Capítulo 1

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¿EN SERIO?

No siempre odio ser un omega. Definitivamente, no siempre lo hizo, porque mierda, Izuku aún recuerda estar en brazos de su madre, recuerda también la forma en la que la mujer solía hablar de los alfas, betas y sobre todo, los omegas como ella.

Inko Midoriya, solía tomar a su hijo en brazos, mecerlo con amor, mientras con ilusión y pasión, contaba cientos de historias para su hijo. Historias de amor, historias con finales felices y, sobre todo, historias de destinados. De esos que, de alguna forma, nacían con esa marca que los ayudaba a identificarse, y misma que, Izuku, poseía en el antebrazo en forma de marca de nacimiento de tonos rojizos y purpúreos. Marca que mucho tiempo después, hubiera repudiado.

Porque ahora que el peliverde contaba con 22 años, la vida lo había golpeado como nunca. Porque incluso desde antes, el chico se habría enfrentado a la horrible verdad: Los omegas, como él y su madre, estaban por debajo de toda la cadena de mando. Algo sumamente confuso cuando con 15 años, te empiezan a tratar como la mierda mientras te entregan el resultado de tu examen de casta.

Izuku de niño, no pensaba mucho en eso, porque siendo un niño, uno nunca ve su entorno o contexto, eso era algo que Izuku no hacía. Y, siendo honestos, al pecoso parecía darle igual el resultado de aquellos exámenes, porque estando en un mundo lleno de héroes, lo único que le importaba, era formar parte de eso, algo que poco después, le fue negado al conocer su subgénero de omega.

Y joder, ese fue el inicio de todo, porque para los omegas, el mundo no era justo. Izuku no tardó en descubrirlo cuando terminó la secundaría, porque vaya, nadie en este mundo, esperaba algo más de los omegas que crías. Nadie en este mundo, le veía como una persona, porque para el resto de la población, los omegas eran la cosa más desagradable de todas.

Celos, olores, lubricación, instintos, todo eso, era asqueroso. Lo era para muchos a menos que se hablara de un alfa. Esos que eran la cabecilla del mundo. Esos que, de alguna forma, habían nacido privilegiados, porque aún sin un quirk, ellos valían más que un omega.

Eso definitivamente, no era justo e Izuku lo sabía. Aun así, ¿Qué podía hacer?

Siendo él solamente un omega, no podía hacer nada, ¿cierto?

Sí, él podría hablar de las marchas, los movimientos, la búsqueda de justicia e incluso de los vandalismos que realizaban los de su clase en búsqueda de atención y justicia. Sin embargo, ¿Eso que cambiaría? Llevaba años viendo eso en televisión, llevaba años escuchando eso en la radio y llevaba años leyéndolo en los periódicos sin que nada cambiara, y, aunque en algún momento él apoyó todo eso pensando que habría una solución, lo cierto es que ahora no lo apoyaba, porque ciertamente, ya ni siquiera creía en una solución real.

Los cambios, no habían llegado a tiempo para que los omegas pudieran tener la opción de estudiar heroísmo. Los cambios, no habían llegado a tiempo para que los omegas pudieran obtener becas. Los cambios, no habían llegado para todo eso que hubiera necesitado, porque no lo hizo cuando por poco, muere debido a su imbécil destinado. Porque carajo, tampoco aparecieron cuando buscó justicia y mucho menos, cuando la sociedad le escupió en respuesta.

Los omegas en este mundo, no eran más que un estorbo. Porque para el resto del mundo: los omegas no eran diferentes de un animal. Porque para el resto del mundo, los omegas existían únicamente para tener crías.

Algo que Izuku, iba a desmentir y rechazar incluso si era desde las sombras.



La alarma resonó en la habitación. Izuku recuerda haberla activado la noche anterior, justamente, antes de salir de fiesta como venía haciendo últimamente, pero diablos, nadie podía culparlo.

Me rehúso [Tododeku]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora