Capítulo 9.

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Capítulo 9.-Catástrofe.


Cacho descuidadamente en el aire la pistola de dardos que me lanzó Edmund. Es una pistola larga, más no sé cómo llamarla, ni de qué tipo sea.

Miro alrededor y me doy cuenta de que cada uno ya tiene consigo un "arma" que hace daño, pero no tanto como una real.

Hay arcos que disparan dardos,  espadas de metal pero que no corta, sólo golpea; hachas con la misma temática que las espadas; pistolas, M16, escopetas y granadas que sólo despiden humo que te impide la vista durante un par de minutos. Eso es lo que dijo Mc. Looding.

A un lado mío está Lee viendo de forma orgullosa lo que ha pillado: tres granadas de humo, una escopeta y una pistola pequeña.

Sí, qué tonta, yo sólo tengo mi larga pistola irreconosible, y eso por que me la dió Edmund, sino no tendría nada para defenderme. En cuanto Mc. Looding tiró las armas al suelo dijo: "Tomen todo lo que les plazca" y fueron como una manada de perros hambrientos tras las armas, como si éstas fueran alimento, yo me quedé estática justo en mi lugar. Qué tonta; me vuelvo a lamentar, ésta maldita pistola sólo tiene 16 dardos, de inmediato estaré fuera y con menor calificación.

Miro a Edmund con cara lastimosa. Él tiene un M16, una escopeta que se ha colgado en la espalda, cienco granadas y un hacha colgada en la cintura. Además que ha recojido municiones (más dardos). Viéndolo así parece todo un guerrero apocalíptico.

Vuelvo a ver mi pistola larga y la reviso, tratándo de entender cómo mierda se dispara. Entonces siento una respiración en mi cuello y me giro.

-¿Por qué no fuiste por armas?- me pregunta Jonas.

-Es que... Bueno, la verdad, no lo sé.- le digo agachándo la mirada.

-Toma.- dice mientras me pasa un M16 y una caja de municiones.

De todos los del equipo, Jonas es el mejor equipado.

-Gracias.

-No hay problema.- luego se gira hacia Edmund y le grita.- ¡Oye! ven a enseñarle a cómo disparar un arma antes de que el Señor Mc. Looding dé la orden para que comencemos.

Edmund mira con atención a Jonas y luego me mira a mí, desconcertado. Yo me apeno, ¡Dios! ni siquiera he aprendido bien cómo disparar y ellos ya son todos unos expertos en el tema.

-Hola, de nuevo- dice Edmund una vez que está cerca.

-Hola.- murmuro.

-Préstame eso.- él toma el arma.- mira.- dice mientras mueve unas cuantas cosas, y yo lo miro fijamente.- aquí se lleva el dardo al compartimiento para disparar.- explica mientras jala una especia de palanca.- y acá sólo aprietas el gatillo ¡y disparas!

Me mira una vez que termina su explicación y yo asiento.

-Gracias- vuelvo a murmurar.

-¿Sabes darle al blanco?

-Eso creo...

-¿Segura?

-No.

-Deja te ayudo- se voz suena paciente mientras me vuelve a quitar el arma entre las manos de forma suave para mostrarme cómo se hace.

Su mano se siente rasposa. La miro durante un segundo y es mucho más grande que la mía, pero normal para un hombre. Luego volteo a verlo a la cara, para lo cual tengo que levantar un poco la cabeza debido a su estatura. Creo que siente mi mirada y me la devuelve con una sonrisa traviesa.

Desastre Nuclear.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora