que así es por naturaleza- si se te olvidó algo no deberías buscarlo aquí, los casilleros son sólo para nosotros.
-No, no. No es eso- respondo- yo también estoy en el entrenamiento de tu clase, lo que pasa es que nunca me había tomado la molestia de venir.
-¿Ah, si? ¿y qué hace una niña de... 14 ó 15 años entrenando con unos de 18?- me cuestiona alzando una de sus cejas.
-En primera: tengo 16. En segunda: Si fuera por mi yo no estaría en tu clase, estaría con chicos de mi edad pero mi padre me obligó a venir a ésta- digo, molesta.
-¿Quién es tu padre?- dice él acercándose.
-El señor Johnson.
-¿El jefe?- dice con los ojos abiertos como platos.
Yo asiento con la cabeza.
-Soy Zedka- me presento mientras estiro la mano.
-Soy Jonas- responde él mientras responde también a mi saludo.- así que ésta vez entrenará con nosotros un chica de 16.
-Si, ¿tú eres el instructor?- le pregunto, aunque no luce de más de 19.
-No, soy alumno también. Igual que tú.
-Oh- contesto- ¿entrenas para militar?
-¿No es más que obvio?
-Vale, vale. Está bien.- espeto mientras sigo palmeando el casillero por la parte de arriba.
Jonas me mira confuso durante unos segundos, y hasta se para a mi lado para tratar de averiguar qué es lo que trato de tomar.
-¿Qué buscas?
-La llave- respondo girandome a verlo.
-¿Quién te ha dicho que la llave está arriba del casillero?- dice ocultando una sonrisa de burla.
-Nadie me lo ha dicho, es más, nadie me ha dicho en dónde está la llave.- frunzo el entre cejo, molesta.
-Las llaves están acá.- me explica girandose hacia la puerta y caminando en dicha dirección.-Justo en el porta llaves.- dicho eso me siento una completa estúpida, pero algo distrae mi atención. Sus grandes hombros marcados por el ejercicio, y me sorprendo tanto que me quedo más de la cuenta viéndolos, supongo que es porque nunca antes me había detenido a ver a un chico.
Jonas vuelve hacia mí y me deja caer la llave en la mano.
-Bueno, chica nueva... Bienvenida seas.- contesta con una sonrisa cuando de forma simultánea se abre la puerta principal y entan un motón de chicos y chicas mayores que me acompañarán el próximo año.
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Desastre Nuclear.
Science FictionLa guerra ha durado años, no sé exactamente cuanto tiempo. El gobierno ha sido derrocado y cada persona hace justicia por su cuenta. Soy Zedka, una chica de 17 años de edad. Quizás no tan común como los demás. Cuando comenzó el caos yo tan solo era...